Tampico, Tamaulipas.- Ángelo Digenaro Bravo Sánchez, un hombre con discapacidad visual que elabora diariamente sus propias galletas para venderlas en la vía pública, decidió apostar por el trabajo digno antes que permanecer en las esquinas solicitando limosna.

Perdió la vista a los 19 años tras caer de una estructura; hoy, a sus 38, asegura que comprendió que solo esforzándose podría transformar su realidad cotidiana. Aunque reconoce que la ceguera le cambió la vida por completo, logró capacitarse para leer Braille y más tarde aprender a preparar paquetes de galletas, que ofrece cada día en espacios públicos a 10 pesos.

Prefiere esta actividad, hecha con sus propias manos, antes que extender la mano en la calle, un acto que suele incomodar a algunos ciudadanos ante la presencia constante de personas pidiendo apoyo en cafeterías, restaurantes o plazas.

“Soy invidente desde los 19 años, ahorita tengo 38, (con el tiempo) nos enseñaron a hacer este tipo de galletas, la cual accedimos a hacerla para salir adelante”, precisó.

“No toda la gente está a nuestra disposición, ¿por qué?, porque te quieres cruzar una calle y pides el permiso, ‘oiga, discúlpeme, ¿me puede cruzar?’, y muchos te dicen que no; podemos hacer algo, pararnos en una esquina y pedir, regáleme un peso, regálame 10 pesos, y mucha gente sí te lo da, porque causas ternura, causas lástima, y que realmente no hay ternura, hay lástima, por querer apoyar, yo lo que preferí hacer es un negocio, yo mismo hago mis galletas para venderlas”, completó.

Su hijo, Joseph Digenaro Bravo Domínguez, lo acompaña cada día en la venta de los paquetes de galletas. A veces logran comercializarlos todos; otras, regresan a casa con ventas bajas, pero siempre con la convicción de seguir adelante con su proyecto.