Sanae Takaichi habló ante el país con la serenidad de quien comprende el peso de un instante histórico. El 4 de octubre de 2025 ganó el liderazgo del Partido Liberal Democrático y se colocó en la ruta para convertirse en la primera mujer en encabezar el Gobierno de Japón. Su victoria trascendió fronteras porque simboliza algo más que un relevo político, la irrupción de una voz femenina en un poder que durante generaciones fue un espejo masculino.

En su discurso, pronunciado ante colegas y periodistas, Takaichi prometió obrar sin descanso por el bienestar del pueblo y habló de una nueva era para Japón. Afirmó que el servicio público requiere entrega total y dijo que ha abandonado la expresión “equilibrio entre vida laboral y personal”, pues está dispuesta a sacrificar su vida privada por el trabajo y pidió a todos esforzarse con la misma intensidad. Fue un acto de sinceridad política, una declaración de entrega personal frente a la responsabilidad histórica. Confirmó además que integrará un gabinete con presencia femenina al nivel escandinavo, una promesa que de cumplirse colocaría a Japón en otro plano de paridad. Reorganizó la cúpula de su partido al nombrar a Taro Aso como vicepresidente, a Shunichi Suzuki como secretario general y a Haruko Arimura al frente del Consejo General, única mujer entre los nuevos cargos, reflejo de su intención de abrir espacios sin fracturar la estructura interna.

Takaichi pertenece al ala conservadora del sistema político japonés. Fue discípula de Shinzo Abe, con quien compartió la idea de revitalizar la economía mediante estímulos fiscales y una política monetaria expansiva. Es crítica del ascenso militar de China, defensora de un Japón más firme en su proyección internacional y partidaria de reforzar el gasto público. En temas sociales su pensamiento mantiene rasgos tradicionales, pues defiende la norma que impide a las parejas casadas conservar apellidos distintos y se muestra cauta ante el matrimonio igualitario. Aun así, su promesa de paridad ministerial ha despertado expectativas y también el anhelo de un cambio cultural que supere los límites del simbolismo.

Japón ocupa actualmente el lugar 118 del Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial (2025). Según ONU Mujeres y la Unión Interparlamentaria, apenas el 15.7 % de los escaños en la Cámara de Representantes están ocupados por mujeres. En el mundo, las mujeres detentan el 27.1 % de los asientos legislativos, el 22.9 % de las carteras ministeriales y 29 países cuentan con jefas de Estado o de Gobierno. Las cifras revelan que la política aún avanza con desigualdad, aunque cada nueva victoria erosiona un poco el viejo equilibrio.

México ofrece un espejo inspirador. Desde la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia en 2024, el país consolidó su estatus como referente en paridad política. El informe del Foro Económico Mundial ubica a México en el puesto 23, con 77.6 % de paridad alcanzada. En el Congreso, hombres y mujeres ocupan proporciones iguales desde 2022, y el gabinete federal mantiene equilibrio de género. Trece entidades federativas son gobernadas por mujeres, hecho inédito en la historia nacional. El avance, sin embargo, aún convive con brechas en la participación económica y una distribución desigual del trabajo de cuidados. La democracia paritaria abrió puertas, falta convertir la equidad institucional en equidad cotidiana.

El contraste entre Japón y México demuestra que la igualdad política depende de una arquitectura institucional y cultural que sostenga el cambio. Reglas de postulación, financiamiento equitativo, sistemas de cuidados, educación cívica y evaluación pública son las vigas que transforman un logro individual en estructura duradera. Japón vive una transición cargada de esperanza, mientras México muestra que la ingeniería de la ley puede acelerar la historia.

El discurso de Takaichi deja una estela de propósito. Cuando prometió una nueva era lo hizo con la convicción de que cada reforma se mide en bienestar y en justicia. Dijo que servir al pueblo es una deuda moral y ese tono resulta necesario en un tiempo en que la política suele ser sinónimo de cálculo. Su liderazgo, si persevera, tendrá que traducir emoción en política pública, promesa en presupuesto, palabra en presencia.

Japón, al verla, se mira en un espejo distinto. Ella representa la posibilidad de que las niñas crezcan seguras de su lugar en la historia, de que el poder se vuelva territorio compartido. El futuro la observará con la misma exigencia con que ella habló esa noche, servir sin descanso.

La igualdad real llegará el día en que estos titulares pierdan dramatismo, cuando sorprenda más la eficacia que el género, cuando la noticia sea el resultado y no la excepción. Ese día la democracia habrá alcanzado madurez y las palabras “primera mujer” quedarán como un recuerdo amable de un mundo que aprendió a verse completo.

¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la inteligencia artificial o el machismo lo permiten.

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David Vallejo

Politólogo y consultor político, especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España. Ha sido profesor, funcionario estatal y federal, así como columnista en Veracruz, Tamaulipas y Texas. Escritor de novelas y cuentos de ficción. Además, esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.