Hoy es Sabado 27 de Abril del 2024


Sección: Editoriales / Rutinas y quimeras

Adiós abuelita, al rato nos vemos

Por: Clara García 02/04/2016 | Actualizada a las 17:18h
La Nota se ha leído 2618 Veces

Mi amigo y compañero de trabajo Arcadio García Cantú me comentó antes de salir de vacaciones de Semana Santa que acababan de avisarle que su abuela estaba muy grave en el hospital, lo vi verdaderamente triste y le pregunte que cuantos años tenía, me dijo “96 pero ella es muy sana solo tiene algunos problemillas intestinales”; durante la semana de descaso me enteré del fallecimiento y cuando tuve oportunidad de saludarlo me contó muchas anécdotas que habían vivido juntos, y me dijo que había escrito un texto para recordar a su abuelita. Hoy quiero replicar sus palabras en este espacio como un homenaje a esos seres extraordinarios que sobreviven a su generación enseñándonos el arte de vivir con alegría.

“Hace quince días te internamos, hace una semana falleciste, hace cinco días fue tu sepelio y te dije esto por última vez: Me faltaron unas líneas para terminar con el aliento entero...

Para Doña Rosa (1919-2016). Todos los tiempos son perfectos, pero hay unos que se buscan, como el que tú lograste alcanzar Abuelita. No has fallecido cualquier día, buscaste un día tan especial como un viernes santo para fenecer, un sábado de gloria para estar contigo y un domingo de resurrección para saber que sigues viva. Te saliste con la tuya, como lo fue siempre.

El día que falleciste fue especial, especial como tú. Tú sabías donde ibas a descansar, aquí estuviste desde años antes (2008), aquí en este preciso lugar. Sabías donde te íbamos a velar. Porque todo lo dejaste arreglado. Lo que se debe de hospital tú lo pagarás, porque como me lo mencionaste un día: “tu abuelo me dejó para vivir y no pedirle a nadie”. Y así fue. Te saliste con la tuya.

Tus voluntades fueron cumplidas, el hábito diseñado por tu vecina Yaya, y los accesorios matrimoniales ya van contigo, las arras, el rosario y el lazo. No sé qué nueva maldad vayas a hacer en el cielo.

Fuiste especial, nunca asististe a una fiesta sin regalo, era indigno para ti. La leche tenía que ser la de la tapa verde y tu pan, las madalenas. Cuidado con que no fuera así. Tu talco, Maja y tu perfume Sensation. Como le decías a mi esposa, nosotras somos finas Nere. Salir sin que fueras arreglada y pintada era imperdonable. Siempre fuiste vanidosa.

Vanidosa que hasta poco más de un año usaste bastón y sólo cuando era necesario. Tú vista cansada, pero aun así leías el periódico sin usar lentes, a pesar de tenerlos. Tu dentadura guardada, así como tu aparato auditivo auxiliar. Dejaste que la naturaleza hiciera lo suyo, dejaste que ella rigiera tu vida.

Abuela nos has dejado mucho, junto con mi abuelo lazaste hace tiempo varias semillas al aire, los frutos se dieron en lugares distintos, tu descendencia fueron 11 hijos y 48 nietos, y de ahí a lograr el número no menor de 167 familiares sanguíneos y 67 familiares políticos. Si abuela, dejaste en este mundo 234 familiares que te vieron y te frecuentaron en sus posibilidades.

Pero no solo eso, tu legado trascendió más allá, los vecinos de la cuadra también tenían una abuela adoptada por convicción. Como lo dijo Jorge, vecino de la cuadra, ha muerto la abuelita de la colonia, tal vez se quedó corto, porque tu legado está por encima de un número, tu legado está en tus acciones y en la querencia de muchos que resultan incalculables.

Hay muchas anécdotas que contar en 96 años, pero solo mencionaré algunas en las que participé. Recuerdo cuando era niño, que te acompañaba en tiempo de frío para dar calor a tus pies, eso me ganó el apodo del gato que me puso mi tío Juan. Me dijo: solo para esos sirves y tenía razón. Recuerdo como la cotidianidad de los domingos nos llevaba a la iglesia del 8, a la misa de las once para de ahí dirigirnos al panteón del cero Morelos a ver a Mi Abuelo y Primo Bernando. De eso no me dejará mentir mi Madrina Agapita y mi prima Yoya, nos íbamos en un carro Renault, si no me equivoco.

Hasta hace poco te recuerdo sentada en el patio de la casa esperando el Expreso, tu periódico favorito. Lo comprabas solo para leer tu signo zodiacal y para ver la “nota roja”, lo comprabas más bien para que otros lo leyéramos, ya fuera mi tío Ángel, mi tío Cando, yo o cualquiera que llegara. Ahí estabas tú sentada en el sillón blanco que, para diferenciarlo de uno que tenía mi madre, le amarraste un cinturón en su respaldo.

Recuerdo cuando niño, que nos visitabas de diario, tu recorrido: diez cuadras de la (López) Portillo a la Enrique (Cárdenas), lo realizabas por las mañanas y en la tarde noche. Tal vez visualizaste y le diste calor desde antes al lugar donde pasarías tus últimos años. Cómo olvidarlo. Y así hay muchas otras anécdotas, perdón, miles de anécdotas.

Nos diste tantos regalos que seguiremos bailando con el Tampico Hermoso, tu canción favorita. Nos embriagaremos de felicidad porque tú así lo fuiste. Disfrutaremos de los sabaditos lindos como tú decías, claro con un dejo de molestia.

Nos has dejado un gran ejemplo, tus palabras siempre salieron sobrando cuando tus acciones lo decían todo. Nos educaste con tu ejemplo. Gracias. Sabiendo de la numerosa familia que habías dejado, nos reuniste por última vez. Una operación que otro mortal no la soportaría a los 96 años, tú la soportaste. Sabías que tenías que hacer tú última acción: VERNOS JUNTOS. Una semana de dolor, permitió que los que no nos viéramos nos conociéramos, que los que no nos hablábamos lo hicieran. Eso lo hiciste tú, porque sólo tú lo podías hacer. Ya estará en nosotros si despreciamos tu acción. Somos una grande familia, luchemos por mantenerla unida, unida como siempre lo quiso ella, unidad como una GRAN FAMILIA.

Abuela: tu ausencia nos dolerá, pero tus recuerdos nos fortalecerán. Fueron tantas alegrías que una semana en cama no es nada en 96 años, te recordaremos con tu sonrisa y con tu buen sentido del humor. Al rato nos vemos abuela. Sé que en este mundo forjaste un largo camino, y te vas a otro que es maravilloso, para labrar un camino para todos nosotros. Te quiere tu gordo.

Gracias a Vicky, Olga y Lety que estuvieron al cuidado en el hospital de mi abuela. Una mención especial merece mi madre Chava y mi hermana Norma, quienes cuidaron y complacieron a mi abuela en todo lo que se pudo.

Agradezco a los presentes su asistencia de todo corazón y pido un gran aplauso por la gran Historia de Doña Rosa. Panteón de la Cruz, Ciudad Victoria, Tamaulipas, domingo 27 de marzo de 2016. Arcadio Alejandro García Cantú”

 

E-mail: claragsaenz@gmail.com

Clara García Sáenz
Historiadora y Promotora Cultural; catedrática de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
adadasdas
HoyTamaulipas.net Derechos Reservados 2016
Tel: (834) 688-5326 y (834) 454-5577
Desde Estados Unidos marque: 01152 (834) 688-5326 y 01152 (834) 454-5577