Es mejor prevenir que lamentar…
Aunque siempre se ha escuchado la frase “Más vale prevenir que lamentar”. Lo real es que poco o nada le apostamos a la cultura de la prevención.
En una sociedad marcada por la inmediatez y la reacción, hablar de prevención es casi revolucionario porque prevenir no solo es evitar, es acompañar, educar, escuchar y construir bienestar antes de que sea tarde o ya nada se pueda remediar ante cualquier situación.
Bien dicen que lo preventivo elimina lo correctivo, pero hablar de prevención tiene que ir más allá de un discurso, es actuar, y se tiene que ir acompañado de una revolución de conciencia, de un arte de vivir, es mirar el mañana sin descuidar el presente.
Ante la complejidad, retos, peligros que se tienen día a día, lo urgente ya no es intervenir cuando hay daño, lo urgente es crear redes y espacios que eviten situaciones de riesgo, negativas que dañen física y semanalmente a los individuos. Eso es prevención: una apuesta por el amor antes del caos.
Vivimos en un tiempo donde lo urgente suele ahogar lo importante, y, sin embargo, nada es más importante que cuidar la vida, la salud mental, las emociones para vivir en entornos de armonía consigo mismo y todo lo que nos rodea. Es ahí donde entra la cultura de la prevención, no como un protocolo, sino como un acto cotidiano de amor, conciencia y responsabilidad.
La prevención es la cura para cualquier enfermedad. Prevenir es la medicina más profunda y menos valorada de todas. Es anticiparse al caos, al dolor, es educar para no lamentar. Prevenir es más que una estrategia social, debe ser una filosofía de vida.
Esta comprobado que la prevención es el verdadero antídoto contra las crisis sociales: contra la violencia en los entornos comunitarios, contra los problemas sociales, contra las adicciones, contra el suicidio. Y lo fabuloso es que no se trata de una ciencia lejana, se trata de sembrar conciencia.
Como bien dicen, “el ejemplo arrastra”, y es en ese ejemplo donde se puede comprender que la educación no solo habita en las aulas, sino también en la forma de mirar al otro, de construir comunidad, de ser mejores cada día. La educación es una pieza fundamental en nuestra vida diaria, es la puerta a mejores oportunidades, y si, es la mejor herramienta de prevención, pues una persona educada, que conozca sus derechos y obligaciones tiene más expectativa para la resolución de conflictos para así tener una mejor sociedad.
La educación emocional debe ser la base en estos tiempos complicados, la prevención no puede existir sin educación emocional. Claro, todas las asignaturas escolares, como las matemáticas, historia o geografía son muy importantes, pero también se le debe importancia al aspecto emocional de los estudiantes.
Hoy, más que nunca, necesitamos enseñar a vivir, a sentir, a pedir ayuda, a acompañar al otro sin juicio. Y eso empieza en casa, en el aula, en los espacios cotidianos donde los silencios muchas veces dicen más que las palabras.
La prevención se cultiva desde el hogar cuando enseñamos a los niños a hablar de sus emociones. Se fortalece en la escuela cuando se apuesta por el diálogo, se refuerza en la comunidad cuando se crean espacios seguros para exponer dudas, enfrentar temores, emocionalmente sanar y pertenecer.
Prevenir no es fácil. Porque implica actuar cuando todavía no pasa nada. Para quienes entienden que la prevención es una forma superior de amar, es más importante la acción que el discurso, pues están ciertos que al trabajar en acciones preventivas en todos los aspectos de la vida se comienza toda verdadera transformación.
¿Estás dispuesto a hacer prevención en tu propia vida?
¿O seguirás esperando a que la vida te obligue a reaccionar?
Rodrigo Alejandro Pérez González
Es licenciado en Comercio Internacional.
Presidente de la Asociación Civil, Sociedad Mostrando Vida A.C.
Y actualmente es conductor edición matutina de los Noticieros de Canal 10.
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