Por: Clara García19/07/2013 | Actualizada a las 09:27h
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Ante
la banalidad que ha representado el concepto “civilización”, desde su
nacimiento en la época renacentista hasta nuestros días, han surgido
otros que responden a la necesidad de la naturaleza humana, como lo son
el concepto de lo “popular” y el “folklore”. El experto en estudios
culturales Néstor García Canclini señala que ambos conceptos están íntimamente
relacionados porque el folklore se ocupa de lo popular cuando sus expresiones
se masifican.
A manera de crítica, García Canclini señala que los folkloristas finlandeses
buscaban “el rescate como sentimiento melancólico del pasado traído al
presente”. Su escuela proponía abandonar el ejercicio teórico y fomentó la
catalogación y recolección. Esto ha producido una separación entre la
elaboración de productos artesanales y los contextos en que se da su
producción, ya sea en sus relaciones sociales y en la vida cotidiana de las
comunidades que los fabrica.
Existe una gran industria de artículos artesanales que responden a las
necesidades del mercado, donde lo folklórico se vuelve un sistema de
reproducción y control social que busca el consumo.
Así, la expresión de lo popular a través de los objetos que una comunidad
elabora para sus ritos o vida cotidiana queda descontextualizado al producirse
para fines de difusión y lucro, consumo o moda, provocando que lo popular, más
allá de ser rescatado, entre en un proceso que lo entremezcla con lo masivo.
Es común, señala García Canclini que muchas de las expresiones del folklor no
respondan a las tradiciones sino a políticas “institucionales, educativas o de
medios de comunicación”. Aunque la consistencia teórica está por alcanzarse,
señala García Canclini, para el estudio de lo popular es posible guiarse por
las propuestas de Antonio Gramsci.
Con la globalización se ha demostrado que la estandarización mundial ha llevado
a una reacción de muchas culturas locales donde “la masificación no ha logrado
abolir las culturas tradicionales”. Esta reacción es para Gramsci lo popular,
donde se dan las expresiones que son diferentes a lo hegemónico, pero que
muchas veces se desarrollan dentro de llamada cultura industrial, la que se
vive en las ciudades y dentro del proceso capitalista.
García Canclini explica que es un enfrentamiento entre quienes poseen los
saberes y procesos de producción frente a quienes reorientan masivamente la
vida cotidiana, como una lucha constante entre dos fuerzas.
Lo masivo, producto de esta era industrial, responde a una necesidad de atender
las demandas de una sociedad con altos niveles de consumo, así no solo la ropa
y los alimentos de deben producir en grandes cantidades, sino también todos los
productos que también otorguen satisfactores ya no solo materiales sino también
emocionales, que atiendan su espacio de ocio y entretenimiento; aquí es donde
nace la mal llamada cultura masiva.
Gilberto Giménez sostiene que en esta expresión existe un contraste, porque
mientras se asume que la cultura es el conjunto de expresiones humanas que
caracteriza a un grupo social, lo masivo se entiende como la acción de
estandarizar las expresiones humanas sin distinguir particularidades de grupos,
es decir, mientras la primera individualiza, la segunda homogeneiza; mientras
la primera tiene particularidades, la segunda generaliza.
Entonces, difícilmente se puede afirmar que exista una cultura de masas, porque
desde su origen hay una contradicción en la expresión. Sin embargo, en una
sociedad industrial que aspira a producir mercancías en grandes cantidades
pensando en un mercado mundial y global, la cultura de masas es una expresión
utilizable para señalar todos aquellos productos que intentan venderse como
expresiones humanas.
La intención de la cultura de masas, es por lo tanto producir a gran escala
productos y expresiones que contribuyan a estandarizar a una sociedad. El
propósito esencial de esta cultura es formar una imagen urbana y de clase media.
Estas características, en el plano económico, son fundamentales para afianzar
el sistema neoliberal que impulsan los grandes corporativos mundiales y los
países más poderosos.
Por lo tanto la masificación de la cultura, es en su origen una construcción
ideológica que persigue despojar a las sociedades de sus identidades
particulares para imponer modelos que uniformen a los grupos sociales y sean
estos más susceptibles al consumo.
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