El de la blanca sonrisa
Estas son las palabras que más duelen escribir, porque resulta y, muy fácil, dibujar de lleno a un personaje que recibió al pueblo con una amplia sonrisa y su dentadura blanca perfecta, que dejan la impresión de que era un hombre feliz: “Soy un hombre feliz”, como dice la frase de una melodía del cantante cubano, Silvio Rodríguez.
Nunca supe si a él le agradaba estas trovas repletas de palabras de amor y también de protesta política, pero en una ocasión me nació hacer una crónica de una caminata dominguera que hizo junto con su esposa por la calle 17 siempre tomados de la mano, inseparables, como eran ellos.
“Si te quiero es porque sois mi amor mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”, dice la canción “Te quiero” de Benedeti y Favero y qué mejor que esa para decorar un momento feliz para ejercitar el cuerpo en una caminata por la avenida 17, famosa en Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas.
A raíz de la publicación de esa crónica recibí varios mensajes y en uno de ellos decían que el entonces alcalde les puso atención a varios párrafos, porque es verdad, él y su esposa codo a codo son mucho más que dos. Esa melodía es clásica en el repertorio de la argentina Nacha Guevara y cada palabra no tiene desperdicio.
A él, a mi estimado amigo que se acaba de ir, Oscar Almaraz Smer, lo traté por muchos años como político y servidor público, porque me llamó la atención su seriedad, lo atento, lo saludador y bondadoso con la ciudadanía que poco tiene, que se le acercaban sin miedo, para dejar escapar de su ronco pecho sus añejos y crueles padecimientos.
Yo, me lo encontré varias veces en la calle saliendo de una farmacia y lo salude con mucha confianza, al igual que lo hizo mi esposa y en ella dejó una excelente impresión porque se siente que hay química, con la persona que se tiene enfrente.
Meses después, el ruido de tamboras, de ritmos que invitan al movimiento corporal y muchos gritos hicieron que me asomara por la terraza y, era él, en plena campaña para buscar la alcaldía. Baje y lo salude de mano: “Espero contar contigo amigo”, me dijo.
“Votaría por ti, pero no por el PAN”, le conteste. Él sonrió porque sabía que valía lo mismo. Se llevó la mano derecha a la cabeza y se secó el sudor. “Si, ya me imagino como los trataron”, señaló y yo quiero creer que se refería a la prensa tamaulipeca.
La última ocasión que lo vi fue en el funeral del bien recordado periodista, don Benito García Islas, y él iba acompañado de su esposa Toni. Ambos lucían muy tristes, porque nos había dejado un veterano comunicador, cuyo nombre se debería escribir con letras mayúsculas.
Recibí con sorpresa la noticia de la partida del buen Oscar y más aún las condolencias y escritos solidarios de los amigos de verdad, entre ellos el del rector de la UAT, Dámaso Anaya Alvarado y del alcalde de esta capital, Eduardo Gattas Báez, así como el de docenas de camaradas que se cruzaron en su camino.
Sabe, su familia, que muchos estamos con ellos, porque ver sus fotografías en vida arranca lágrimas y bellos recuerdos que dejo un amigo de ese tamaño.
Va por ti Oscar y por tu blanca y enorme sonrisa.
Descansa en paz.
Correo electrónico: tecnico.lobo1 gmail.com
Javier Rosales
Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.
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