La mente tiene un mecanismo curioso: siempre busca confirmar lo que cree que es cierto. Ese sesgo de confirmación puede ser un aliado o un saboteador. En la vida diaria, especialmente en el amor y en el dinero, lo vemos con claridad.

Cuando creemos que necesitamos algo para ser felices, esa necesidad se convierte en un peso que lo aleja de nosotros. Quien vive preocupado por perder a su pareja termina sembrando desconfianza. Quien se obsesiona con el dinero desde la preocupación proyecta carencia. La paradoja es simple: no se trata de necesitar, sino de aprender a preferir y disfrutar. Lo que necesitas te esclaviza; lo que disfrutas te libera.

Algo parecido ocurre con el amor propio y el valor personal. Nadie nos va a dar lo que no hemos aprendido a darnos a nosotros mismos. El mundo funciona como un espejo: si no nos amamos, difícilmente alguien lo hará por nosotros; si no nos valoramos, nadie lo hará en nuestro lugar. Cuando transmitimos valor desde dentro, conectamos con las personas que vibran en la misma frecuencia.

Por eso es vital descubrir el propio valor único. Quien se percibe como “uno más” vive atrapado en la comparación y la competencia. Pero quien reconoce lo que lo hace especial deja de tener rivales: se convierte en la mejor opción, ya sea frente a un cliente o frente a una pareja. El verdadero éxito, en el amor y en el dinero, empieza cuando dejamos de preguntarnos cómo sobresalir frente a los demás y comenzamos a reconocer qué nos hace irrepetibles.

La abundancia surge cuando aportamos desde un lugar de plenitud, no desde la carencia. Dar con la esperanza de recibir algo a cambio es un negocio disfrazado. Pero cuando nos sentimos completos y compartimos desde esa completitud, lo que damos se multiplica. Amor y dinero fluyen hacia quienes aportan con autenticidad, no hacia quienes esperan que alguien les devuelva lo que creen que les deben.

Porque tanto el dinero como el amor huyen de la victimización. Nada los aleja más que la queja constante o el reproche. En cambio, son magnéticos para quienes tienen una mentalidad de riqueza: aquellos que ven el vaso medio lleno y confían en que puede llenarse aún más. El triunfador se pregunta cómo puede ganar; el perdedor solo busca cómo no perder. El primero abre puertas, el segundo las cierra con miedo.

Y, finalmente, está la trampa de la competencia. Creer que hay demasiados haciendo lo mismo es pensar desde la escasez. Pero cuando uno entra en contacto con su valor único, la competencia desaparece. No porque no existan otros, sino porque uno entiende que no está compitiendo con nadie: está atrayendo a quienes son ideales para su camino.

En el fondo, tanto el amor como el dinero responden a la misma lógica: son atraídos por la plenitud, por el valor propio y por la visión de abundancia. Mientras más creemos que los necesitamos, más se alejan. Pero cuando entendemos que no nos definen, se convierten en aliados naturales de una vida plena.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.