De vez en cuando, el calendario marca algo más que una fecha: marca un ciclo. Y en esos momentos uno no puede evitar detenerse, respirar hondo y preguntarse qué ha valido la pena, qué falta por hacer, y qué le ha enseñado el tiempo. Este es uno de esos momentos.

No suelo detenerme a escribir sobre mí, pero hay días que no piden permiso: te hacen pausar, te invitan —o te obligan— a mirar hacia adentro. El cumpleaños es uno de ellos. En lo personal, pero también en lo político.

Porque cumplir años, cuando uno vive en el mundo de la política, no es solo sumar tiempo: es cargar con lo vivido, con lo aprendido, con lo que duele, y con lo que todavía sueña. Es revisar el saldo de lo andado: lo que ganaste, lo que perdiste, lo que te llevaste… y lo que dejaste atrás.

He confirmado que el tiempo no es un enemigo ni un accidente. Es un maestro. Duro, pero justo. Uno que enseña sin gritar. Que muestra lo que realmente importa.

Te enseña a no pelear cada batalla, a no cargar cada herida, a no responder cada agravio. Te obliga a elegir con intención dónde pones tu energía, tu nombre y tu causa.

En este oficio —el de la política, el de lo público— todo pasa rápido: las elecciones, las gestiones, los discursos, los escándalos, los ciclos. Pero lo que no debe pasar rápido es la conciencia. Lo que no puede ir a prisa es el juicio.

Porque cuando uno actúa con la brújula alterada, se extravía. Y en política, perder el rumbo es más grave que perder una elección.

Hoy entiendo que no se trata de tener siempre la razón, sino de tener razones. Que no se trata de agradar a todos, sino de ser coherente con uno mismo. Que el poder no te transforma: te revela. Te expone. Te desnuda. Y te recuerda —cada vez con menos tacto— que las decisiones que tomas marcan a otros, no solo a ti.

Cumplir años me reconcilia también con lo humano. Me recuerda que no todo se resuelve con estrategia. Que no todo se controla desde una oficina, un cargo o una narrativa.

Que hay dolores que llegan sin cita. Y afectos que salvan sin hacer ruido. Que hay personas que, sin estar en la primera línea, sostienen más de lo que imaginan. A ellas, gracias.

Y es ahí donde una frase que llevo tiempo recordando cobra aún más sentido:

“Saber dar es gran virtud; dar sin tacto es locura, pero lo que se da con finura, se acepta con gratitud.”

Porque no basta con tener algo que ofrecer: importa cómo lo entregas. Con qué intención, con qué cuidado, con qué respeto. En lo público y en lo personal, la generosidad sin sensibilidad puede ser torpe. Pero la que nace desde la escucha, transforma.

A quienes han sido parte del camino —desde la cercanía o desde la diferencia— también les agradezco. Porque el desacuerdo también edifica. Porque los límites que otros te imponen te enseñan dónde estás… y quién eres. Porque incluso la crítica —cuando es honesta— te devuelve al centro.

Hoy no escribo desde la vanidad ni desde la nostalgia. Escribo desde la serenidad que da el tiempo. Desde la certeza de que todo lo vivido ha valido la pena. Desde la gratitud de seguir aquí: de pie, entero, aprendiendo. Y sobre todo, con la convicción de que todavía hay mucho por hacer.

Cumplir años no es solo sumar días: es entender en qué te has convertido. Y la política, como la vida, es un espejo implacable: te muestra no solo lo que haces, sino lo que dejas de hacer.

Hoy celebro. No con fiesta, sino con conciencia. No con balances vacíos, sino con la voluntad de seguir construyendo desde donde sé, desde donde puedo, y desde donde creo.

Gracias por estar. Gracias por seguir. Gracias por leer.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.