La agenda pendiente con Washington
Los tiempos de cabeza fría quedaron atrás. La diplomacia contenida, el cálculo prudente, el equilibrio silencioso… todo eso ha sido desbordado por una nueva realidad. Lo que hasta hace poco eran advertencias ya se ha convertido en acciones. Estados Unidos ha empezado a mover fichas con un lenguaje distinto. Uno que presiona y acusa.
La narrativa ha cambiado. Donald Trump, hoy con fuerza renovada, ha reinstalado su visión del mundo como un juego de sumas y restas. Un tablero donde la fuerza se impone, donde los aliados deben alinearse o pagar el costo. México vuelve al centro de ese discurso.
La respuesta ya no puede limitarse al gesto simbólico. Hace falta un cabildeo permanente en Washington. Con el legislativo, con la clase política, empresarial y social. Hace falta construir alianzas en todos los niveles, pero también desplegar inteligencia aquí. Debe quedar claro que apostar por el conflicto en un mundo en tensión empeora las cosas para todos.
Más allá de contener los embates, lo urgente es construir una agenda proactiva. Una agenda de intereses compartidos, articulada con visión de futuro, fundada en la realidad de una interdependencia que ya es irreversible. México tiene la oportunidad y la responsabilidad de plantear esa agenda con firmeza, con datos, con altura. No como un país que pide favores, sino como un socio que exige respeto y ofrece soluciones.
Y esa agenda existe. Se puede nombrar, desglosar, construir punto por punto. Implica fortalecer la seguridad transfronteriza con trazabilidad obligatoria de armas, cooperación real en inteligencia financiera, vigilancia tecnológica de aduanas y combate conjunto a las redes criminales que operan en ambos lados. Significa repensar la migración como fenómeno estructural con acuerdos laborales temporales, visas sectoriales, regularización de mexicanos que ya forman parte del tejido económico de Estados Unidos y programas de integración laboral con respeto y derechos.
Implica renovar el marco energético con metas compartidas en transición limpia, interconexión eléctrica, hidrógeno verde, gestión del agua y protección de cuencas. Implica un plan maestro de relocalización productiva que combine incentivos fiscales, desarrollo de infraestructura, financiamiento binacional y una política industrial trilateral orientada al nearshoring. Implica defender y actualizar el T-MEC con capítulos sobre economía digital, inteligencia artificial, semiconductores, ciberseguridad y comercio sin papel.
También se requiere profundizar la colaboración en salud pública con vigilancia epidemiológica conjunta, producción regional de vacunas, atención médica fronteriza y respuesta integrada ante adicciones y salud mental. En educación, ciencia y tecnología, la relación puede escalar con fondos binacionales, doble titulación, redes universitarias, ética algorítmica y propiedad intelectual compartida. En materia ambiental, urge establecer una Alianza Verde Norteamérica 2050, que incluya financiamiento climático, vigilancia de litorales, infraestructura resiliente y transferencia tecnológica limpia.
México debe proponer un nuevo entendimiento para la frontera: inteligente, humana, moderna, con movilidad ágil, desarrollo urbano compartido y ciudades hermanas conectadas. Y en el plano institucional, impulsar mecanismos permanentes de consulta anticipada, actualización jurídica del marco bilateral y creación de un Consejo Estratégico México–Estados Unidos 2030 con visión intergeneracional.
Todo esto puede diseñarse, negociarse, firmarse. Porque existe una base real: millones de empleos dependen de esta relación, cientos de ciudades comparten dinámicas diarias, miles de empresas tienen operaciones cruzadas, millones de familias viven a ambos lados sin que la línea divisoria separe su historia. Lo que está en juego va más allá de una negociación comercial o una respuesta diplomática. Lo que está en juego es la posibilidad de construir una región que compita sin destruirse, que crezca sin excluir, que avance sin renunciar a la dignidad.
El momento exige decisión. La relación con Estados Unidos entra a una nueva etapa, más tensa, más exigente, pero también más madura. Más consciente de lo que significa compartir una frontera de verdad. Una frontera que ya no puede leerse solo desde la seguridad, sino desde la innovación, la convivencia, el trabajo conjunto, la corresponsabilidad.
México tiene herramientas. Tiene propuestas. Tiene razones. Y tiene funcionarios capaces y experimentados como Marcelo Ebrard. Le corresponde plantearlas con seriedad, defenderlas con inteligencia y negociar con visión. Ya pasaron los días del silencio estratégico. Es hora de hablar claro.
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David Vallejo
Politólogo y consultor político especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España.
Además esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.
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