Me gustan mucho los pescuecitos de pollo dorado. Me gustan doraditos en la sartén y normalmente los devoro con salsa, aunque ahora me ha dado...
Por: Alma Niger14/10/2010 | Actualizada a las 09:03h
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Me gustan mucho los pescuecitos de pollo dorado. Me
gustan doraditos en la sartén y normalmente los devoro con salsa, aunque ahora
me ha dado por agregarles también pimienta. Noto que últimamente me gusta mucho
la pimienta, claro que acompañada de la sal. Ahora entiendo porque se habla de
la sal y pimienta, pues uno es el complemento del otro como lo son la escoba y
el trapeador o el tenedor y el cuchillo. Mi infancia Cada vez que como pescuecitos de pollo dorados me remontó
a mi infancia, aquella niñez tan pobre que viví y en la que lo más semejante a
la carne eran precisamente los pescuecitos de pollo que mis primos y yo
mordisqueábamos con gran apetito a tal grado de que hasta pedazos del hueso nos
comíamos. Éramos pobres y si nos tocaban siete pescuecitos eran muchos, y por
eso teníamos que sacarle toda la carnosidad al hueso, a tal grado que no
dejábamos nada ni para el perro. Mi jefa, mi carnal
y yo En aquel entonces vivía con mi madre y mi hermano mayor,
en una casa de la colonia Victoria que compartíamos con una de mis tías y mis
tres primas más otro primo. Todos hacinados en una vivienda de dos cuartos y
una cocina con piso de tierra. Los pescuecitos, al igual que toda la comida, la
cocinábamos en una vieja parrilla de dos quemadores que funcionaba a base de
petróleo. En aquel entonces se vendía el petróleo en las tiendas de las
esquinas y tenía que llevar uno sus garrafas para que se las llenaran a razón
de un peso el litro. Viejos tiempos Mi tía, quien era la encargada de hacer las compras,
aparte de cuidarnos, pues mi madre era la que arrimaba el dinero a la casa,
trabajando desde muy temprana hora hasta altas horas de la noche, por lo que
comúnmente yo despertaba y ya no la encontraba y me dormía sin que hubiese
llegado, y para la mañana siguiente volvía a pasar lo mismo a tal grado que
llegue a estar hasta tres días sin verla, compraba un kilo de pescuezos de
pollo, pues era lo más barato del ave. Y lo comíamos una vez a la semana,
acompañada de un galón de agua de la llave que se ponía en medio de la mesa y
se servía en viejos vasos descoloridos de tanto uso. Por eso cada vez que como
pescuecitos de pollo me acuerdo mucho de mi infancia. Aquella infancia que
aunque pobre, la viví feliz. Nuevos tiempos Y hoy en estos tiempos en que las tiendas de las esquinas
ya no venden petróleo, y de hecho muchas han sido suplantadas por las de la
cadena Oxxo; en tiempos en que mi tía y mis primos viven en San Antonio, Texas,
con un mejor modo de vida, lo que de verdad me da mucho gusto; en tiempos en
que ya todo se cocina en hornos microondas y de las parrillas de dos quemadores
solo ha quedado el recuerdo; en tiempos en que gracias a Dios mi madre sigue
viviendo y la veo casi a diario, y sobre todo en tiempos en que nuevamente
gracias al Todopoderoso los tiempos de pobreza han quedado atrás gracias al
esfuerzo diario del trabajo que me permite cuando menos darle a mis hijos carne
una vez al día y toman refrescos de cola, que tanto daño hacen, y del agua de
la llave no quieren saber nada dizque porque les provoca náuseas, yo sigo
comiendo mis pescuecitos de pollo. Reviviendo la
infancia Los como porque me gustan, pero reitero que también los
como porque me gusta revivir mi infancia y acordarme de lo pobre que fui, y así
evitar caer en la presunción de lo poco que en mi vida he logrado, y que no
fuera posible si Dios no me hubiera ayudado. Todos tenemos derecho a superarnos
en la vida, a ser mejores, a tener lo que siempre quisimos, y sobre todo a
darles a nuestros hijos lo que nosotros anhelábamos y no tuvimos. No a la
“picudencia” Pero nunca debemos jactarnos ni regodearnos de nuestros
logros, porque caemos en la arrogancia. Siempre es bueno recordar de donde
viene uno, porque nuestro pasado mucha gente lo conoce, y es mejor que digan
“mira como fulanito pudo salir adelante en la vida”, que decir “yo he logrado
todo porque la supe hacer”. Esto lo comento por aquellas personas que presumen
lo obtenido en la vida, sin siquiera agradecer a Dios el que los haya ayudado a
superarse. Conclusión Hay quienes hoy en día comen carne en lujosos
restaurantes y se olvidan que de niños comían pescuecitos de pollo, porque no
había más que comer. Y cuando van al supermercado y los ven en los congeladores
hasta les hacen el fuchi y manifiestan sentir un asco por tales menudencias,
sin saber que más asco dan ellos al no querer reconocer de donde vienen. (P.D.
Pido disculpas por si a alguien hoy no le satisfizo lo publicado en este
espacio el día de hoy, pero quiero confesar que desde hace mucho quería expresarlo
en estas líneas, y la vida me ha enseñado que más vale tarde que nunca). Comentarios, chismes, cumpleaños y mentadas de mami en almaniger@hotmail.com
Juan Rodríguez Contreras (Alma Niger). Ha sido presidente de la Asociación de Periodistas de Nuevo Laredo. Es columnista del periódico Última Hora de Nuevo Laredo. Colabora para el portal de noticias Hoy Tamaulipas y para El Gráfico de Ciudad Victoria, además de otros medios. Es editor del portal www.revistalaneta.com.mx y además es comentarista político del noticiero nocturno de La Raza del 95.7 de FM en Nuevo Laredo. Es periodista desde hace 27 años y ha colaborado para los periódicos Laredo Ahora y El Diario de Nuevo Laredo.
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