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Sección: Editoriales / Golpe a golpe

¿Quién lo mató?

Por: Juan Sánchez 23/03/2014 | Actualizada a las 23:37h
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Han transcurrido (ya) dos décadas del homicidio de Luis Donaldo Colosio Murrieta --acontecido en marzo 23 de 1994--, pero ante la falta de interés por parte de la Procuraduría General de la República (PGR) para dar con el paradero de los autores intelectuales, sólo queda recordar su ideario y congruencia política, diluyéndose así todo reclamo de justicia.

Esto lo entiende la estructura del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en sus tres ámbitos: nacional, estatal y municipal, por lo que, en las ceremonias luctuosas no anunció ninguna exigencia para desempolvar el grueso expediente donde, se presume, aparecen políticos involucrados e investigadores policiales; tanto como efectivos de seguridad pública y del Estado Mayor Presidencial.

Incluso, la hipótesis de que Mario Aburto Martínez --hoy aún recluido en el penal de máxima seguridad de La Palma (otrora Almoloya)--, no fue el asesino (pese a su confesión ministerial), como su padre Rubén, quien está exiliado en la Unión Americana, lo ha repetido desde hace 20 años.

Esta indagatoria contempla otras versiones y líneas de investigación que tampoco han sido atendidas por la Fiscalía Especializada de la PGR, porque así lo habrían dispuesto (cada cual en su momento) los entonces inquilinos de la residencia oficial de Los Pinos: Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa.

De otra forma desde hace mucho habrían sido castigados quienes a Colosio le arrancaron la vida y, de paso, aniquilaron la esperanza de que se hiciera justicia social en México.

Le comento lo anterior, porque el reo (acusado del crimen) insiste en que no fue él quien disparó contra el (entonces) candidato presidencial; y dice que es sólo un “chivo expiatorio”. Igual que su progenitor lo repite en cuanta entrevista concede.

Las dudas

Cuando Luis Donaldo Colosio Murrieta fue ultimado --en la fronteriza y populosa colonia Lomas Taurinas (Tijuana)--, al momento, fue detenido el asesino material: individuo moreno, de nariz afilada, cabello quebrado, pómulos resaltados, bigote ralo y un lunar en la mejilla izquierda.

Más tarde en la delegación de la PGR que en esos días comandaba José Arturo Ochoa Palacios --posteriormente acribillado--, se presentó al sujeto presuntamente responsable del crimen --cuyas características con el homicida eran similares--, pero… con rasgos fisonómicos un tanto más diferentes: rostro más grueso, de cabello lacio, sin bigote, moreno claro y sin lunar.

Y minutos antes, dijeron testigos en la misma delegación de la PGR, fue liberado otro muy parecido a los anteriores, que resultó ser un agente del Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen). Su nombre: Jorge Antonio Sánchez Ortega.

Al respecto, el investigador Humberto López Mejía, sostuvo que: “La conjura consideró en su planeación, buscar varias personas que tuvieran un gran parecido físico y se habla de un sargento segundo del cuerpo de paracaidistas del Ejército Mexicano, que a veces suplanta a Aburto en la prisión de Almoloya”.

Sobre el mismo tenor vecinos de Lomas Taurinas dijeron haber visto a varios individuos (parecidos) descender de un vehículo horas antes del mitin priista, por lo que deducen que sí efectivamente, en esa paupérrima colonia, fueron “sembrados” varios Aburto, que conscientemente tuvieron que ver con el complot.

Con ambas versiones, cobra mayor fuerza la teoría de que un grupo de “clones” fue preparado por siquiatras especializados, para dar muerte a Colosio Murrieta, ya que sus movimientos fueron harto sincronizados.

Hasta el grado de que “ninguno” de los judiciales ahí presentes pudo darse cuenta de la sustitución.

