Una confesión inesperada
Hace años un amigo en confianza me contó una muy interesante anécdota, queriéndose desahogar por haber pasado un momento que no tenía esperado, pero que lo sorprendió enormemente. Aun habiendo ocurrido hace años, perfectamente pinta un panorama que actual y lamentablemente se entiende y se vive.
En algún momento me había pedido que lo relatara en una columna, para efectos de dilucidar más el contexto que vivimos en nuestro país. Quizá ya tardía pero no menos relevante, cumplo con narrarla.
Carlos “N” se encontraba en una fiesta de cumpleaños celebrando a un amigo, de pronto se acercó una camioneta grande y llamativa, de ella se bajó una persona que él mismo conocía pero que no había visto hacía tiempo. Se saludaron y muchos silenciaron cuando vieron llegar a tal persona.
Era Mario “X”, alguien que se sabía pertenecía a un grupo delincuencial que dominaba la plaza y el estado en su tiempo. En un momento Mario se puso a platicar con Carlos y le pidió que si lo podía acompañar a un mandado. Carlos confiesa que no quería ir por sentir miedo, pero tampoco quería que Mario se lo tomara a mal si lo rechazaba.
Mario le dijo que solo irían por más cerveza y que no se preocupara, que él le daba su palabra que no sería más que eso y que quería platicar algo con él. Nervioso y con miedo, pero accedió, se subieron a la camioneta y partieron de la fiesta. Una vez en camino, Mario le dijo que quería platicar con alguien que no fuera de su círculo y que a su vez fuera y como lo es hasta ahora Carlos, conocido por ser una persona muy honesta e idealista.
Mario le confesó que él leía artículos de Carlos, ya que en un tiempo fue periodista, y que siempre le gustó su estilo, le comenzó platicando que él se sentía en ese momento muy triste y confundido, por cosas fuertes que le habían sucedido relativo a cuestiones de su encargo en la “compañía.”
Le dijo que sabía que él había llegado a un punto de un definitivo no retorno y que contemplaba hasta su futura muerte, Mario tenía un encargo específico en su momento dentro de la compañía, era un mando, como así le llamaban, por una confusión y porque le habían puesto el dedo para fregarlo, habían asesinado a dos personas que trabajaban con él y que eran inocentes y eso le había podido mucho.
Carlos le dijo que él no quería saber de detalles y anécdotas de su chamba, aún con miedo se lo pidió. Mario le contestó que solo era para darle contexto del porqué se encontraba en ese estado y que platicarle a él era una manera de confesión a una persona que admiraba por ser muy íntegro.
“En verdad te admiro por tu integridad y espero y nunca cambies, vivimos en un país muy corrupto y por eso es difícil mantenerse con idealismos. Vas a decir que viniendo de mí parte eso puede sonar muy mamón o contradictorio debido a lo que me dedico, pero en verdad así es, necesitamos más gente con ideales e integridad.
Yo por un error en mi vida me vi involucrado en estos menesteres y ahora sé que es algo que muy seguramente me costará mi vida, no es que no lo supiera, pero cada vez me queda más claro y lo siento más cerca. Pero así es esto, uno quiere andar en la maña y esas son las consecuencias, yo o nosotros que nos dedicamos a esto sabemos que así es, no hay falla, pero los que sí están muy cabrones son los cínicos políticos y el sistema de gobierno y autoridades que son muy corruptas y dobles caras, esos son la verdadera mafia.”
De allí Carlos platica que Mario le cuenta un suceso que vivió y que resumiría mucho de lo que le afirmaba.
Mario fue convocado a otro estado donde radicaban en ese momento los que él llamaba jefes grandes. Después de varios días con actividades que le encargaron, lo escogieron para una misión especial. Le dijeron que tenía que llevar un encargo a “x” destino, que no preguntara nada, le dieron una ubicación y solo le pidieron que cumpliera, que si algo salía mal le costaría la vida a él y al otro acompañante al cual también le habían pedido que fuera.
Comentó que en la parte trasera de una camioneta cerrada en la que viajaban, venían unas maletas, con nervios, pero acordado entre los dos se fijaron y vieron que estaban llenas de dólares. Entre carretera y brechas iban llegando al destino, pero al hacerlo los dos se sacaron de onda muy fuerte al ver unas camionetas a lo lejos.
Llamaron para reportarlo y la contestación fue contundente, “Ustedes cumplan y no hagan preguntas, dejan el encargo y se regresan y punto,” les contestó firmemente uno de los jefes. Las camionetas eran de la marina y mientras más avanzaron llegaron a un claro en donde estaba un helicóptero. Rodeados de elementos uniformados procedieron a bajar las maletas y entregárselas.
“póngale a la chingada sin detenerse” les gritó uno de ellos,
En lo que regresaban vieron cómo el helicóptero despegaba. Carlos comentó que la última parte de la confesión fue que ese dinero iba para la Cd. de México para uno de los mandos altos de esa corporación. Supo después que las maletas llevaban al menos 4 millones de dólares.
Un par de años después de esa inesperada confesión, Mario fue “levantado” para nunca más aparecer.
Y otros tantos años después, al fin cumplo mi palabra dada a Carlos.
Vivimos en un entorno complejo como país desde hace muchos años atrás, no es cuestión de echar culpas por preferencias políticas, gustos o ideales, es un acto de reconocer el trasfondo e historia que nos han llevado a vivir nuestro presente. Nunca se generaliza pero si es un hecho que falta muchísimo por hacer, es una gran tarea y de todos.
Recientemente escribí una columna con reflexiones al respecto, y si concuerdo en algo que dijo el tal Mario “X”, los que escogieron el camino de la delincuencia como forma de vida, saben a lo que le tiran, podrán existir jóvenes ingenuos pero una vez adentro eso se quita. Las consecuencias son fuertes, cárcel o cadáver, salvo aquellos en menos cantidades quienes la libran.
Pero al ser autoridad y estar inmiscuido, es generar una doble moral, por qué acá la narrativa es de salvaguardar y cumplirle a la sociedad pero haces lo contrario, ¿dices que me defiendes pero pactas con quién aseguras combatir?
Uno se harta de ver y vivir con tanta incongruencia y tanto encono social, político, familiar, etc., llámenme cursi pero siempre abogaré por el amor y la hermandad. Por lo mismo no escribo solo para criticar, sino para generar momentos de reflexión que se puedan convertir en actos de renovación espiritual o de redención intelectual.
Se dice que no hay mal que dure cien años, pero si no terminamos de comprender las lecciones que la vida nos da y peor aún, si insistimos en continuar descartando el bien hacer y/o alimentando el mal, pues entonces hasta siglos pasarán.
Reflexión
Cuando los hechos lo dicen todo, las explicaciones solo sirven para colorear.
Jorge Alonso Infante Alarcón
Carrera Licenciado en Relaciones Internacionales.
Maestría en Administración Pública en la U.A.M. Francisco Hernández García (U.A.T.)
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