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El talento es inútil si no sabes liderarte a ti mismo

Por: Alberto Rivera El Día Miercoles 12 de Noviembre del 2025 a las 21:52

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Durante muchos años pensé que el talento era un pasaporte. Que bastaba con tener ciertas habilidades, una mente rápida, una intuición aguda o un carisma natural para abrir puertas, conquistar espacios y construir destino. Crecí escuchando frases como “el que es bueno destaca” o “el talento siempre encuentra un camino”. Y, de alguna manera, las creí. Me aferré a ellas como quien se aferra a una verdad cómoda.

Pero la vida —esa maestra que no cobra, pero tampoco perdona— me demostró otra cosa: el talento no sostiene a nadie si no hay carácter.

Y el carácter no se improvisa. Se construye, se disciplina, se lidera.

La primera vez que entendí esto no fue en una crisis monumental ni en una derrota estrepitosa. No. Fue en un momento silencioso, casi íntimo. Una noche cualquiera, de esas en las que el cansancio emocional pesa más que el físico, empiezas a preguntarte por qué, teniendo tanto a tu favor, a veces sientes que no avanzas al ritmo que deberías.

Ahí lo comprendí: no era un problema de talento, sino de liderazgo personal.

Porque nadie te enseña que la mayor batalla de tu vida no será contra un rival político, un adversario profesional, una circunstancia difícil ni un golpe del destino. La batalla más determinante será la que libras contigo mismo: con tus excusas, con tus miedos, con tus hábitos, con tu dispersión, con tu ego, con tu propio sabotaje.

Y ahí descubrí algo que cambió mi manera de caminar en la vida: el talento es inútil si no sabes liderarte a ti mismo. Y lo digo con absoluta convicción: inútil. No es insuficiente. No es limitado. Es Inútil. Porque el talento solo te sirve para llegar, pero no para quedarte. Para impresionar, pero no para trascender. Para sobresalir un día, pero no para sostener una vida.

Con los años he visto de todo. He conocido personas con talentos extraordinarios, brillantes, capaces de resolver situaciones complejas con una sola mirada. Personas con una sensibilidad impresionante, ideas brillantes y una rapidez mental fuera de lo común. Y sin embargo, muchas de ellas quedaron a mitad del camino. No por falta de capacidad, sino por falta de dirección. Por falta de carácter. Por falta de disciplina. Por falta de liderazgo personal.

He visto también lo contrario: personas sin grandes dones, sin una chispa evidente, sin un talento espectacular… pero con una determinación férrea, con una ética de trabajo incansable, con una capacidad casi espiritual de mantenerse de pie aun en los días difíciles. Y esas personas, sin hacer ruido, sin presumir, sin brillar de inmediato, terminan avanzando más lejos que muchos “naturales”.

¿Por qué? Porque se gobiernan. Porque se sostienen. Porque aprendieron a liderarse antes de intentar liderar algo afuera. Liderarse a uno mismo no es un acto heroico. Tampoco mágico. Es profundamente humano, cotidiano, cansado, incómodo. Es levantarte cuando quieres rendirte. Es decirte la verdad cuando sería más fácil mentirte. Es renunciar a la versión que te da placer inmediato para elegir la que construye futuro. Es dominar tus miedos sin negar que existen. Es dejar de esperar que la vida te acomode lo que no estás dispuesto a ordenar.

Y ahí es donde el talento se vuelve irrelevante. Porque el talento no te disciplina. No te ordena. No te sostiene. No te salva. El talento no te levanta a las cinco de la mañana cuando prefieres dormir. No te da paz mental cuando la presión te revienta por dentro. No te mantiene humilde cuando el aplauso te seduce. No te sostiene cuando te quedas solo con tus decisiones. No te defiende a  ti mismo. Liderarte sí.

Y por eso, el liderazgo personal es la verdadera línea que divide a los que tienen historias que contar de los que tienen excusas que repetir. Es la frontera entre la intención y el resultado, entre el deseo y la acción, entre el potencial y la realidad.

Cuando uno aprende a liderarse, deja de competir con el mundo y empieza a competir con su reflejo. Deja de buscar aprobación externa porque encuentra un propósito interno. Deja de correr detrás de lo que brilla y comienza a caminar hacia lo que construye.

Ahí, en ese punto exacto, el talento —ese que a veces creemos que lo es todo— se ordena, se afila y se vuelve útil. Pero no antes. Nunca antes. Porque el talento sin liderazgo personal es como una espada sin quien la empuñe, como un mapa sin quien lo interprete, como un vehículo sin quien lo conduzca. Potencial sin dirección. Brillo sin fuerza. Promesa sin destino.

La verdadera diferencia entre quien sueña y quien trasciende no está en la capacidad, sino en el carácter. En la voluntad. En la constancia. En el acto radical y profundamente humano de gobernarse. Por eso, hoy lo digo con la certeza de quien ha vivido, caído, aprendido y avanzado: no es el talento lo que te lleva lejos. Es tu capacidad de liderarte lo que transforma tu vida.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.

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