Entre los Aburto (o “clones”), detectados por el también ex perito de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), siguen destacando:

1) Quien disparó en Lomas Taurinas, mientras sonaba “La culebra”;

2) El liquidado en un taller mecánico de Tijuana (Baja California);

3) Un agente del Cisen;

4) El que hoy está recluido en el penal de alta seguridad del estado de México;

5) Un egresado del Instituto Nacional de Ciencias Penales (INCP);

6) El agente de la Policía Judicial Federal (PJF), presentado por la PGR;

7) Un supuesto sargento segundo de paracaidistas; y

8) Otro sujeto aprehendido por narcotráfico en California, EU;

Y sobre los ocho, también, se han manejado varios nombres:

a) Mario Aburto Martínez;

b) Jorge Antonio Sánchez Ortega;

c) Antonio Martínez Estrada; y

d) Martín Antonio Gutiérrez Cantú (a) “El guamúchil”.

Lo cierto de todo esto, es que si observamos las fotografías de cada uno de estos ocho sujetos, podremos darnos cuenta de que sí, son muy parecidos en sus rasgos fisonómicos, por lo que no resulta descabellado pensar que se trata de “clones” adiestrados ex profeso.

 

Claro que los hay

La hipótesis de que hubo varios Aburto (quizá ocho) “sembrados” en Lomas Taurinas, tiene vigencia al comprobarse que algunas instituciones siquiátricas de México experimentan con personas que, tras un proceso de entrenamiento, son convertidas en “clones”.

Es decir, en gente automatizada que adopta una misma conducta (y tiene características fisonómicas similares no idénticas necesariamente y cuyas creencias y religión son estereotipadas), luego de recibir un lavado de cerebro.

Genéticamente los “clones” son copias celulares o tejidos iguales.

Pero el término ya ha sido adoptado por centros de investigación, al servicio de la KGB o CIA, para distinguir a sus ejércitos robotizados, que no atienden más instrucciones que las de su “controlador”.

Y no es cosa nueva.

Se lo comento así, porque después de concluida la Segunda Guerra Mundial, el doctor nazi Josef Mengele llevó a cabo un experimento --más conocido como “Los niños de Brasil”--, cuyo propósito era mejorar la raza alemana a través de la manipulación genética.

Pero igual de la manipulación ideológica.

Como su heredero en esta aberrante práctica surgió Cameroun.

Un médico que dio cobijo a investigadores alemanes en el Hospital McGuill, de Montreal (Canadá), donde se utilizaron como “conejillos de indias” a nativos soviéticos, chicos y norcoreanos.

Esa práctica, según investigadores, igual se realiza en México.

Por eso no descarto que en el caso Colosio, hayan intervenido más Aburto.

Sobre todo si comparamos los cuatro rostros, al menos, ofrecidos a la opinión pública por la PGR, sobre el homicida de Colosio.

¡Ah!, y por cierto, nadie tampoco nada dijo, ayer, sobre la muerte de al menos tres personas que participarían en el equipo de seguridad de Luis Donaldo; los crímenes de directivos policiales encargados de aclarar el homicidio y de los agentes ministeriales que conocieron del caso en su oportunidad.

Entonces, ¿hubo o no complicidad para cegarle la vida a Colosio?

Y así remato: ¿quiénes son los asesinos materiales e intelectuales verdaderos?

Es la pregunta que México entero se hace desde 20 años atrás.

Se hace camino al andar

*** Manlio Fabio Beltrones Rivera, es pieza fundamental para armar el rompecabezas.

*** Otro: Joseph Merie Cordova Montoya, quien fuera la materia gris del salinato.

*** Uno más: Manuel Camacho Solís, el instigador principal contra el sonorense.

*** Y no hay que olvidar a Ernesto Zedillo Ponce de León, aunque al señor de Los Pinos y al dirigente nacional priista, por hoy, lo que más les interesa es que el asunto quede en el olvido, porque, reabrir el caso, sólo les provocaría animadversión por su opacidad para esclarecerlo.

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Juan Sánchez Mendoza
Ha ejercido el periodismo durante más de tres décadas, alcanzado premios estatales en dos ocasiones; autor del libro "68. Tiempo de hablar"(que refiere pormenores del memorable movimiento estudiantil); autor de ensayos literarios; y reportero de investigación de tiempo completo, acá en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras y del continente americano.
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