Con una medalla de plata y la frente en alto, fue el regreso de una campeona tamaulipeca
Reynosa, Tamaulipas. - La joven cadete de Río Bravo, Cahtheryne Turrubiates Saldívar, eligió volver a casa como siempre lo ha hecho, con los pies en la tierra, con la frente en alto y el corazón lleno de gratitud; no hubo caravanas ni fue recibida por funcionarios o cámaras de televisión.
Con una medalla de plata colgada al cuello —ganada con esfuerzo en una competencia nacional del Pentathlón, en la disciplina de lanzamiento de disco—, ‘Cata’, como cariñosamente le llaman, no se dirigió a ninguna ceremonia ni acto público. Su primer destino fue el puesto de hot dogs que atienden sus padres en las calles de Río Bravo.
Ahí, entre el vapor de la plancha y los saludos de los clientes, abrazó a su padre. No hizo falta decir mucho. En ese momento, el metal brillante en su pecho encontró su verdadero valor: no como trofeo individual, sino como símbolo de una historia tejida con trabajo, sacrificio y amor familiar.
Más que una atleta destacada, Cata es un ejemplo de humildad. Ella sabe que su triunfo nació también del esfuerzo silencioso de sus padres, quienes con jornadas largas y sin descanso, costearon uniformes, traslados y entrenamientos. Por eso, su regreso no fue una celebración pública, sino una forma de decir: "Esta medalla también es suya."
En tiempos donde los logros muchas veces se miden por la cantidad de aplausos, la historia de esta joven recuerda que la verdadera grandeza no grita: actúa con sencillez, honra sus raíces y no olvida de dónde viene.
Cata no sólo lanzó el disco con fuerza en la competencia. También lanzó un mensaje poderoso a su comunidad: los sueños se alcanzan con trabajo, disciplina y, sobre todo, con humildad.
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