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Sección: Editoriales / Rutinas y quimeras

El gran lector

Por: Clara García 02/03/2015 | Actualizada a las 21:49h
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Aún recuerdo aquella imagen del hombre imponente leyendo el periódico siempre por la noche al terminar de cenar, tenía un estilo particular de leerlo; tomaba el ejemplar completo y lo revisaba para sacar las secciones de deportes y sociales, las tiraba al suelo y después extendía las demás para leerlas, pero conforme terminaba de hacerlo las aventaba una a una al piso, entonces se paraba del sillón y se iba a dormir.

Nunca lo vi hojear las secciones de deportes ni sociales, creo que eso hablaba de su sentido selectivo al leer; había reunido durante años una biblioteca familiar poco extensa pero sustanciosa y bastante lujosa para una familia de clase trabajadora.

Recuerdo que cuando el viejo librero de madera de tres niveles no pudo más, mi madre le encargó al carpintero hiciera uno más grande, entonces se dividieron los libros, los más importantes estarían en el mueble nuevo y los escolares en el desvencijado. Dos grandes diccionarios inauguraban la parte central, después venían algunos libros de arte, en seguida tres grandes tomos lujosamente ilustrados de la segunda guerra mundial, los 20 tomos del Tesoro de la juventud, un extraordinario atlas mundial y después títulos de la literatura universal.

Siempre que salía de viaje a la capital potosina regresaba con algún libro, los temas eran variados, pero cada vez más, conforme fue envejeciendo, se acentuó su gusto por títulos sobre medicina alternativa.

Hace algunos días mi sobrina Ana Laura me regaló una caja de libros viejos que había recogido de un botadero, cuando la abrí, mi corazón se llenó de júbilo porque me reencontré con algunos títulos de literatura universal que recordaba de aquel librero que yo veía enorme cuando era niña.

Dos imágenes vinieron a mí entonces, la de mi padre anciano sentado en el negocio familiar leyendo mientras esperaba clientes y el periódico tirado en la sala de la casa. Fue hijo de la revolución cristera, nunca fue a la escuela y aprendió a leer por empeño propio; huérfano de padre desde pequeño se ganó el pan para él, sus hermanos y mi abuela, luego al casarse con mi madre retó al destino procreando 10 hijos. Por eso no sé de donde le salió su gusto por la lectura y los buenos libros, su necesidad de aprender, saber y contagiar, de gastar dinero (aunque este fuera escaso) en libros y como diría Sabina, hacer posible, además del “santo milagro del pan y los peces”, darnos “un techo con libros y besos.” Incluyendo en la canasta básica también la lectura.

Pocos días antes de cumplir ocho años de muerto, la caja maravillosa de libros que llegó a mí, me hizo recordar, en su esencia a ese gran lector que  respetábamos también porque era el que sabía y contaba historias maravillosas que siempre resultaban ciertas.

Resguardo libros de aquel librero familia y aunque algunas de las obras como las enciclopedias y atlas están ya desfasadas, permanecen como reliquia del hombre que amo los libros e invirtió el dinero que ganaba con mucho esfuerzo en uno de los bienes más útiles, la lectura.

E-mail: clargsaenz@gmail.com

Clara García Sáenz
Historiadora y Promotora Cultural; catedrática de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
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