Por: Juan Sánchez-Mendoza03/10/2012 | Actualizada a las 22:18h
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Ahora que se aproxima la
instalación formal del proceso comicial 2013, por parte del Instituto Electoral
de Tamaulipas (Ietam), es conveniente recordar que el sistema de partidos que
opera en la entidad muestra las tendencias políticas más importantes. Pero igual refleja la
diversidad ideológica existente en el seno de la sociedad, donde cada ciudadano
se identifica con la que piensa que sí satisface sus expectativas. Así tenemos la representación
de la derecha, radical y moderada, en el Partido Acción Nacional (PAN); la
vertiente del centro abanderada por el Partido Revolucionario Institucional
(PRI); y la expresión de izquierda, en sus diversos matices, encuentra su
expresión en el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Se supone que el Partido del
Trabajo (PT) se alinea con la izquierda, mientras que el Movimiento Ciudadano y
el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) tienden hacia el centro, pero sólo
se supone, ya que su indefinición salta a la vista. Todos los partidos registrados
en Tamaulipas están obligados, legal y moralmente, a definir un perfil a través
de la declaración de principios, estatutos y el programa de acción. Los militantes y ciudadanos en
general, por tanto, deben conocer los documentos básicos que rigen la vida del
partido en que están afiliados o es de sus simpatías, a efecto de enriquecer la
cultura cívica y acabar con el lastre que significa el analfabetismo político. En esencia, los partidos
buscan impulsar la democracia, afianzar las libertades, animar la
pluralidad, configurar un estado más justo y equitativo, promover el
desarrollo, brindar posibilidades de expresión y participación a la gente,
garantizar el empleo, la salud, seguridad, etcétera. Los distinguen las estrategias
y tácticas utilizadas para arribar al poder o conservarlo y, desde luego, el
segmento de la sociedad por el cual han decidido tomar parte y cuyos intereses
defienden. Así, un partido que se inclina
a favor de los grupos privilegiados y defiende la propiedad privada, la libre
competencia del capital y la explotación de la mano de obra, puede ser
tipificado como de derecha. En contraparte, las
organizaciones que se identifican con los trabajadores, la propiedad pública y
buscan mejorar las condiciones de vida de las grandes mayorías, estarían
considerados en el ala izquierda. El llamado centro, o justo
medio, se supone que retoma preceptos de uno y otro bando y trata de mantener
el equilibrio; acepta la existencia de un régimen de economía mixta y justifica
la lógica empresarial y dinámica del mercado, pero busca que haya una
adecuada repartición de la riqueza que genera la actividad económica. En lo general, este es el
esquema en el que los partidos políticos enmarcan su origen y funcionamiento. Por supuesto que no hay
fórmulas ni reglas que se sigan al pie de la letra. La característica, en todo
caso, es que los partidos políticos, en nuestro tiempo, son flexibles y
pragmáticos. Buscan el éxito a como dé
lugar, sin importar ideologías o principios. Lo que sirve y es útil a la
causa resulta bienvenido. De ahí que las actitudes,
valores e ideología pasen a un segundo o tercer plano. Poco importa el debate y la
contraposición de proyectos. Más bien se privilegia la
imagen y personalidad de quienes los manejan. En este sentido, es común
observar en las coyunturas electorales o en los momentos de definición
trascendental en la vida del país, cómo los políticos, los líderes sociales y
de opinión, brincan de un bando a otro por la inercia de la jugada y con la
clara intención de no quedar fuera del presupuesto para tampoco vivir en el
error. Este es el sistema de partidos
que tenemos y que usufructúan las altas jerarquías del poder. Allí sucumben la mística y la
vocación de servicio. Lo que vale es estar vigente y
conservar el mando a como dé lugar. Principios, valores,
ideología… ¿Qué es eso? Calderón,
sin credibilidad Nada alienta más la
descomposición social, la anarquía y la pérdida de legitimidad política, que la
información distorsionada. Y son precisamente los
comunicólogos del gobierno federal quienes mienten cuando tratan de disfrazar
las verdaderas intenciones de Felipe Calderón Hinojosa, a 57 días de abandonar
la residencia oficial de Los Pinos. Hasta el ciudadano menos
avezado ha percibido ya la existencia de una clara embestida en contra de la
economía familiar, la cual se mueve indistintamente y como pez en el agua tanto
en la casa como en las fuentes de empleo y en la superestructura burocrática. En estos momentos de
ingobernabilidad y confusión, los cerca de 106 millones de mexicanos seguimos
siendo rehenes de un pequeño grupo de “mañosos”, a los que es sencillo
identificar por sus nombres y apellidos. No así por su currículo, puesto que a
muchos de ellos ni siquiera los habíamos oído mentar hasta que aparecieron en
escena pública. Sin embargo, el peso de sus
acciones y la influencia de sus provocaciones se siente en todos los rincones
del territorio nacional, a través de golpes de mano y una constante amenaza de
lo que nos espera en caso de no ceder a sus últimos caprichos, aunque éstos, en
el fondo, atenten contra nuestra precaria situación económica. Mucho se ha discutido sobre la
inconveniencia de sacar avante reformas constitucionales sobre las rodillas
(como la laboral, contable y hasta la energética); se ha exteriorizado el
repudio general de la población hacia el Presidente; una y otra vez se ha
levantado la voz, pero ni así hemos podido disuadirlo de sus terquedades. Por si fuera poco, sus
asesores de prensa gastan carretadas de dinero en spots televisivos tratando de
proyectar otra imagen que no le corresponde, pues cree que con anuncios mal
elaborados podría convencernos de que las reformas al vapor son la panacea que
aliviará todos nuestros males que precisamente él provocó con su errónea forma
de gobernar. Pero es obvio que ya nadie le
cree. Nadie ajeno al grupo de sus
panegiristas, que hoy afila sus fauces para devorar lo poquito que nos queda a
esta sociedad desangrada. Lo bueno es que cada día está
más cerca su salida. Movimiento
antorchista En sus orígenes, lo que hoy se
denomina Antorcha Campesina se desarrolló bajo los auspicios de Raúl Salinas de
Gortari cuando éste controlaba la Compañía Nacional de Subsistencias Populares
(Conasupo), y fue utilizado como grupo de choque dependiente del partido
tricolor para mantener el control de las comunidades agrarias y maniobrar
políticamente a favor de sus intereses. A esta estrategia seguramente
no fue ajeno Hugo Andrés Araujo de la Torre --uno de nuestros próceres
domésticos que ha jugado en las ligas nacionales--, quien por cierto desde hace
tiempo sólo alcanza a llegar a la antesala de las posiciones legislativas. El movimiento
antorchista ahora está por muchos lados, merced a que extendió sus brazos hacia
áreas urbanas (colonias populares, organizaciones civiles y de estudiantes), y
al parecer se roza con tendencias radicales, aunque sus manipuladores cuiden,
en principio, las formas de hacer política. Ahora, como antaño, esos
agitadores recurren a los plantones, tomas de predios, marchas, boteo, volanteo,
pintas y huelgas, como mecanismo de presión a fin de que la autoridad los
atienda y les dé la razón, que muchas de las ocasiones no tienen. El movimiento tiene presencia
marginal en Victoria; y en fechas actuales ha dado en abanderar protestas ajenas
a su núcleo y hasta en ofrecer la regularización de vehículos “chocolates”
–igualito que la UCD--, como si esta decisión correspondiera a un grupo de
facinerosos. Em@il:jusam_gg@hotmail.com
Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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