México en la revolución educativa
LO CLARO. La formación humana, en el sentido estricto debe contar con una alta preparación educativa; con ingredientes que le complementan: convivencia social, disciplina y desarrollo de habilidades y competencias para alcanzar su máximo potencial en beneficio propio y de su entorno.
De esta forma, la Universidad Autónoma de Tamaulipas promueve la integralidad de todos los aspectos que fomentan el ser.
La UAT tiene en su catálogo de apoyo a la eficiencia educativa del futuro profesionista, una gama de ofertas deportivas, cultural y de servicios educativos que promueven a sus educandos.
Para el nuevo ciclo que arranca, tienen grandes alternativas que han forjado valores que hoy son representativos de nuestra comunidad.
En karate, judo, esgrima, softbol, basquetbol, box, futbol entre muchas otras.
Edith de Leija, mejor jugadora de softbol FMB 2024; David “la amenaza” Torres, estrella del pugilismo; el judoca Lalo Sagástegui, medallista de Panamericanos 2025 son ejemplos de las habilidades y potencialidades que tienen las promesas tamaulipecas UAT.
LO OSCURO. No es un título peyorativo el de esta entrega. La última transformación real que ha vivido en todos los ámbitos nuestro país, proviene de aquella confrontación ideológica que por década y media tocó a todas las instituciones arcaicas existentes en nuestro país.
La educación es uno de esos pilares, cuya transformación quedo atorada… en la revolución mexicana.
El modelo educativo imperante para el aprendizaje –hoy hablemos de la educación media y media superior- considera una muy observable obsolescencia, comparada a la necesidad del mundo. Lo que tenemos… es de otro siglo.
En México, durante décadas, los estudiantes de secundaria eran identificados por colores en sus uniformes, lo cual representaba su nivel de preparación técnica. Esa señal externa era mucho más que un distintivo escolar: implicaba que, al concluir la educación básica, muchos jóvenes estaban destinados a integrarse directamente como mano de obra en industrias y talleres.
Este esquema tenía sentido en la segunda mitad del siglo XX, cuando el país buscaba consolidar su planta productiva. El objetivo era claro: formar operarios disciplinados para sostener la manufactura nacional. Pero hoy, en pleno 2025, el modelo ha quedado corto frente a la transformación tecnológica y las exigencias de la economía global.
En el ciclo 1990-91, apenas el 75 % de quienes concluían la secundaria avanzaban a media superior; para 1998-99 la cifra alcanzó el 95 %. Sin embargo, solo un 8 % optaba por el CONALEP, creado en 1978 como modelo de formación técnica. Ese sistema llegó a contar con más de 200 planteles y 100 000 estudiantes, además de 900 planteles de educación tecnológica media con más de 650 000 alumnos.
El reto persiste: en 2020-21 la tasa de deserción en media superior fue de 10.8 %; aumentó a 11.6 % en 2021-22 y se redujo a 8.7 % en 2022-23, mostrando la fragilidad del sistema frente a crisis como la pandemia. A nivel nacional, el promedio de escolaridad es de 9.2 años y apenas el 70 % de los jóvenes concluye la secundaria.
Mientras México mantiene un currículo rígido y materias de escasa aplicabilidad, en Europa funcionan modelos como el sistema dual alemán, donde los alumnos dividen su tiempo entre la escuela y prácticas en empresas. Este modelo, también vigente en Austria, Suiza y Francia, garantiza la adquisición de competencias reales desde la etapa de formación.
Otra innovación es el concepto de “learning factories”, fábricas educativas donde los estudiantes trabajan en entornos productivos simulados, combinando la teoría con proyectos de innovación tecnológica.
En contraste, en México, la Telesecundaria -creada en 1968 para comunidades rurales- y el propio CONALEP muestran esfuerzos por modernizarse, pero aún están lejos de convertirse en motores de transformación cognitiva para el país.
De acuerdo con la OCDE, más del 70 % de los profesores de secundaria en México ha recibido formación en uso de tecnologías digitales, por encima del promedio internacional. Sin embargo, ese capital docente no se traduce en un currículo útil: los alumnos siguen enfrentando contenidos rígidos, desconectados de los retos del mundo real.
El desfase se refleja en una generación que sabe aprobar exámenes, pero no resolver problemas prácticos, que domina teorías obsoletas mientras carece de herramientas para innovar en entornos cambiantes.
La discusión ya no puede centrarse en si los estudiantes aprenden listas interminables de materias, sino en si cuentan con habilidades para adaptarse, colaborar y crear valor en la economía digital.
El color del uniforme dejó de importar hace décadas. Lo que hoy distingue a un alumno no es su lugar en una jerarquía escolar diseñada para fábricas, sino su capacidad de reinventar procesos, generar soluciones y transformarse en protagonista de un mundo en constante reinvención.
COLOFÓN: ¿Qué hace falta para imponer ese cambio que evolucionaría la educación? ¿Una nueva Elba Esther? O que nos lo mande decir Trump.
@deandaalejandro
HECTOR ALEJANDRO DE ANDA CORTEZ
Colabora en medios impresos y en portales informativos electrónicos. La Columna Claroscuro se publica desde 2007
La columna Claroscuro se publica desde el 2007 en los mismos medios, trisemanal.
Especialmente tocamos temas económicos y de política en general.
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