50 años de ministerio sacerdotal
Cincuenta años de entrega, palabra y compasión: el legado del Padre Carlos
Hace años conocí al padre Carlos Manuel Trueba Dávalos. Recuerdo perfectamente aquel primer encuentro: usaba un sombrero de palma, ropa casual, guaraches, y portaba una espesa barba blanca. Caminaba con soltura, sin bastón. Era, en apariencia, un hombre mayor, pero con una energía serena que llamaba la atención. Nos encontramos por casualidad cerca de la plaza del 15 Hidalgo. Un saludo breve bastó para sembrar una chispa que, sin saberlo entonces, se convertiría en una amistad profunda.
La segunda vez que lo vi fue en una banca de la plaza del 8 Hidalgo. El saludo fue breve, otra vez. La tercera ocasión conversamos un poco más de diez minutos. A partir de ahí, nuestros encuentros comenzaron a ser más frecuentes, más pausados, más significativos.
Me llevé una gran sorpresa cuando supe que era sacerdote. Él mismo me lo dijo, casi como al pasar. No lo imaginé. No lo llevaba colgado en la sotana ni en la mirada. Lo supe después, por sus palabras. Cuando comenzamos a encontrarnos en un café, nuestras conversaciones se volvieron más hondas. Hablábamos de literatura, filosofía, teología. El padre Carlos se entusiasmaba mucho cuando hablaba de esos temas, y a mí me divertía escucharlo. Sin darnos cuenta, los libros y la fe se convirtieron en puentes que nos unieron.
Vinieron luego tiempos difíciles. El padre me comentó que iba a operarse la columna. Me dolió saberlo. Ya para entonces, nuestra amistad era entrañable. No pude estar con él durante esa primera operación. Luego vino otra, en la cabeza. Esta vez sí estuve. Tuve el privilegio de acompañarlo en el hospital, de ofrecerle mi hombro, como él tantas veces me ha ofrecido su palabra y su sabiduría. Ha sido un hombre fuerte en medio del sufrimiento. Nunca dejó que el dolor le quitara la fe.
Con el tiempo, y casi sin darme cuenta, empecé a ir a misa. Antes no lo hacía. Pero dicen que todo se pega. Asistí, sobre todo, a las misas que celebra en el Monasterio del 20 Carrera, con las Madres del Refugio. Fue entonces cuando pensé: tengo que escribir sobre él. Así nació el proyecto de un libro: “Mi amigo el padre Carlos”. Cuando se lo dije, solo sonrió.
Después escribí una segunda parte. En la portada aparece él, vestido de monseñor. También publiqué una historia titulada “El dolor ajeno. Reflexiones sobre la empatía y el sufrimiento”, basada en experiencias que compartí con él, aunque lo camuflé bajo el nombre de “Mateo”. Porque mi admiración por el padre Carlos no es solo por lo que es, sino por lo que inspira. Nos une la amistad, sí, pero también las letras. Él escribió para periódicos, y publicó un libro titulado “De aquí y de allá. Reflexiones breves sobre temas de interés”.
Este 29 de junio de 2025, el padre Carlos cumple 50 años de Ministerio Sacerdotal. Una vida entera entregada al servicio, a la enseñanza, a la fe.
Nació en San Luis Potosí el 25 de enero de 1947. Fue el tercero de cinco hermanos. Aunque su familia vivió en León, Gto., fue bautizado en su ciudad natal. Estudió en el Colegio La Salle, y en 1965 ingresó al Seminario de León. En 1970 pidió ser admitido en la diócesis de Ciudad Victoria, con el deseo de colaborar en una región con más necesidad de sacerdotes.
Realizó estudios teológicos en el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos en Tlalpan, Ciudad de México. Fue ordenado diácono el 30 de marzo de 1975, y el 29 de junio de ese mismo año recibió la ordenación presbiteral en Roma, nada menos que por el Papa san Pablo VI, en la Plaza de San Pedro, durante el Año Santo.
Hoy, al mirar hacia atrás, no solo celebramos los años de su ministerio, sino su perseverancia en medio del dolor, su lucidez al hablar, su humildad al servir, y su sencillez al vivir. Quienes lo conocemos sabemos que el Padre Carlos no solo ha sido sacerdote en el altar, sino también en las bancas del parque, en las charlas de café, en la literatura, en el dolor compartido.
Gracias, Padre Carlos, por su fidelidad a Dios y por su amistad con nosotros.
Actualmente vive en el Seminario ubicado en las calles 20 y 21 Veracruz, en Ciudad Victoria, Tamaulipas.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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