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Sección: Editoriales / Rutinas y quimeras

El paisaje perdido de Victoria

Por: Clara García 20/02/2016 | Actualizada a las 09:35h
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En los últimos años hemos sido testigos de un cambio de paisaje en Ciudad Victoria, de pronto se cayó por falta de mantenimiento (consciente e inducido) el techo de la gradería del parque de beisbol Praxedis Balboa. Después vino la remodelación del Paseo Méndez donde la autoridad prometió no derrumbar la emblemática fuente ubicada frente a la calle Democracia e ignorando promesas y reclamos fue destruía sin aviso.

Hoy tenemos dos nuevos casos, el primero es la sorpresiva e inexplicable remodelación de una de las plazas más arboladas de la ciudad, emblemática y diariamente poblada y utilizada por los victorenses y todos sus visitantes; la plaza Juárez o mejor conocida como la plaza del 15. El segundo caso es la construcción del parque de la Loma, obra que se realizará en el área de pinos que se encuentra atrás del Centro de la salud y el Seguro social.

Desde hace varios días, algunos grupos de ciudadanos se han empezado a movilizar porque la tala de árboles en la plaza del 15 y en algunas áreas de la Lomaya se está realizando; reeditando las discusiones y reclamos que la sociedad hizo cuando se “amplio” la calle 8, con aquel proyecto que no termina de convencer a los automovilistas llamado “El ocho de ocho”.

Una obra más donde los árboles peligran es en la construcción del puente de la calle Rio Frío que comunica la colonia Modelo con la Calzada Luis Caballero y por donde pasa el río San Marcos, que hace, precisamente en esa zona, un verdadero pulmón por la vegetación y la gran arboleda que se ha desarrollado ahí.

El problema de todos estos casos radica en que existen dos proyectos de ciudad, el primero es el de unas autoridades sordas que pensando en la “modernidad” entregan a merced de las constructoras amigas contratos millonarios que dan prioridad a planchas de cemento que solo contribuye al aumento de la temperatura en una ciudad ya de por sí calurosa; y por el otro está el proyecto ciudadano que alberga el recuerdo de una ciudad arbolada, su nostalgia le hace reclamar un paisaje que desaparece cada día ante sus ojos convirtiendo su hábitat en algo ajeno, hostil e impersonal.

Esta sociedad invisibilizada por el proyecto de modernidad de las autoridades, está padeciendo la pérdida de su memoria e identidad cuando el horizonte cotidiano es destruido por la sordera e indiferencia de quienes han decidido en forma unilateral despojar al ciudadano de los recuerdos más íntimos de su infancia y su pasado.

La nostalgia por el paisaje altera el comportamiento social al experimentar un extravió al no ver lo que le era cotidiano; esto no significa que nos debemos oponer a la modernidad, sino al contrario, que ésta (ya que hay presupuesto para gastar) debe ir de la mano con el consenso social, con la voluntad democrática, por la necesidad de preservar la memoria, el paisaje y el patrimonio cultural y natural, para que se traduzca en bienestar ciudadano con individuos más alegres.

E-mail: claragsaenz@gmail.com

Clara García Sáenz
Historiadora y Promotora Cultural; catedrática de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
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