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Sección: Editoriales / Suplemento Cultural
El ataque al “Potrero del Llano” (Final)
Por: Aurelio Regalado Hernández
22/01/2013 | Actualizada a las 11:44h
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El ataque
al “Potrero del Llano”, testimonio
de un sobreviviente
(Final)
Tras casi
cuatro días de navegación, el buque “Potrero del Llano” se acercó a 45
kilómetros de la costa estadounidense. Faltaba poco para la hora última del 13
de mayo de 1942 y, quizás por primera vez en aquel angustiante trayecto, la
tripulación logró conciliar el sueño. No había luna. El mar estaba calmo,
callado, dejando la impresión de que la pastosa oscuridad se lo había tragado
entero. En la zona media del casco del “Potrero” seguían pendiendo los botes
salvavidas, colocados ahí a propósito para poder abandonar la nave rápidamente
en caso de bombardeo. En la cubierta de popa dormían algunos, en tanto que en
la de proa hacía lo propio un grupo menos numeroso, incluido el joven Ismael
Sulvarán. El resto se encontraba en la zona media, en los camarotes y en el
área de máquinas. En lo alto, una luz tenue por distante irrumpía a ratos en el
escenario, desplazándose lentamente. Era el haz luminoso del faro Fowey Rocks,
de Miami.
Fue entonces
que el tan temido momento llegó.
El obús
fue soltado desde el submarino alemán U-564 que había venido “cazando” al
“Potrero del Llano”. Un dedo nazi oprimió el botón a las 23 horas con 35 y en
unos instantes el torpedo devoró la distancia que lo separaba de su objetivo.
El impacto fue bestial. El casco del carguero mexicano fue literalmente
despedazado en el centro, donde pendían los botes salvavidas, y la detonación
fue como el grito de un gigantesco monstruo herido. Los tripulantes que estaban
en esa zona del barco perdieron la vida al instante, mientras los que dormían
en proa y popa fueron arrancados de la cubierta, lanzados al aire por una
fuerza inmoderada e indomable y luego azotados contra la superficie, totalmente
aturdidos, heridos, inconexos, y con la certidumbre de estar habitando su peor
pesadilla.
“La
explosión fue espantosa –recuerda Sulvarán--. Nuestra primera reacción fue ir
en pos de los botes, pero nos dimos cuenta que habían desaparecido con el
impacto. El barco en seguida se empezó a inclinar por estribor, acusando el efecto
del golpe con que había sido herido, derramando el diesel de sus bodegas y formando
llamas de hasta quince metros de altura que a su vez generaban un calor
abrasante, apenas soportable. No había mucho qué hacer, pero el contramaestre
se reunió con los que estábamos en proa y nos pidió que construyéramos unas
balsas con tablones de madera que había por ahí. Algunos se apresuraron a obedecerlo,
pero yo me negué porque tenía la certeza de que pereceríamos si perdíamos
tiempo en construirlas. Entonces corrí al área de babor y me lancé al agua”.
El resto
de la noche fue largo y tortuoso para los que sobrevivieron al impacto del
obús. El cargamento de diesel ardió todas las horas, formando un frondoso árbol
rojizo que al amanecer parecía haber sido sembrado en medio del mar. Al
despuntar la mañana llegó el guardacostas estadounidense PC-536. El “Potrero
del Llano” no se había hundido de milagro, y fue posible que en seguida se
rescatara a varios de los tripulantes, no así a Sulvarán, que se encontraba en
el agua, con su salvavidas puesto, invisible a los ojos de los estadounidenses,
oculto tras la densa bruma producto del incendio, desfalleciente y afónico de
tanto gritar clamando ayuda, pidiendo auxilio. Finalmente, al filo del mediodía
el joven petrolero minatitleco fue visto por los rescatistas, que lo arrancaron
de los brazos del mar y lo pusieron a salvo.
“Cuando
estuve a bordo del guardacostas –cuenta Sulvarán— rompí en llanto. No podía
parar. Me dieron ropa seca, café caliente y me inyectaron un sedante. Luego me
trasladaron a la base naval de Key West, donde estaban desde horas antes los
otros sobrevivientes”.
El saldo
del ataque al “Potrero del Llano” fue de 14 muertos. Tres elementos de la
Armada Nacional (incluido el teniente de navío Gabriel Cruz Díaz) y once
trabajadores petroleros (diez en el lugar de los hechos y otro tras ser
rescatado). Naturalmente, el episodio dio pie a una drástica nota de reclamo
del gobierno mexicano a las potencias del Eje, que se negaron a recibirla.
Dejemos que prosiga Sulvarán:
“De Key
West los sobrevivientes fuimos llevados a Miami, donde la gente nos dio trato
de héroes durante una semana. Lo mismo ocurrió cuando pasamos por San Antonio,
Texas, de donde salimos en una comitiva de 50 automóviles, yendo a la cabeza el
que transportaba los restos del compañero Chacón, que murió luego de haber sido
rescatado”.
Mientras
esto ocurría, en la noche del 20 al 21 de mayo otro buque petrolero mexicano
(“Faja de Oro”) fue hundido por los alemanes frente a las costas de la Florida,
dando muerte a diez de sus tripulantes, hecho que llevó al presidente Manuel
Ávila Camacho a cavilar sobre la posibilidad de hacer la guerra al bloque
fascista. Se preparó entonces el escenario para hacer oficial la declaración, y
se decidió aprovechar la llegada al país de los sobrevivientes del “Potrero del
Llano”.
Refiere por
último Ismael Sulvarán Cruz:
“El 24 de
mayo fuimos recibidos en Palacio Nacional por el presidente de la República y por
su comitiva. Cuatro días más tarde participamos en el acto multitudinario efectuado
en el Zócalo de la capital para hacer oficial la declaración de guerra a los
países del Eje. En esa ocasión me tocó estar al lado del jefe del Ejecutivo”.
aurelioregalado@yahoo.com.mx
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Imagen del Potrero del Llano
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