Peña Nieto reconoció en entrevista con el diario británico “The Financial Times” el desencanto o ‘crisis de confianza’ (como lo llamó) que impera en la sociedad en general, en relación al sistema político Mexicano.
Esta aseveración no dista mucho de la realidad; si consideramos que el pueblo difícilmente puede dar crédito a casi todo lo que instrumenta el gobierno. “Si lo hace” porque lo hace y “si no lo hace” porque no lo hace: cada Gobierno se enfrenta ante la tremenda responsabilidad de trazar un eje, que al final, rinda frutos en el crecimiento económico de la nación; lo cual redundará en cambios sociales, educativos, de seguridad entre otros.
México, tiene a poco más de la mitad de su población ‘engarzada’ en algún tipo de pobreza. Como país, a la hora de negociar con los grandes inversionistas internacionales, poca libertad de maniobra le deja, el tener qué aceptar las condiciones imperativas de garantías a la inversión, que los dueños de la ‘lana’ impongan a esta nación que tiene hambre y muchas carencias.
Lo anterior sale a colación, ya que en algunos medios se filtra la probable aprobación de una Ley que permita un blindaje a los capitales extranjeros que decidan invertir en tierra mexicana, por encima de los intereses de los connacionales. A fin de dar certidumbre a los inversionistas y evitar el miedo por las expropiaciones o nacionalizaciones que se han llevado a cabo en nuestro devenir histórico, como lo hiciera Lázaro Cárdenas.
Dicha propuesta considera que los conflictos que puedan resultar de las relaciones comerciales entre la inversión extranjera (ya sea con el gobierno o la mano de obra), se deberán dirimir en una corte internacional; pues los grandes capitales tampoco confían en el sistema político y mucho menos en la probidad de los sindicatos. Quiere decir que cualquier ‘malentendido’ de conflictos económico-laborales, serán atraídos por la justicia internacional, antes que por las leyes de ésta nación.
Esta postura puede ser comprensible si lo analizáramos desde el punto de vista de quien decide apostar su capital en nuestra tierra. Sin embargo también podría dejarnos en desventaja o hasta en el desamparo, cuando una empresa no respete la normas de regulación de salud, medioambiental o laboral.
Visto desde un punto de vista práctico, si el principal problema que tiene México es garantizar la certidumbre laboral a su pueblo, suena lógica la medida precautoria. Sin embargo, malos ejemplos en otras latitudes (en la India), demuestran también que hay empresas económicamente irresponsables que llegaron ofertando mucho trabajo, pero que han sufrido accidentes como derrumbes de fábricas enteras, por no apegarse a las normas de construcción nacionales y menos internacionales.
El asunto es: la crisis de confianza no atañe solamente a Peña Nieto y su equipo: incluye al Congreso, en quien se sigue jugando el destino de la nación, a la hora de aprobar una ley ¿confiaremos en que esta vez piensen de forma desinteresada y voten de forma honesta, para defender nuestra nación y a su gente?
O quedaremos como en el pasado, a la deriva, en las manos de unos cuantos inversionistas, que pagan salarios mínimos sin derramar una gota de riqueza.
Sería sano que también se reglamente la obligatoriedad de la proveeduría local de bienes y servicios a fin de generar un círculo económico virtuoso.
Recuperar el camino de confianza, implica un gobierno que promueva la austeridad hacia dentro de sus altos funcionarios (incluidos congresistas).
Por lo pronto en lo local ya estamos en época electoral. Los partidos ya eligieron al más capaz y honesto (eso esperamos); habrá que ver a lo largo de los días, como los percibe la ciudadanía. Y a la hora de votar, no se inclinen por el que tenga más carisma sino por quien pueda tener la seriedad y honestidad de defendernos en la tribuna del país.
Las tendencias son más favorables a un solo partido. Quizá la experiencia sea su aval. El resto, es tiempo de demostrar que tendrían tamaños…
