Legislar sirve cuando cambia vidas: la ruta de Carlos Canturosas
Ciudad Victoria, Tamaulipas. - Carlos Canturosas carga una historia política marcada por contrastes: el ascenso, la persecución, el exilio y, ahora, su regreso como diputado federal. Habla con serenidad, pero no con olvido. Cada respuesta tiene el peso de alguien que conoce la velocidad del poder… y también su filo.
Hoy ocupa una curul en San Lázaro, pero su relato no empieza en la Cámara de Diputados, sino muchos años atrás: en campañas políticas a las que asistía siendo niño, en un padre que le enseñó la congruencia desde la dureza, y en una familia que sobrevivió a embestidas jurídicas y mediáticas. Esa mezcla —cruda, íntima, inevitable— es la que define su nueva etapa pública.
“Esta segunda oportunidad no la quiero desperdiciar”, afirma. Lo dice con el tono de quien estuvo lejos de casa, mirando desde la frontera un país que no podía pisar, mientras su familia enfrentaba procesos judiciales que hoy recuerda como fabricados.
Desde ese punto parte la entrevista: desde un hombre que vuelve, que retoma su ruta y que quiere explicar, con calma, qué hace hoy como legislador y qué aprendió en su ausencia.

UN DIPUTADO QUE LLEGA CON CICATRICES
Cuando se le pregunta qué ha hecho como diputado federal para marcar la diferencia, no arranca por las siglas ni por los partidos. Arranca por la gente.
—Trato de que todo lo que hago le sirva a la gente, en pocas palabras —resume.
Canturosas llegó a la Cámara de Diputados el 1 de septiembre de 2024. Desde entonces, ha acompañado —según detalla— más de una veintena de reformas constitucionales: las que dieron más dientes a la Guardia Nacional y a la Secretaría de Seguridad para investigar delitos; las que elevaron el salario mínimo tanto en el interior del país como en la franja fronteriza; las que apuntalan programas sociales que hoy, afirma, llegan ya a más de una tercera parte de los tamaulipecos.
Cita una en particular como la más trascendente de su carrera legislativa: la reforma al Poder Judicial.
—Es la reforma más importante de los últimos 200 años de vida independiente del país —afirma—. Ha polarizado opiniones, pero va al centro de un problema estructural: la justicia.
En Tamaulipas, pone como ejemplo el impacto de decisiones tomadas en la Cámara: el impulso a los programas sociales gestionados por el gobierno estatal y la recuperación de las vías férreas para pasajeros, que permitió la llegada del tren a Nuevo Laredo con una inversión, recuerda, de alrededor de 138 mil millones de pesos y la generación de miles de empleos.
Sin embargo, cuando se le plantea si está “cómodo” con lo que ocurre en México, su respuesta es tajante.
—No —contesta—. Estoy satisfecho con lo que me toca hacer, pero no cómodo con la realidad del país. Me duele cada asesinato, me duele la pobreza, me duele que no haya suficientes medicamentos y camas en los hospitales. Eso no puede dejarnos tranquilos.
Habla de aumentos al presupuesto en salud, vivienda y educación, pero insiste en que la inseguridad y la desigualdad siguen siendo el gran pendiente.

“PENSÉ QUE VOLVERÍA A MÉXICO EN UN FÉRETRO”
Cuando se le pregunta cómo se ve en el futuro, Canturosas baja el tono. Deja por un momento la voz del legislador y aparece el hombre que estuvo lejos, mirando desde fuera lo que pasaba en su tierra.
—Me veo trabajando, siempre trabajando, cerca de la gente —dice primero, casi por reflejo—. Pero también me veo intentando ser mejor padre, mejor hermano, mejor amigo.
Recuerda los años más duros de la persecución. Relata que su tío fue detenido por hombres vestidos de negro a la puerta de la casa de su madre, sin explicación. Que lo aislaron durante meses. Que, en paralelo, a él le fabricaron cuatro órdenes de aprehensión, todas ganadas después en tribunales.
—Hubo momentos en que pensé que no iba a volver a México —confiesa—. Pensé que, si volvía, iba a ser ya muy viejo… o en un féretro.
Desde ese exilio, dice, hizo una promesa íntima: no vivir con rencor.
—Si yo me quedaba a vivir en el odio, me iba a envenenar el alma —explica—. Y también iba a envenenar a los míos.
Cuenta una escena que lo marcó. Antes de morir, su padre pasaba los días en un sillón reclinable verde, conectado al oxígeno, luchando contra un cáncer linfático. Ahí hablaron de todo.
—Yo le pregunté: “¿Dónde aprendiste más de la vida: cuando fuiste diputado, líder nacional, alcalde, notario, agente aduanal?”. Y me dijo: “Aquí, en este sillón, estos últimos cinco años enfermo” —recuerda.
Luego hace el paralelo:
—Si tú me preguntas a mí dónde aprendí más, te diría: en los cuatro años que estuve en el exilio. Ahí aprendes a valorar todo. Te das cuenta de quién está y quién no. Aprendes qué es realmente importante: la conciencia tranquila, la salud, la familia.

