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A mis amigos les adeudo

Por: Javier Rosales Ortiz El Día Domingo 06 de Agosto del 2017 a las 16:13

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Copión, claro que soy, porque no evito dejarme seducir por la letra de esas canciones que junto con muchas imágenes me transportan al pasado y me lanzan a los brazos de amigos y amigas que la vida me puso para bien en el camino y que me abrieron los ojos, me toleraron y, sobre todo, se convirtieron en pilares para no dejar que el monstruo de la gran ciudad me comiera como a todo provinciano.

Les adeudo la ternura, y las palabras de aliento y el abrazo, el compartir con todos ellos la factura que nos presenta la vida paso a paso.

Y cómo no, me toleraron arrebatos, la negligencia, las vanidades y también los temores y, eso es suficiente para sacar de quicio al más centrado.

Mil disculpas al cantante y poeta argentino, Alberto Cortéz, porque uso sus letras para aderezar delicioso el encuentro que acaban de tener más de una docena de ex compañeros en la Ciudad de México de la generación 1977- 1981 de la carrera de Licenciado en Periodismo y Comunicación Colectiva de la UNAM.

Mientras escribo, de fondo pongo esta famosa canción que me recuerda la mirada y la sonrisa de cada uno de ellos que no ha variado, su porte, su facilidad de palabra y sus brazos protectores que me motivaron a adorar a los defeños, a los que erróneamente los provincianos conocemos como “chilangos”.

En las fotos de, este sábado, veo a Alicia, Carlos, Catalina, Lupita, Hugo, Jaime, José, Lulú, Luz María, Manuel, Margarita, Paty, Raquel , Raúl y Vicky , y cada uno de ellos me conquisto, tal vez porque les llamo la atención mi acento norteño o porque me notaron indefenso, titubeante y a veces irreverente.

De algunos de ellos puedo mencionar a Alicia, una simpática morena muy sociable y talentosa.

A Hugo, un chavo de gafas de complexión abultada que amaba pavonear su cadera al  pegajoso ritmo de la melodía tropical.

A Carlos, un rubio de barba que, según las chicas, era el galán del salón.

A Lupita, mujer delgada y de bellos ojos azules, lo que se sumaba a la buena vibra que regalaba a quien se cruzaba en su camino.

A Luz María, chaparrita y delgada pero buena para los coscorrones para quien se burlaba de su estatura.

A Raquel, quién a todo respondía “mínimo”, porque tal vez había algo más grande que esa palabra.

Y he dejado para el último a Catalina, quién fue galardonada con el premio nacional de periodismo, lo que significa que nuestros maestros pesaban varios lingotes de oro y merecen un crédito.

Y como no hablar de ellos, de Roberto Iglesias, panameño de origen, un gordo de casi dos metros vestido de overol de mezclilla y zapatos tenis amarrados de arriba hacia abajo, lo que denotaba su rebeldía.

De la argentina Alicia Poloniato, dura, estricta pero con esa cualidad tan grande que es hacer comunicación entre maestro y alumno.

Y de Lilián Liberman Shkolnikoff, cineasta de raíces judías que fue la primera en poner en nuestra mano una cámara de televisión que ahora nos sirve de instrumento.

Qué tiempos aquellos. Los viajes de estudio, las visitas a las pulcatas de Nezahualcoyotl para armar reportajes televisivos, las sesiones fotográficas, las tocadas, la bohemia y las mentadas que casi a diario usábamos en nuestro vocabulario.

Aun con todo eso, ellos nunca se enteraron de que en la avenida Juárez del D.F recibí una propuesta indecorosa cuando era estudiante.

Sí, me pidieron que modelara ropa interior pero a cambio de una sesión fotográfica de desnudos. No estuve orientado y la rechacé.

Años después me enteré que una periodista le pregunto a Carlos Monsiváís: ¿Haría usted un desnudo?. “Si es artístico… noooo”.

A estas alturas, por supuesto que estoy arrepentido.

Pero por distintos motivos no asistí a la reunión con mis ex compañeros, pero tengo comunicación con ellos y los invité a Ciudad Victoria, Tamaulipas, pero su respuesta ha sido negativa. Algunos han estado hace poco aquí y la movilización castrense los motiva a pensar que en esta capital hay toque de queda, igual que en todo Tamaulipas.

A mis amigos, a Paty y a Raúl, gracias por la invitación y a los otros que por la escasez de espacio no mencioné les digo que no han escapado de mi corazón, porque le dieron abrigo a un provinciano que no se sacaba las manos del bolsillo, por miedo.

Los extraño, los quiero y ya será en la próxima.

Porque a mis amigos, les adeudo.

Correo electrónico: tecnico.lobo1@gmail.com

Javier Rosales
Columnista en Tamaulipas. Su columna Anecdotario es publicada en diversos medios de comunicación.

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