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Ni táctica ni ornamento: el poder de una idea

Por: Alberto Rivera El Día Lunes 16 de Junio del 2025 a las 23:21

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En el fútbol, como en la política, no basta con ganar. La verdadera pregunta es ¿para qué se gana?. César Luis Menotti, con la lucidez que sólo otorga la coherencia entre lo que se piensa, se dice y se hace, lo explicó mejor que muchos analistas políticos: “Un entrenador genera una idea, luego tiene que convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia. Después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no traicionemos esa idea.”

Esta frase, aunque pronunciada desde el banquillo de un estadio, retrata con precisión quirúrgica los dilemas del poder en cualquier arena. En política, como en el deporte, se puede improvisar una jugada, pero no se puede improvisar un proyecto. La diferencia entre un político táctico y un líder estratégico es que el primero sobrevive; el segundo trasciende.

Un liderazgo auténtico no se define por el cargo que ocupa, sino por la idea que encarna. Las causas políticas no nacen de algoritmos ni de gabinetes de guerra electoral: nacen de una visión del mundo. Una idea poderosa no es la que impone, sino la que convoca. La que no se construye desde el marketing, sino desde una ética del propósito.

Convencer a un equipo —sea un gabinete, un movimiento o un partido— de que una visión es viable, es el primer desafío. Pero lograr que esa visión se mantenga viva cuando todo parece en contra, ese es el verdadero reto del liderazgo. Las ideas no fracasan cuando pierden elecciones; fracasan cuando pierden creyentes. Cuando el cálculo sustituye a la convicción. Cuando los líderes se comportan como barómetros de la popularidad, y no como brújulas de rumbo.

Porque en política, como en la guerra o en el fútbol, la adversidad no avisa. Llega. Y cuando lo hace, revela quién actúa por principios y quién por conveniencia. Es en ese instante cuando se pone a prueba la lealtad al proyecto, no al líder. Y es también cuando muchos bajan los brazos y comienzan a hablar del “mal menor”, del “realismo pragmático”, del “ajuste necesario”… eufemismos para justificar la renuncia silenciosa a lo que alguna vez dijeron defender.

Por eso Menotti remata con otra sentencia tan incómoda como necesaria: “Napoleón no era táctico, era un estratega. Si tenía que cambiar, cambiaba.” Y ahí se encuentra otra de las grandes lecciones: cambiar de táctica no es traicionar la idea, es protegerla. La rigidez absoluta no es fortaleza, es miopía. Pero adaptar la forma sin perder el fondo, cambiar el método sin traicionar el sentido, eso es lo que distingue a los grandes líderes de los simples operadores del poder.

En una era en la que la política parece más obsesionada con likes que con legados, y muchas campañas se piensan para impresionar, no para transformar, hablar de ideas puede parecer un acto romántico. Pero no lo es. Es un acto profundamente estratégico. Porque las ideas no solo guían el presente; moldean el futuro. Son las únicas capaces de generar cohesión cuando el viento sopla en contra. Las únicas que, bien sostenidas, logran resistir el desgaste, el cinismo y el oportunismo.

A lo largo de la historia, hay figuras que ganaron elecciones y fueron rápidamente olvidadas porque jamás representaron nada más que una coyuntura. Y también hay quienes perdieron urnas, pero ganaron conciencia colectiva, porque dejaron encendida una idea. Lo que sobrevive al paso del tiempo no es el margen de victoria, sino el significado de lo que se defendió.

Hoy, cuando tantos políticos actúan como reflejo de la opinión pública y no como forjadores de ella, necesitamos recordar que gobernar sin una idea es como entrenar sin un estilo: se puede sobrevivir el partido, pero nunca ganar el campeonato de la historia.

Porque, al final, lo que queda no es la táctica del momento ni el ornamento del discurso. Lo que queda, lo que transforma, lo que inspira… es el poder de una idea.

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.

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