LA POLÍTICA COMO HERENCIA Y DESTINO
Su historia política no empezó en un escritorio; empezó en las campañas de los años 80 y 90, cuando la familia entera acompañaba al padre.
—Mi pasión por Nuevo Laredo y por Tamaulipas la traigo en la sangre —dice—. Es algo que vimos en casa.
Su padre, recuerda, fue alcalde de Nuevo Laredo en los años 70, cuatro veces diputado federal y dirigente nacional del PARM. Participó en el impulso de la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, en un momento clave para la democratización del país.
—Era un hombre de carácter fuerte, muy estricto, muy vertical en sus ideas —lo describe—. Le aprendí la congruencia, a no traicionar, a servir a la gente con amor y lealtad.
Antes de convertirse en alcalde, Canturosas ya había ocupado espacios de responsabilidad: regidor, delegado de Profeco, responsable de reservas territoriales e instituto de vivienda. Pero la decisión de buscar la presidencia municipal de Nuevo Laredo llegó por una mezcla de inconformidad y coherencia, asegura.
—Veía que las cosas estaban mal —afirma—. Y siempre le aplaudía a mi padre cuando decía que, si no estás de acuerdo con lo que pasa en tu ciudad, en tu estado o en tu país, tienes que participar, no quedarte en la queja. Entonces, había que ser congruente.
Ganó la alcaldía en 2013 con una votación histórica, sin elección concurrente de gobernador ni presidente de la República. Recuerda esa campaña como una prueba constante: le suspendieron la candidatura, le retiraron propaganda, lo acusaron de actos anticipados y fue blanco de guerra sucia diaria.
—Todos los días había un obstáculo —rememora—. En una campaña necesitas resistencia física, mental y espiritual. Hay momentos en que te dan ganas de salir corriendo.
Ya como alcalde, presume resultados: tres años consecutivos con un presupuesto de obra pública cercano a los mil millones de pesos, saneamiento de la Comapa y entrega de la administración sin deuda bancaria ni con proveedores. Eso, dice, no evitó que la persecución llegara después, cuando no fue favorecido para competir por la gubernatura y rompió con el grupo en el poder.
LA FAMILIA CANTUROSAS Y LA POLÍTICA COMO CRUZ COMPARTIDA
Hablar de política en su caso es hablar de familia. Canturosas no separa una cosa de la otra. Su apellido se ha vuelto sinónimo de proyecto político en Nuevo Laredo y, ahora, en el estado.
Sobre la relación con sus hermanas —en especial con la presidenta municipal Carmen Lilia Canturosas—, niega cualquier versión de ruptura.
—Somos una familia muy unida —asegura—. Mi papá nos formó así. Tenemos un grupo de hermanos donde todo el día estamos platicando y bromeando. No hay celos políticos.
Él es el mayor. Luego viene Carmen Lilia, después Claudette y al final Cinthya Edith, dedicada a los negocios familiares. Asegura que las candidaturas en la familia se han ganado por encuesta, no por designación.
—Se dice que nos regalaron candidaturas, pero no es cierto —sostiene—. Carmen Lilia ganó sus encuestas; yo gané las mías. Yo nunca he sido candidato del gobierno.
Cuenta que, en medio de la persecución, tanto él como su hermana recibieron ofrecimientos de cargos en el gobierno estatal para desistir de sus aspiraciones. Ambos los rechazaron.
—A mí me ofrecieron posiciones —relata—. Y también a ella, a través de mí. Dijimos que no. No queremos nada regalado.
Aun así, Canturosas reconoce que políticamente el apellido está en la conversación pública de Tamaulipas. Hay quienes los mencionan como posibles aspirantes a la gubernatura. A pregunta expresa, responde sin rodeos:
—Si tú me preguntas a mí, a mí me encantaría que la candidata fuera ella, no yo. La quiero mucho y estoy muy orgulloso del trabajo que está haciendo.
Sobre el exgobernador que —afirma— ordenó la persecución en su contra y contra su familia, asegura que no guarda deseos de venganza.
—No le deseo mal —dice—. Él sabe lo que nos hizo. Pero yo no quiero vivir como en esas películas donde el odio se hereda 40 o 50 años. Que el destino ponga a cada quien en su lugar y que la justicia haga lo que tenga que hacer.
Al final de la conversación, cuando se le pregunta qué viene para la Cámara de Diputados y para Tamaulipas, vuelve al tono del político: habla de revocación de mandato, ley del agua, aranceles, temas de salud y seguridad. Pero la frase que deja al cierre tiene que ver menos con leyes y más con una forma de estar en el mundo:
—Un hombre que tiene la conciencia tranquila puede mirar de frente a sus hijos —dice—. Eso es lo que quiero cuidar. Y desde ahí, seguir trabajando donde la gente decida que sirva.
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