Empiezo diciendo que la formación política no es un opción para los partidos políticos, sino una obligación. Y no, no es un sueño de opio. Para bien o para mal, el Código Electoral de Panamá, en el artículo 182 que habla de la contribución del Estado para gastos de partidos políticos y candidato a libre postulación, en el punto 2.1.4.c, habla de la educación cívico-política y que para estas actividades se destinará un mínimo de 50% del aporte anual, del cual al menos el 10% para el desarrollo de actividades exclusivas para la capacitación de mujeres. Esto aplica para el aporte posterior a las elecciones calculado en base al número de votos obtenidos.
Me atrevo a pensar que esta no es la única fuente de ingresos de los partidos políticos, pero de haber otras, son un misterio. Lo cierto es que la mitad está comprometida a la formación. Y no puedo decir que no la haya porque ignoro lo que ocurre dentro de cada partido, pero según se ve, hay fuertes indicios de que no.
Y no me refiero a esa formación doctrinaria, ideológica y caudillista que a duras penas crean sentido de pertenencia y empatía hacia el partido político. Sino a una formación de perfiles profesionalizados en política.
Señala el polítólogo Manuel Alcántara Sáez que “en primer lugar se encuentra la formación y capacitación en tareas del oficio de la política mediante el estudio de cuestiones que afectan a las ciencias sociales y jurídicas como a aspectos de la comunicación y la psicología. El arte de la política tiene un componente artesanal para el cual la intuición, la sabiduría convencional y el sentido común, siendo importantes, son insuficientes.
El conocimiento de grandes temas de la sociedad actual y de otros más específicos, e incluso técnicos, es una absoluta necesidad, así como el uso de herramientas para facilitar la capacidad discursiva y negociadora.
Los partidos pueden velar por el desarrollo de esta faceta, no tanto volviendo a las “escuelas de cuadros” cuanto controlando y velando por la capacitación real de quienes conforman sus candidaturas mediante la asistencia a centros especializados o a través de la realización de seminarios específicos”.
Los partidos políticos en Panamá y el resto de Latinoamérica son el medio de participación por excelencia, al menos en la intervención en la competencia electoral. Sin embargo, es el único escenario en el que se destacan. Poco a poco han ido creando una brecha en la relación con organizaciones civiles y de representación de alternativas a políticas públicas. Esto hace que no logren generar ni mantener confianza entre ciudadano.
Ante esta situación, los partidos políticos están obligados a incorporar herramientas formativas para poder competir con éxito. De esta manera, militantes y dirigentes pasan a segundo plano, dando lugar a profesionales que sepan interpretar las pretensiones ciudadanas, elaborar propuestas y convertirlas en mensajes.
La política no amerita más improvisación.
