Monterrey, México.- En su texto El Sistema Político Mexicano, Daniel Cosío Villegas explicó que la organización política del país durante gran parte del siglo XX destacó por un modelo de “…partido oficial, “no único”, pero sí predominante” además de “…un presidente de la República que contó con facultades y recursos amplísimos” que se extendieron a la esfera económica, geográfica, psicológica e incluso, moral.
Así, mientras se analizó al partido político como una “sucursal” de la presidencia, nuevos actores fueron posicionándose en el escenario político ocupando espacios de poder. Si bien es cierto que durante un tiempo se pudo considerar como omnipotente a la figura presidencial, el poder fue limitándose paulatinamente, “…obligándolo a proteger y favorecer sus intereses”.
El reacomodo de fuerzas obligó a los políticos a modificar las reglas del juego, transitando de un modelo vertical de toma de decisión personal a un modelo de negociación entre núcleos de poder. Ahora, cada presidente –tomando como referencia el caso de estudio de Cosío Villegas- debe desarrollar su estilo personal de gobernar, es decir, demostrar su personalidad, su carácter y el sello particular de su gobierno.
El tema ha sido abordado por diferentes actores en diferentes países. Jorge Santiago Barnés, experto en imagen política, menciona que la imagen personal permite percibir los valores más íntimos y esenciales de los que se compone una persona. Así, aplicándolo en el escenario político, hace referencia a Manuel López quien asegura que la imagen de un estadista se forma, principalmente, por la apariencia exterior que presenta.
Haciendo una revisión histórica de los presidentes en México, es posible analizar las administraciones a través del estilo personal de gobernar de cada uno de ellos. Desde el carisma de Adolfo López Mateos, la dureza de Gustavo Díaz Ordaz o la personalidad polémica de Vicente Fox, los presidentes mexicanos han demostrado que más allá de la deficiente institucionalización de la política mexicana, como menciona Lorenzo Meyer, las características personales que definen al titular del ejecutivo impactan en su modelo de gobierno.
La aprobación del presidente Peña Nieto alcanzó su mínimo histórico, con un índice de desaprobación del 66% como lo indicó el último estudio de Grupo Reforma. Por lo anterior, los próximos candidatos a la presidencia y el presidente/a electo deberán entender que ante el descrédito de la política en el país, su estilo personal de gobernar marcará el rumbo de su administración por los siguientes seis años.
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