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Sección: Editoriales / V de vendetta

Alzar la caja de las galletas

Por: Elsa Celis 03/04/2015 | Actualizada a las 22:00h
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Pareciera que México ha sido propiedad de diferentes grupos en el poder: españoles, criollos, revolucionarios, emperadores, casi emperadores, pseudo-populistas, tecnócratas, ricos…y en el futuro se avizoran faranduleros y vedettes.

En donde el común denominador ha sido el sentirse propietarios y no lo que en teoría se supone que son; “servidores públicos”.

La historia del titular de CONAGUA David Korenfeld, es ‘pecata minuta’ cuando hablamos del uso y abuso del poder; el cual no es exclusivo de la alta burocracia. Ya que si de recursos públicos hablamos, tendríamos que incluir a los legisladores y a los partidos políticos.

Igual de escandaloso es que un partido político reciba dinero en carretillas -por las prerrogativas- y que se gaste en forma dispendiosa. Como ejemplo, la vida de lujo a la que se someten sus dirigentes. Sin afán de ser anti AMLO (no hay que perder de vista los gustos caros de su “cachorro”).

Los que detentaron el poder en la primera parte de historia del país (españoles y criollos) casi borran de la faz de México todo lo que oliera a indio. Y lo de valor… se lo robaron.

Los revolucionarios; que en su mayoría provenían de extracto humilde, al llegar al poder se trasformaron en hacendados y se adueñaron de lo que pudieron.

Un presidente creyó que era dueño del palacio de Chapultepec y dispuso de un piano para regalar a su amante en turno.

Los tecnócratas partieron y repartieron hasta convertirse en la nueva casta de ricos del país. Slim es resultado de la amistad-sociedad con Salinas.

Los niños ricos del partido azul, pasaron de un estado económico privilegiado a un status casi de nobleza. Hicieron palidecer a los españoles al ponerse al tú por tú con ellos en el mundo de la explotación petrolera. Como una pequeña muestra: Oceanografía. Ya no mencionemos las familias Mouriño.

En contraparte: A un simple mortal (le apodan ‘persona física con actividad empresarial’) se le ocurre ejecutar gastos personales. Su pecado puede ser objeto de investigación ‘por lavado de dinero’, si dicho gasto fue de una utilidad no compartida previamente con hacienda.

Otro ejemplo. Un arrendador de un bien (rentero), debe pagar al fisco entre 30 a 40% de lo que obtiene, recurso que deberá ser empleado en el gasto público.

Pero es muy doloroso darse cuenta que “gasto público”, incluye pagar las erogaciones dispendiosas que se dan los legisladores y la grey política en general.

Pagar impuestos no es la cuestión; es la forma tan impune en que lo gastan los que lo reparten.

Un empresario no podrá jamás, deducir un gasto de representación en el caso de la negociación de una compra-venta. En cambio, sí puede ser gastada sin recato alguno en borracheras, viajes (y viejas, antiguo lema de L. Mateos) sin ninguna consideración por parte de los diputados –recordar la fiesta de los blanquiazules-.

Cuando un joven emprendedor (que se juega el todo por el todo por cristalizar un proyecto), contempla con desánimo y decepción, cómo un político gasta las prerrogativas o apoyos que otorga la federación –vía impuestos- al Congreso, partido político o funcionario de alto nivel, como lo es el caso del titular de la CONAGUA, es verdaderamente desmotivador. Debía tipificarse en la comisión de un crimen o delito sancionable con cárcel. Sin fianza ni fuero que les ampare.

Alguien aportó en medios, que era admirable que “Calderón viajara en clase económica en un avión comercial”.  Lo que realmente pasa: aunque cuenta con una ofensiva pensión vitalicia por encima de 200mil pesos mensuales, tienen un límite. Debe vivir con eso y por lo cual debe hacer rendir su presupuesto. Caso contrario; si fuera parte del sistema, rentaría su propio avión, que “al fin que lo pagan(mos) otros”.

Sería una buena área de oportunidad, que alguno de nuestros candidatos a legisladores, proveniente del estrato empresarial, pudiera empezar combatiendo este tipo de corrupción. Adoptar una causa de este tipo podría lograr la simpatía generalizada.

La transparencia tiene como fin, la auscultación del gasto público en general. Si se tipifica como delito grave, la tentación de ‘saquear la caja de las galletas’, sería irremediablemente erradicada del vocabulario gubernamental y de la función pública en general.

Dijo Mujica (ex presidente de Uruguay): “Hay gente que adora la plata y se mete a la política; si adora tanto la plata, que se meta en el comercio, que haga lo que quiera; no es pecado. Pero la política, es para servirle a la gente”

Elsa Celis

Es Licenciada en Administración de Empresas. Máster en Administración Pública

Editora de la Revista Viva Tamaulipas

Columnista de medios impresos, así como de diferentes portales electrónicos
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