Mis abuelitos
Hace días fue el día del Abuelito. Confieso que yo poco conviví con mis abuelitos: de mis abuelitos paternos, no conocí a mi abuelito porque murió cuando mi papá tenía como cuatro años; si a mi abuelita Francisca, que vivió en el ejido Santajuana de Padilla. Para visitarlos había que ir en caballo, carreta y cruzar el rio. De mis abuelitos maternos, conocí muy poco a mi abuelita, solo de pequeño y a mi abuelito José, a ese sí, lo vi muchas veces en Campoamor. De ambas abuelitas tengo historias que son parte de mi vida.
Emociona leer y escuchar palabras emotivas sobre los abuelitos. Sobre lo que significan y representan en una familia; aunque también historias que hacen llorar, como esa que circula en redes, del que vivía en un asilo, solo, nadie lo visitaba hasta que un día tuvo el acierto de alquilarse como abuelito y la vida le cambio, cambio a muchos y hasta al propio asilo… espero que sea cierta. Y, por otra parte, esta complicado que algún día me convierta en abuelito: mi hija un día me dijo: cuida a Benito, va a ser lo más próximo a un nieto.
MI ABUELITA MARIA.
Mi abuelita materna la conocí pocos años y fueron los suficientes para impactar en mi vida. Siempre que puedo apunto que me secuestro y gracias a eso cambio mi vida. Resulta que la maestra de Campoamor todos los viernes regresaba a Victoria a pasar el fin de semana con su familia (al paso del tiempo dos de sus hijos fueron mis alumnos en la universidad). Y el lunes, ahí estaba de nuevo: para cubrir la semana laboral dando clases.
Como siempre busque ser amigo de mayores, un día me invitó a venir a Victoria, me llevó con mis abuelitos al 13 Aldama, frente a la iglesia de San José. Se hizo rutina y en unas vacaciones grandes me quede todo el tiempo y ya no regrese a Campoamor. Mi abuelita me inscribió en la Escuela Victoria, volví a empezar a los 8 años la primaria. Así fue como llegue y me quede a vivir: solo en las vacaciones me regresaba al ejido. De eso, hace ya muchos años. Fue, en toda la extensión, un secuestro que luego género que mamá y mis hermanos se vinieran a la ciudad y ellos también estudiaron.
MI ABUELITA FRANCISCA.
Francisca Ordoñez fue mi abuelita. Era de carácter fuerte, quizá por eso cuando papá se enojada decían: le apareció lo Ordoñez. En fin, con ella tengo dos anécdotas. Estando como en tercero de primaria, ya convertido en un comerciante (vendedor de chicles y bolear) un día no sacaba nada, ni para comprar un taco y tenía mucha hambre: así que fui a su casa, vivía en el 4 y 5 Juárez, y le pedí un taco: me lo dio, pero hizo un comentario que me molestó: “Si estuvieras en el rancho, con tus papas, no batallaras para comer”. Le contesté: pero allá no puedo estudiar.
En fin, ella luego se fue a vivir a Reynosa con sus familiares y deje de verla… solo cuando venía a Santajuana y papa nos llevaba, obvio en vacaciones. Pasaron los años un día tuve en mis manos las invitaciones de mi graduación universitaria: y que me arranco hasta Reynosa, le di la invitación, yo feliz porque cumpliría con un sueño. En fin, no vino y hasta después de la ceremonia, me dice mi papa: Tu abuela no pudo venir, que está un poco mal de salud, pero que vayas al ejido por un becerro para que hagas una comida. Y se hizo: Andrés Pesina, vecino, me prestó el local de ganadera (13 Coahuila), una compañera se llevó las mesas y las sillas de la secundaria donde su papa era el director… y claro, mis tías que vivían en Victoria hicieron la comida.
MI ABUELITO JOSE.
Mi abuelito José, el papá de mamá, vivió muchos años en Campoamor. Al pasó de tiempo se volvió a casar, con una mujer joven, así que tengo tíos que son menores que yo. En una ocasión en que fui a visitar a papá, no estaba y me fui al tanque (parcelas) y en el transito me lo encontré con uno de sus hijos: después de los saludos y la plática, se dirige a su hijo (mi tío) y le dice: mira las manos de Meli, no tienen callos, y mira las tuyas, todas maltratadas, eso te pasa por no querer estudiar, tienes que trabajar con tus manos… y él trabaja con su cabeza, con su mente… y pues sí, ser profesor y escribir, es trabajar con la mente
ENVIDIA.
Siempre que vemos a un amigo y que observamos, notamos pues, que dispone de cosas o momentos distintos a los de uno, le decimos: te envidio y agregamos, de la buena… quiero ser como tú. En mi caso, no disfrute a plenitud a mis abuelitos: no sé lo que es la relación de un niño con su abuelito y creo que no tendré esa oportunidad. Sin embargo, ya con los años, me quedo con la explicación que Marte R. Gómez en una carta le da a su hijo: Uno no debiera vivir tanto, a mi edad… ya no tengo amigos: tú te vas con tus amigos y con mis nietos no les aguanto el ritmo, me canso, solo me queda releer los clásicos.
Melitón Guevara Castillo
Licenciado en Administración Pública (UAT), Doctor en Comunicación y Periodismo (Universidad de Santiago de Compostela).
Profesor Emérito de la UAT. Líder del Grupo de Investigación “Democracia y Comunicación Política” de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales (Victoria, Tam.,).
Representante en Tamaulipas de la Red Nacional de Investigadores de la Calidad de la Democracia.
Escribe la columna política DESDE ESTA ESQUINA, desde 1984 en El Diario de Cd. Victoria y actualmente en Hoy Tamaulipas.
Para que HOYTamaulipas siga ofreciendo información gratuita, te necesitamos. Te elegimos a TI. Contribuye con nosotros. DA CLIC AQUÍ