La gran tormenta que se avecina…
Hay de tormentas a tormentas, ejemplo, la que se vivió en Tamaulipas con Barry y la que está azotando y azorando a los connacionales en el vecino país del norte.
De este lado de la frontera Barry azoto y con su fuerza inundaciones provocó, carreteras cerro y arboles derribo. Mientras que el Presidente de Estados Unidos ya anunció una ley con la cual una gran tormenta se les avecina a los migrantes.
Y es que, en pleno festejo por el 250 aniversario, en el Día de la Independencia de Estados Unidos, Donald Trump celebraba con entusiasmo la aprobación de su “Gran y Hermosa Ley Presupuestaria”, un nombre tan grandilocuente como la sombra que proyecta. En esa ley se asignan 45 mil millones de dólares para reiniciar la construcción del muro fronterizo, y otros 47 mil millones para reforzar las acciones del Departamento de Seguridad Interior y la agencia ICE, encargada de detener y deportar migrantes… no en la frontera, sino dentro de las ciudades, en los vecindarios en los centros de trabajo, en las escuelas, en general en cualquier sitio donde haya un mexicano o cualquier latino que llego a ese país de manera ilegal.
Esa sí que es una gran tormenta. No de agua, sino de miedo. No de viento, sino de dura política. No de truenos, si de redadas, encarcelamientos y separación de familias.
Ambos acontecimientos reflejan un gran paralelismo entre la fuerza destructiva de una tormenta natural como el huracán Barry y la tormenta política y cultural que representa el regreso de una agenda migratoria agresiva como la que propone Donald Trump con su nueva ley presupuestaria.
Y así como el huracán Barry barrió con árboles y caminos, la “hermosa ley” amenaza con barrer con la dignidad de quienes han dado su vida trabajando del otro lado de la frontera construyendo casas, cuidando niños, cocinando alimentos, manteniendo en pie un país que muchas veces no los ve, hasta que decide perseguirlos.
Los señalamientos de analistas y organizaciones no se hicieron esperar. El analista político Octavio Pescador advirtió que la deshumanización y el terror provocados por las recientes redadas del ICE en Estados Unidos no son una casualidad, sino parte de una estrategia calculada. Señaló que esta ofensiva forma parte de una “guerra cultural” impulsada por el nativismo, una visión excluyente que repudia a quienes no encajan en el ideal del “estadounidense perfecto”.
El diplomático Arturo Sarukhán definió la ley presupuestaria de Trump como un claro ejemplo del “Hood Robin”, una inversión perversa del clásico Robin Hood: le quita a los que menos tienen para beneficiar a los que más poseen. A diferencia del legendario forajido que robaba a los ricos para dar a los pobres, esta política castiga a los más vulnerables y premia a quienes ya concentran el poder y la riqueza, afectando directamente a comunidades como la mexicana, tanto dentro como fuera del país.
Las voces de alarma no tardaron en llegar. El gobernador de Minnesota, Tim Walz, advirtió con firmeza que el daño que esta ley provocará a Estados Unidos “nunca podrá revertirse completamente”. Por su parte, Gavin Newsom, gobernador de California y uno de los críticos más visibles del expresidente, calificó el despliegue de tropas como una “fantasía desquiciada de un presidente dictatorial”, y como “un paso inequívoco hacia el autoritarismo”.
La organización Human Rights Watch (HRW) también encendió las alertas, al señalar que el plan fiscal de Trump no solo perpetúa, sino que amplía los recortes fiscales que benefician desproporcionadamente a las familias más ricas, al tiempo que reduce drásticamente el presupuesto destinado a salud y programas públicos fundamentales para garantizar los derechos humanos.
Pero hay algo que ni las tormentas naturales ni las políticas pueden destruir: nuestras raíces.
Porque, aunque arranquen un árbol, la tierra sigue fértil. Aunque cierren caminos, la lluvia también da vida. Y aunque levanten muros, la cultura, la identidad, la sangre y el corazón mexicano no se detienen en la frontera. Somos un pueblo que ha aprendido a florecer en medio del lodo, a resistir con dignidad bajo el agua, a mantenerse firme aun cuando el viento sopla en contra.
Porque ser mexicano no es un estatus migratorio, es una herencia que se porta con la frente en alto y los pies bien firmes, incluso cuando el terreno tiembla.
Porque nuestros hermanos connacionales no se definen por documentos, sino por el amor que resiste océanos, muros y tormentas.
Que esta guerra cultural sea un llamado a no olvidar lo que somos, a no caer en el miedo ni en la resignación, a entender que cada ataque a nuestra gente es también una oportunidad de fortalecer nuestras redes, nuestras voces y nuestra dignidad. Que ni cualquier tormenta, por más “hermosa o agresiva” pueda derrumbar.
Rodrigo Alejandro Pérez González
Es licenciado en Comercio Internacional.
Presidente de la Asociación Civil, Sociedad Mostrando Vida A.C.
Y actualmente es conductor edición matutina de los Noticieros de Canal 10.
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