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Sección: Editoriales / Rutinas y quimeras

Historia de un hombre que ama la vida

Por: Clara García 05/02/2016 | Actualizada a las 17:27h
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El doctor me dijo que en estas cosas del corazón nunca se sabe, que más valía adelantarse porque podía morir; así que me intentó presionar para que yo aceptara la intervención. Como su tratamiento no me convencía, le pregunté que si no había otra opción, me dijo, sí, la vía conservadora, “consiste en esperar que el paciente se recupere por sí mismo pero eso no sucede con frecuencia, está muy grave”; después de pensarlo unos segundo le dije, “vayamos por la segunda opción, mi marido es un hombre muy fuerte y con mucha capacidad para vencer la adversidad”, ya muy molesto, el doctor volvió a insistir en la operación, entonces le di un no rotundo y le dije para terminar la conversación, “yo lo conozco, él va a salir adelante”, para despedirse me espetó, “espero que no se equivoque y se arrepienta de la decisión que ha tomado”.

Recuerdo que llegamos caminando al hospital y en urgencias le dijeron que tenían que internarlo pero no le dieron el diagnóstico, a mí en cambio me pintaron muy mal el panorama. Le dije al oído lo que estaba pasando, después vinieron las horas cruciales, a los ocho días salió del hospital, se sometió a un régimen que le permitió recuperarse en los siguientes seis meses.

Su vida no ha sido fácil, siempre recuerda que el día su cumpleaños es de alegría, pero también de tristeza, porque ese mismo día en que estaba recién nacido, su padre murió trabajando en el campo; después, su abuela quien lo criaba mientras su madre trabajaba, murió cuando él era todavía un niño, cuanta que él mismo vio la muerte cuando la película de su vida paso en fracción de segundos durante en una inmersión inesperada en un caudaloso rio.

Ha visto morir a muchos seres queridos, amigos, primos, tíos y hasta una hija pero todo el dolor que ha conocido no le ha borrado su sonrisa generosa, ama la vida, se define como “un entusiasta empedernido”, se levanta todos los días con el plan de Pinki y Cerebro “conquistar el mundo”. Se preocupa por los demás, siempre le pregunta a los que están cerca del de él que si están bien y que si se les ofrece algo. Le gusta invitar a la gente a comer y siempre quiere pagar aun cuando es invitado; es un hombre generoso, ávido lector, adicto al cine, un gran conversador y meticuloso en la redacción, exigente con la ortografía; culto, discreto y sencillo.

Nacido en uno de los rancho de la huasteca potosina propiedad de la familia Pasquel (que fue socia del Miguel Alemán, cuando este fue presidente de la República), recuerda su vida campesina como hijo y nieto de jornalero, dice que siempre le gustó ir a la escuela porque ahí descansaba de las tareas domésticas, con cariño nombra a sus maestros y dice que gracias a la educación pública pudo salvarse de trabajar en el rebote (corte de caña) y morir prematuramente a los 40 años, edad en que los habitantes del rancho eran ancianos y chimuelos.

El lunes partió su pastel de los 60 años, festejó su amor a la vida junto a sus mujeres que son muchas empezando por tres hijas, una madre, una suegra, sus nietas, cuñadas y muchas amigas, presentes y ausentes. Del infarto hace ya más de seis años; el doctor se equivocó en su predicción y yo no me arrepentí de mi decisión, porque Ambrocio, mi gran compañero, es un maestro del arte de vivir feliz.

E-mail: claragsaenz@gmail.com

Clara García Sáenz
Historiadora y Promotora Cultural; catedrática de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
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