De Tamaulipas a Sarria: inicia la travesía hacia Santiago de Compostela
Sarria, España.- Cuando en Tamaulipas apenas se apagaban las luces y las familias se preparaban para ir a la cama, en Madrid ya amanecía con el bullicio propio de un aeropuerto internacional. Fue allí donde comenzó esta historia: un cruce de husos horarios y emociones, donde el cansancio del viaje se mezclaba con la ilusión de lo que está por venir.
Un tren de alta velocidad llevó hasta Sarria, pequeña localidad gallega que se ha convertido en punto de partida predilecto para miles de caminantes de todo el mundo. El trayecto ferroviario, rápido y silencioso, tenía un detalle que lo hacía especial: la mayoría de los pasajeros eran peregrinos.
Al llegar a esta ciudad se reconocían entre sí con apenas una mirada; sus mochilas de senderismo, los bastones que sobresalían de los compartimentos. Lo que los delataba era la emblemática concha con la cruz roja que pendía de sus mochilas.
Sarria es más que un pueblo de Galicia: es un umbral. Desde aquí, los peregrinos emprenden los últimos 114 kilómetros que llevan hasta la Catedral de Santiago de Compostela, distancia mínima para obtener la Compostela, el documento que certifica la peregrinación. Caminar desde este punto es recorrer senderos rurales, bosques, aldeas con casas de piedra y puentes centenarios, donde cada paso une la fe con la historia.
Hoy es el “día cero”, ese instante suspendido en el tiempo donde nada ha comenzado y, sin embargo, todo se siente ya en marcha. La expectativa pesa tanto como la mochila. Se respira un ambiente de nervios, ilusión y recogimiento. Cada peregrino carga sus propias razones: unos buscan cumplir una promesa, otros lo hacen por tradición familiar, algunos por espiritualidad, y no faltan quienes lo asumen como un desafío personal, un recordatorio de que la vida también se conquista a pie.
Mañana, cuando amanezca, comenzará la caminata de Sarria a Portomarín, primera etapa de esta aventura. Serán poco más de 22 kilómetros que pondrán a prueba la resistencia física y la fortaleza interior. El camino es exigente, pero también generoso: ofrece la compañía de otros peregrinos, la hospitalidad gallega y esa sensación de que cada paso te acerca a algo más grande que tú mismo.
El Camino de Santiago no es solo un recorrido; es una experiencia que transforma. Cada piedra, cada flecha amarilla pintada en los muros, cada iglesia que asoma entre los árboles guarda siglos de historia. Y aunque el destino final es la majestuosa Catedral de Santiago, el verdadero sentido está en el trayecto mismo: en los amaneceres fríos, en el silencio de los senderos, en las conversaciones espontáneas con desconocidos que se vuelven compañeros de viaje.
Así comienza esta aventura. Con el corazón puesto en Santiago, pero con la certeza de que cada kilómetro recorrido será ya, en sí mismo, un logro y una enseñanza.

El Camino de Santiago no solo se recorre con los pies, también se vive en los espacios donde se descansa. La tradición marca a los albergues como refugio de peregrinos: dormitorios colectivos donde el cansancio se comparte y las historias se entrelazan. Sin embargo, cada vez más caminantes optan por opciones distintas que ofrecen mayor comodidad y tranquilidad al final de cada etapa.
En este caso, el viaje está organizado por Santiago Ways, una agencia especializada que facilita la experiencia sin restarle autenticidad. Ellos se encargan de reservar hoteles en cada parada, coordinar dónde almorzar y cenar, e incluso de trasladar la maleta principal hasta el siguiente destino. Así, la mochila que acompaña en el recorrido diario lleva solo lo esencial: agua, provisiones y lo necesario para el tramo.
Este esquema permite concentrarse en lo verdaderamente importante: el camino mismo. Sin la carga pesada de la logística, los peregrinos pueden entregarse de lleno a la experiencia espiritual y física de cada jornada. El hospedaje cómodo, la comida planificada y la certeza de que la maleta espera en el próximo destino se convierten en aliados discretos de una aventura que, paso a paso, busca dejar huella.



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