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El infame atraso

Por: Alejandro de Anda El Día Miercoles 22 de Febrero del 2023 a las 18:43

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LO CLARO. Aquellos que provenimos de la mitad del siglo pasado, somos fehacientes testigos de la importancia de los títulos de profesión que daban lustre a actividades tan importantes como la abogacía o la medicina.

Fuimos atendidos por médicos graduados como médico cirujano partero, de gran prestigio pero no mayor especialización.

Los egresados en el campo económico como la contaduría –antes, tenedores de libros- o la abogacía, recibían el título y la cédula que les acreditaba el estudio recibido. Y listo.

Las actualizaciones en su campo dependían de los colegios o asociaciones que les permitían continuar cultivándose.

Por eso damos un valor sustantivo a las acciones que la academia hoy fomenta en la especialización.

La Universidad Autónoma de Tamaulipas comparte –además de la continua reevaluación de su agenda- el sumar nuevos programas de posgrado, que responden a la demanda de la sociedad.

Maestría en psicología educativa; en administración e innovación digital; especialidades en ginecobstetricia y en urgencias médico quirúrgicas son algunas de las nuevas ofertas que amplían la gama de especialización y favorecen a su entorno.

Atención a la competitividad y al progreso de nuestras comunidades. Enhorabuena.

LO OSCURO. Las verdaderas razones ‘nacionalistas’ que impidieron una mayor aceleración al dinamismo del desarrollo mexicano, por supuesto que están ligadas a los designios del país vecino norteamericano.

“Convención Especial de Reclamaciones” por pérdidas sufridas por ciudadanos o sociedades de los EE.UU. a causa de las confrontaciones civil armadas en suelo mexicano entre 1910 y 1920.

Ese fue el documento firmado –y rechazado oficialmente, pero puesto en operación- al que hoy rememoramos y conocido en la historia de nuestro país como “el tratado de Bucareli”. Signado por el ministro de relaciones exteriores mexicano Alberto Pani (en representación del mandatario Álvaro Obregón Salido) y su contraparte norteamericano, Calvin Coolidge.

Tal manuscrito fue emitido con fecha de 23 de agosto de 1923, en un edificio oficial ubicado en la calle de Bucareli, número 85 de la hoy CDMX.

Tiene sentido la trama.

Las confrontaciones que sucedieron motivados por la desigualdad social y que el mundo conoce como Revolución Mexicana, ocasionó grandes pérdidas de vidas de mexicanos y cuantiosos quebrantos a la nación, así como los trastornos políticos que facultaban (mediante golpes de estado) la fácil remoción del jefe del país en turno al timón, asesinado por su sucesor. ¡Vaya historia la nuestra!

Pero los ‘colaterales’ resultaron a la postre de mayor cuantía al progreso que deviene de cualquier revolución, comparado como sucedió satisfactoriamente a la mayor parte de los países que ha sufrido revueltas, excepto Cuba. Vietnam, de los mejores ejemplos de éxito.

En nuestro México, los vecinos ‘norteños’ resintieron los estragos en sus inversiones –nunca en sus vidas- y tales acciones dieron por obligatoriedad reclamos oficiales airados al mandatario general Álvaro Obregón.

Urgido de ser ‘bien visto’ o legitimado por el gobierno norteamericano, aprobó a Pani el suscribir en su nombre el documento que obligaba a nuestro país hacerse cargo de los daños suscitados en la infraestructura de los nacionales gringos en suelo mexicano.

Además, a desoír la aplicabilidad de la Constitución promulgada en 1917. Que en su artículo 27 apuntaba que (sic) “todos los bienes y recursos naturales sobre el suelo y por debajo de éste, sumado a las aguas de mar que le corresponden que se encuentran en los límites geográficos territoriales, son propiedad indiscutible de los mexicanos”.

Dando ‘en la torre’ a las compañías petroleras y las de luz entre otras que operaban con graciosa impunidad. Y a las que se respetaron, a pesar de no haber entrado jamás en vigor ‘oficialmente’ el tratado en cuestión.

El documento ‘no oficial’ vence este año, al cumplir el centenario. Y devuelve la oportunidad a los mexicanos –entre otras cláusulas signadas- de fabricar instrumentos y maquinaria que tengan patente mexicana, pues en aquel manuscrito doloso, la industria gringa era fuertemente respaldada so pena de desconocimiento a Obregón.

El sistema educativo que habría imperado en el nivel básico –quizá continúa- señalaba la instrucción técnica con un oficio en actividades secundarias (electricidad, pintura, cocina, mecánica, talleres en general) que brindaba oficios de operadores para atender a la industria americana que amenazaba con apoderarse del espectro productivo mexicano.

Incluso mandaron los colores: caqui para varones (emulando el uniforme militar esencial) y de colores a las damitas, donde el rosa indicaba principiante, azul intermedio y guindo a quien ya contaba con la preparación indispensable. Así se percataban del nivel de operaria y la calidad en los procesos ya obtenida en aulas.

La instrucción obligatoria de entonces para conseguir trabajo, ‘secundaria’ o nivel básico.

Las petroleras americanas continuaron operando no menos de 15 años posterior a la entrada en vigor del 27 constitucional. Igual la productora de energía eléctrica LyF.

Quizá nunca fue cierto el tratado de Bucareli.

Pero los efectos, sí que lo parecen.

Sabida nuestra historia, obligados estamos a tomar lo aprendido y evolucionar. Toda la clase política conocida hasta hoy es formada y educada bajo ese criterio o régimen de supeditación a la economía fuerte de nuestro vecino país.

No es que esté mal o bien. Es que debemos crecer en base a nuestras necesidades y posibilidades de auténtico desarrollo. Que las empresas sean mexicanas.

No en aprender a hacerles las hamburguesas y prepararnos para jardineros.

Se acabó Bucareli. Aunque nunca hubiera existido.

COLOFÓN: Aunque… señalan –y bien- a aquellas personas que alardean de pensamiento extremo izquierda, con la mejor ideología de reparto igualitario de la riqueza y oportunidades para todos… con un Iphone 14 en la mano, para compartirlo con el mundo en las redes de Facebook.

Ya nos prepararemos para hacer un iphonoxtl óox (óox es 13 en maya), ahí la llevamos).

alejandrodeanda@hotmail.com

@deandaalejandro

HECTOR ALEJANDRO DE ANDA CORTEZ

Colabora en medios impresos y en portales informativos electrónicos. La Columna Claroscuro se publica desde 2007

La columna Claroscuro se publica desde el 2007 en los mismos medios, trisemanal.

Especialmente tocamos temas económicos y de política en general.

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