París, Francia. -Hace dos años y medio Víctor Sardina era un alcohólico sin futuro y cediendo ante sus “amigos” que se mofaban de él por no tener brazos, hasta que conoció a su entrenador Antonio Hidalgo.

Hoy el para arquero bajacaliforniano nacido en Mexicali, se medirá ante el estadounidense Matt Stutzman, medallista de plata en Londres 2012 y campeón del mundo en el 2022, buscando lo que parece una misión imposible para todos.

En dos años y medio Sardina, “El Fish”, pasó de amanecer en casas ajenas sin recordar nada de una noche anterior, a estar en París, la Ciudad Luz, poniéndose al tú por tú con uno de los mejores deportistas de los Estados Unidos.

La influencia de su entrenador y el hijo de éste, han logrado ponerlo en 36 meses en un rumbo totalmente distinto al que se le tenía pronosticado.

Para ello, tuvo que irse a vivir a Ciudad Constitución en Baja California Sur, donde la vida le puso en su camino a un par de hombres buenos, que lo reeducaron y le pusieron en otro rumbo de vida y nivel de pensamiento.

“Peleamos dieciseisavos, me siento bien y contento, también positivo y alegre porque estoy disfrutando de este momento tan bonito que me está regalando Dios.

Vamos a dar lo mejor, ir por nuestros puntos y que pase lo que Dios quiera.

Tengo alrededor de dos años, me siento muy contento y orgulloso de estar acá representando a nuestro país en Juegos Paralímpicos de París”, manifestó Víctor Sardina.

Sea porque tocó fondo en su vida o porque fue educado para valorar lo que sí se tiene, cuando naces sin dos brazos, “El Fish” mira París, su vida y ser seleccionado mexicano con otros ojos.

Estoy muy agradecido con la gente, con mi familia, con mis amigos y con los entrenadores que están conmigo todo el tiempo y todos los días.

"Ellos han sacrificado muchísimo para que esté representando a México aquí. También yo he sacrificado muchísimo como fiestas, amigos, momentos con mi familia y bastantes cosas, que estoy contento de haberlo hecho porque si no no estuviera acá", dijo en entrevista con CONADE.

Para él, que nunca tuvo en su mirada pertenecer a un equipo paralímpico, cada apoyo recibido es una bendición que agradece y potencia al máximo.

“Es un orgullo portar nuestra bandera, es algo que no puedo ni explicarlo, porque son tantas emociones que uno siente y orgullosamente estoy portando los colores de México.

“Estoy tan agradecido con Dios y con la vida de haberme puesto aquí, y espero que no sea ni la primera ni la última en estos juegos para representar a nuestro país”, dice emocionado el tirador de 29 años.