La química de contar una vida
Buenas tardes, queridos amigos. El día de hoy quiero compartir con ustedes parte de un documento que estoy terminando de redactar, sobre la experiencia que tengo escribiendo historias de vida. Considero que es importante reflexionar esta información desde un punto de vista técnico. El título de mi documento es: “El biógrafo anónimo: Un oficio de escuchar”. Espero sea de su agrado.
Claves para una buena relación entre el biógrafo y su narrador:
Al escribir una biografía personal o historia de vida, uno de los aspectos clave es la conexión entre quien escribe y quien comparte su historia. Cuando entre ambos existe una buena sinergia —esa química o entendimiento que hace que todo fluya con naturalidad—, el proceso se vuelve más ágil, profundo y enriquecedor. Las ideas se conectan mejor, las conversaciones ganan profundidad y el trabajo avanza con soltura.
Pero también puede surgir cierta disonancia: algo no encaja del todo. A veces son diferencias de estilo, valores o formas de comunicarse. Esa incomodidad —como si algo estuviera fuera de lugar— puede generar ansiedad y afectar tanto el proceso como el resultado final.
La buena noticia es que existen formas de mejorar la interacción y lograr que ambas partes se sientan cómodas, escuchadas y satisfechas con el trabajo conjunto.
No te predispongas a la primera
La objetividad profesional exige dejar de lado los juicios anticipados. Evitar suposiciones sobre la personalidad del cliente permite mantener una actitud abierta y receptiva, lo cual favorece una relación fluida desde el inicio.
A veces, basta ver cómo viste o habla una persona para hacernos una idea equivocada, nos formamos una imagen de ella en cuestión de segundos. Ese prejuicio puede llevarnos a perder la oportunidad de descubrir a alguien profundamente interesante. La clave está en mantener la mente abierta: cada cliente es único, y siempre hay algo valioso por descubrir si estamos dispuestos a escuchar sin filtros.
Valora la experiencia de otros trabajos
La experiencia acumulada en la creación de narrativas personales permite abordar cada nuevo caso con mayor perspectiva. Las lecciones aprendidas en procesos anteriores se convierten en herramientas valiosas para fortalecer tanto la interacción con el cliente como el desarrollo del trabajo.
Es natural cometer errores al principio: omitir detalles, no hacer las preguntas adecuadas o interpretar mal un relato. Pero con el tiempo —tras muchos encuentros, entrevistas y relatos escritos— se adquiere una mayor sensibilidad para escuchar, interpretar y narrar con precisión. La experiencia también fortalece la intuición: saber cómo abordar cada historia, cómo adaptarse al estilo del cliente y cómo capturar la esencia de su vida de forma auténtica.
Ya sea como biógrafo, capturista o recopilador de historias, cada proyecto aporta algo nuevo. Y es esa práctica constante la que va puliendo el oficio, permitiendo construir relatos más sólidos, humanos y significativos.
Mantén una actitud positiva en todo momento
Nuestra disposición debe estar marcada por el entusiasmo, la empatía y el respeto hacia el cliente. Estos elementos son clave para construir un ambiente de confianza y colaboración. Es importante sostener esa actitud durante toda la sesión y dejar los momentos más distendidos —esos espacios informales donde la conversación se vuelve más ligera— para cuando haya concluido el encuentro profesional.
Actúa con inteligencia emocional: ¡atención a esta parte!
El manejo adecuado de la inteligencia emocional contribuye a mantener un clima armónico y previene conflictos innecesarios. Saber gestionar nuestras reacciones y conservar la calma ante situaciones tensas es una señal de madurez profesional, y favorece una interacción más fluida y respetuosa.
La inteligencia emocional, en pocas palabras, es la capacidad de reconocer y gestionar lo que sentimos, y de responder de forma adecuada a lo que sienten los demás. No se trata de reprimir las emociones, sino de entenderlas y canalizarlas con equilibrio.
Para quienes trabajamos con historias de vida, esto significa saber escuchar sin juzgar, manejar el estrés durante momentos delicados y mostrar empatía incluso cuando no compartimos del todo la perspectiva del otro. Es una herramienta esencial para mantener relaciones sanas, generar confianza y sostener un clima de respeto mutuo durante todo el proceso de acompañamiento narrativo.
Cuando el biógrafo no está preparado emocionalmente, es fácil que surjan malentendidos que interrumpan la sesión o deterioren la relación con el cliente. Por eso, es fundamental mantener la serenidad, la seguridad en uno mismo y, sobre todo, ejercer el autocontrol. Ser emocionalmente inteligente implica escuchar con empatía, responder con claridad y actuar con equilibrio, incluso en momentos delicados.
La calidad de una biografía no depende solo del dominio narrativo, sino de la conexión humana que se logra entre el biógrafo y su narrador. Esa “química” que hace posible que una historia fluya con autenticidad no se improvisa: se cultiva con escucha, respeto y sensibilidad. Comprender esto es clave para quien desea no solo escribir bien, sino acompañar con integridad el relato de una vida. Porque contar una historia de otro es, también, una forma de cuidar la relación que la hace posible.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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