Hoy es Jueves 19 de Junio del 2025


Cambiar no es traición

Por: Ricardo Hernández El Día Lunes 09 de Junio del 2025 a las 22:05

La Nota se ha leido 395 veces. 3 en este Día.

Comprender que no somos los mismos de hace años nos ayuda a mirar al otro —y a nosotros mismos— con menos juicio y más humanidad.

Dicen que ningún hombre se baña dos veces en el mismo río, porque ni el río ni el hombre son los mismos. La frase, atribuida a Heráclito, ha sobrevivido siglos porque guarda una verdad que no siempre queremos ver: todo cambia, incluso nosotros.

A veces me detengo a mirar fotografías de hace diez o veinte años. Me sorprenden mis ojos: hay algo en ellos que ya no está, o que ahora se oculta detrás de otras miradas. Eran otros tiempos, otras preguntas. Creía saber cosas que hoy me parecen ingenuas, y dudaba de cosas que hoy sostengo con firmeza. ¿Era yo el mismo? ¿Soy hoy esa persona que aparece en la imagen?

Cambiar no siempre es notorio. A veces lo notamos por una frase que ya no diríamos, una herida que ahora entendemos, una causa que dejamos ir o una que abrazamos con más convicción. Nos cambia el amor, el dolor, la pérdida, la espera. Nos cambian las personas que conocimos, las decisiones que tomamos y las que no. Incluso el paso del tiempo, silencioso como el agua, va moldeando nuestra identidad sin pedir permiso.

Hay quienes temen al cambio como si se tratara de una traición a su propio pasado. Piensan: “Antes pensaba distinto, antes era más firme, más confiado, más joven, más idealista...” Y lo dicen con nostalgia, como si esa versión pasada tuviera más valor. Pero cambiar también es crecer. No somos incoherentes por haber cambiado; somos humanos. Y ser humano es atreverse a revisar lo que uno creía cierto.

La vida nos exige esa revisión. Lo que fuimos a los veinte, a los treinta, a los cincuenta, fue útil y válido en su momento. Nos sostuvo en ese contexto. Pero hoy, con lo vivido, con lo perdido, con lo aprendido, ¿cómo podríamos seguir siendo exactamente iguales?

Hace poco lo entendí en carne propia. El hecho de pensar que no somos los mismos de hace tiempo me cambió la mentalidad. En lugar de juzgar a esa persona, la comprendí. En lugar de reprocharle, acepté. En lugar de rechazarla, procuré ayudarla. Eso fue para mí el verdadero cambio. No solo pensar distinto, sino actuar diferente. Evolucionar no es repetir ideas bonitas; es vivirlas desde nuevas circunstancias.

Y, sin embargo, hay algo en nosotros que busca estabilidad. Queremos pensar que somos los mismos porque eso nos da una sensación de continuidad, de identidad. Pero lo cierto es que esa identidad no es una línea recta, sino una espiral: vamos girando, regresamos a ciertas ideas, pero desde otro ángulo, con otra mirada, con una experiencia más.

Hay palabras que decíamos con ligereza y que hoy pesan. Y hay heridas que antes nos definían y que ahora han dejado de sangrar. Eso también es cambio. Y lo curioso es que a veces el cambio no se nota hasta que una situación nos vuelve a poner frente al espejo. Reaccionamos distinto. Escuchamos antes de responder. Dudamos antes de juzgar. Y ahí entendemos: hemos cambiado.

Esos cambios suelen ser invisibles para los demás. Nadie ve el esfuerzo que hacemos por no gritar, por no retirarnos, por permanecer. Pero cada pequeño gesto cuenta. Cada vez que decidimos no responder con violencia. Cada vez que elegimos entender, aunque nos cueste. Cada vez que callamos para no herir. Esos actos diminutos también hablan de quiénes somos ahora.

La transformación no siempre viene con fanfarrias. A veces llega silenciosa, como el agua que poco a poco desgasta la piedra. Y en ese desgaste, en ese tallado continuo, vamos descubriendo un rostro nuevo. No mejor, no peor. Solo más auténtico. Más cercano a lo que la vida ha ido esculpiendo en nosotros.

Cambiar no es debilidad. Tampoco es olvido. Cambiar puede ser la forma más honesta de honrar lo que hemos vivido. Porque si aprendimos algo, si realmente atravesamos el dolor o la alegría, no puede ser que sigamos intactos. El que no cambia, no ha escuchado a la vida. O peor aún: ha querido seguir igual por miedo a descubrirse diferente.

A veces cambiamos para sobrevivir. Otras, para comprender. Algunas veces porque ya no podemos seguir cargando lo mismo. Cambiamos de hábitos, de ideas, de prioridades. Cambiamos incluso la forma de querer. Y está bien. No hay una sola versión correcta de nosotros. Hay muchas posibles, y todas tienen algo que enseñarnos.

Por eso, cuando veas a alguien actuar distinto, no te apresures a decir “ya no es el mismo”. Quizá deberías decir: “Está creciendo”. Porque en este río que es la vida, todos estamos aprendiendo a nadar con lo que traemos, con lo que perdimos, con lo que deseamos. Y eso merece menos juicio y más comprensión.

Hay momentos en que volvemos a donde estuvimos antes, no para repetir lo mismo, sino para sanar desde otro lugar. El cambio también implica reconciliarnos con quien fuimos. Entender que esa versión pasada hizo lo mejor que pudo con lo que tenía. No somos enemigos del pasado: somos su consecuencia.

Y si bien el pasado no se borra, tampoco nos condena. Podemos agradecerle, tomar lo aprendido y seguir. Porque no se trata de olvidar quiénes fuimos, sino de usarlo como raíz para crecer hacia otro lugar.

Cada etapa de la vida tiene su lenguaje, su ritmo, su forma de ver el mundo. Lo que antes parecía urgente hoy puede ser irrelevante. Y lo que antes ignorábamos, ahora es esencial. La madurez, quizás, consista en entender que no hay una verdad única ni definitiva, sino una sucesión de verdades que nos acompañan mientras cambiamos.

Aceptar que ya no somos los mismos es un acto de humildad. Nos libera del orgullo, del apego a viejas certezas. Nos invita a ser más pacientes, más justos, más humanos. Y tal vez esa sea la forma más honesta de vivir: reconociendo que estamos en permanente construcción.

Quizá la verdadera sabiduría esté en abrazar nuestra transformación. En mirar al que fuimos con gratitud, al que somos con honestidad y al que seremos con esperanza.

Porque si el río no se detiene, ¿por qué deberíamos nosotros permanecer inmóviles?

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

DONA AHORA

Para que HOYTamaulipas siga ofreciendo información gratuita, te necesitamos. Te elegimos a TI. Contribuye con nosotros. DA CLIC AQUÍ


DEJA UN COMENTARIO

HoyTamaulipas.net Derechos Reservados 2016
Tel: (834) 688-5326 y (834) 454-5577
Desde Estados Unidos marque: 01152 (834) 688-5326 y 01152 (834) 454-5577