Jesús Lavín, amigo leal y servidor ejemplar
Hay personas que, al mirar atrás, dejan su paso marcado con inteligencia, sencillez y afecto genuino. Jesús Lavín Verástegui es una de ellas. Hoy que concluye una etapa en el servicio público, me da gusto celebrar su trayectoria, reconocer su lealtad y desearle el mayor de los éxitos en todo lo que emprenda.
Si bien lo conocía desde hace muchos años, lo conocí más de cerca en la Universidad Autónoma de Tamaulipas. Ahí coincidimos en ese espacio donde la docencia y la investigación se viven con pasión. Fui testigo de su entrega, de su amistad entrañable con Enrique Etienne y del cariño con que cuidaba cada proyecto y cada estudiante. En su facultad y en su centro de investigación se respiraba el orden, la disciplina y la alegría de quien entiende que enseñar es transformar.
Jesús tenía un talento natural para identificar personas brillantes. Desde la universidad reconocía en sus alumnas y alumnos ese fuego interno que anuncia vocación y les abría oportunidades reales. Creía en ellos por mérito, sin atender recomendaciones, convencido de que el futuro se construye con capacidad y no con influencias. Muchos de esos jóvenes crecieron profesionalmente gracias a su impulso, y todavía hoy lo recuerdan con gratitud.
En el gobierno mantuvo esa misma esencia. Pasó por áreas complejas y estratégicas, y en todas supo combinar la firmeza con el buen trato. Decía las cosas como eran, con claridad y respeto. Como Secretario de Finanzas destacó por resultados tangibles, en su comparecencia ante el Congreso estatal presentó cifras históricas de recaudación y la modernización de las cuarenta y tres oficinas fiscales. También habló de eficiencia administrativa, control del gasto y transparencia, con una serenidad que solo dan la experiencia y la convicción de haber hecho bien las cosas. Sus logros también fueron resultado de formación académica, experiencia y método.
Algo que siempre lo distinguió fue su lealtad. Lealtad al gobernador Américo Villarreal y a su familia, lealtad a su gente y a sus principios. En tiempos donde eso escasea, su fidelidad no pasó inadvertida.
Jesús Lavín Verástegui es además un hombre que disfruta la vida. Amante de la caza, bohemio, de buen diente y de conversación cálida, supo construir amistades sinceras en cada etapa de su camino. Pocos pueden presumir haber transitado por cargos de tanta responsabilidad sin señalamientos y con el cariño intacto de quienes lo rodean.
Hoy esta columna no es una despedida sino una felicitación. Me da gusto ser su amigo y reconocerle lo que ha construido con talento, integridad y corazón. Le deseo lo mejor en lo que venga, porque donde esté seguirá dejando huellas firmes, honestas y humanas. Y si lo que desea es descansar, bien merecido lo tiene.
¿Voy bien o me regreso?
Placeres culposos: Una torta de la barda o unos huevitos con Chochas en honor a mi amigo.
David Vallejo
Politólogo y consultor político, especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España. Ha sido profesor, funcionario estatal y federal, así como columnista en Veracruz, Tamaulipas y Texas. Escritor de novelas y cuentos de ficción. Además, esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.
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