Presencia emocional: el arte de acompañar una historia de vida
Buenas noches, queridos amigos. Les comparto esta reflexión sobre algunos aspectos esenciales que deben cuidarse al escribir una historia de vida o una biografía, en la relación entre el cliente y quien la escribe. El biógrafo llega con su computadora, se acomoda frente a una mesa de trabajo, mientras el cliente se acerca con su silla.
El espacio tiene algo de santuario íntimo y algo de estudio. La luz entra tamizada por una cortina clara, rozando los lomos de algunos libros apilados, una taza de café humeante, una libreta abierta al margen. Todo invita a detenerse y prestar atención. En esa atmósfera de recogimiento y respeto, el cliente y el biógrafo se sientan uno frente al otro: uno dispuesto a recordar, el otro preparado para escuchar y registrar con cuidado cada palabra, cada pausa, cada emoción.
Ahora, vamos a la reflexión:
Cuando el cliente comparte fragmentos de su vida, es fundamental mostrar empatía y comprensión. La empatía —en palabras sencillas— es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de sentir con él, de entender sus emociones sin juzgarlas. Reflejar su estado de ánimo y emociones permite generar un ambiente de confianza y conexión. Si el cliente recuerda una experiencia con risas, nuestra respuesta debe ser una sonrisa; si el recuerdo provoca lágrimas, entonces el silencio respetuoso y la contención emocional se vuelven imprescindibles.
La empatía es un elemento central para establecer una conexión genuina. La falta de interés o de resonancia con sus emociones puede generar en el cliente una sensación de aislamiento, o la percepción de que sus palabras no han sido bien recibidas. Por el contrario, cuando el cliente busca validación mediante preguntas o comentarios, nuestra respuesta debe ser cálida, comprensiva, y reforzar la confianza en lo que ha compartido.
Para lograr esta sintonía, es esencial mantener una escucha activa: atender tanto al contenido de lo que se dice como a cómo se dice. Hay que poner atención al tono, al ritmo y al contexto para responder con sensibilidad. A veces, una afirmación sencilla como “Sí, estoy de acuerdo usted” puede bastar para expresar comprensión y presencia.
La empatía y la conexión interpersonal son pilares para crear historias autobiográficas auténticas y significativas. Al manifestar un interés genuino y una escucha activa, propiciamos un entorno donde el cliente se siente cómodo y seguro para compartir la profundidad de su experiencia vital.
No quisiera imaginar la incomodidad que sentiría un cliente si, después de contar algo importante, el biógrafo no prestara atención o no pudiera responder con claridad cuando se le pide una opinión al respecto.
Puede suceder, porque lo he vivido: en ocasiones la emoción sobrepasa al cliente. Me ha tocado verlos llorar, reír; percibo en sus rostros una gran emoción al evocar recuerdos de la niñez, la adolescencia o la juventud.
Durante el proceso de creación, emergen sentimientos profundos. Y quienes escribimos estas historias tenemos la responsabilidad de acompañar esas emociones. Tal vez no las vivamos con la misma intensidad, pero sí debemos estar ahí, presentes, empáticos.
Mientras exista una buena conexión entre el cliente y el biógrafo, la historia avanza con fuerza y sentido.
Además, debemos recordar que estas sesiones no son entrevistas tradicionales, sino espacios de intimidad y confianza. El cliente no solo comparte hechos, sino también emociones, dudas, silencios. Por eso, más que capturar información, el biógrafo debe aprender a escuchar con todos los sentidos: con los oídos, con los ojos, con el corazón.
Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista
Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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