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El puente interior: cómo el dolor del otro nos revela a nosotros mismos

Por: Ricardo Hernández El Día Miercoles 07 de Mayo del 2025 a las 18:29

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Buenas tardes, queridos amigos. Hoy quiero compartir con ustedes un nuevo capítulo de una historia que terminé de escribir hace apenas unos días. Es una historia verdadera, aunque he cambiado el nombre de la persona que la inspiró. Sentí que no era necesario conservarlo, porque lo esencial no está en ella, sino en aquello que me llevó a escribir: una mirada hacia dentro, hacia el llamado silencioso que a veces nos lanza el dolor ajeno.

He querido contar esta historia desde el lugar de quien ayuda. Explorar lo que se agita en su interior, los pensamientos que lo habitan, las razones profundas —y a veces invisibles— que nos empujan a acercarnos al sufrimiento del otro. Porque entender lo que nos mueve a ayudar también es una forma de conocernos.

CAPÍTULO 4

El puente interior: cómo el dolor del otro nos revela a nosotros mismos

Introducción:

A veces creemos que ayudamos al otro por generosidad, pero al mirar atrás descubrimos que ese otro ha sido nuestro mayor maestro. Este capítulo final no es solo una reflexión sobre el tiempo compartido, sino una exploración íntima de lo que hemos descubierto de nosotros mismos al cruzar el puente de la empatía.

Han pasado más de siete años desde aquel primer día en que comencé a apoyar a Mateo. Al principio pensé que se trataría de un par de días; después, imaginé que no pasaría de unas semanas. Más adelante supuse que en algunos meses, todo habría concluido. Pero con el paso del tiempo comprendí que lo verdaderamente importante no era el calendario, sino la salud y el bienestar de él.

¿Por qué nunca dejé de preocuparme por Mateo? La respuesta, creo, tiene que ver con ese impulso humano profundo que nos mueve a proteger al otro. Fueron los sentimientos, las emociones, las que estuvieron en juego durante todo ese tiempo. Porque no es fácil darle la espalda a un ser humano vulnerable que atraviesa momentos difíciles. Recuerdo que, en una ocasión, mientras ayudaba a Mateo a caminar, un amigo me vio y, más tarde, en una conversación de café, me lanzó un comentario que aún resuena en mi memoria:

—Ten cuidado con ese señor, no vaya a ser que se muera y te echen la culpa.

Pocas veces he escuchado algo tan insensible. Sin embargo, esa frase me permitió distinguir con claridad la diferencia entre una persona fría de corazón y alguien que aún conserva sensibilidad humana.

Durante muchos años pensé que yo pertenecía al primer grupo. Creí que tenía un corazón frío, que nada me afectaba más allá de mis propios temores y mi vida personal. Hoy sé que no es así. Porque fue Mateo quien, sin proponérselo, logró descongelar ese corazón que yo mismo había encerrado en una coraza.

Y, sin embargo, no es Mateo el personaje central de esta historia. No lo es por sus limitaciones físicas ni por su soledad. El verdadero descubrimiento ha sido interno: he logrado mirarme a mí mismo a través de mis actos, y reconocer hasta dónde soy capaz de actuar por el bien de otro.

Mi lucha –porque ahora la reconozco como tal– ha sido por comprenderme, por explorar qué habita en mi corazón, qué pensamientos anidan en mi mente, qué puedo ofrecer como ser humano. Mateo fue el detonante, el punto de partida. Pero no el destino final.

Sé que aún hay mucho camino por recorrer en esta travesía interior. La introspección es un viaje sin atajos, una marcha lenta y necesaria. Este encuentro con el dolor ajeno no solo me ha dejado una huella imborrable, sino que me ha enseñado una verdad fundamental: cuando ayudamos al otro, no solo lo hacemos por él. En el fondo, también nos ayudamos a nosotros mismos. Porque cada acto de bondad es, al mismo tiempo, un peldaño hacia nuestro crecimiento personal.

El otro, en ese sentido, no es un destino, sino un puente hacia nuestra propia humanidad.

De no haber conocido a Mateo, tal vez esta historia jamás habría sido escrita. Y, más importante aún, yo no habría aprendido a reconocer al ser humano que habita en mí.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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