Irreversible desaparición de glaciares mexicanos: investigador UAEH
Pachuca de Soto, Hgo. (Agencia Informativa de México).- “La desaparición de los glaciares mexicanos es irreversible y está fuertemente ligada al calentamiento global del planeta, son evidencias claras y rotundas del calentamiento global, estamos siendo testigos de hechos derivados del cambio climático”, afirmó Numa Pompilio Pavón Hernández, profesor investigador del Centro de Investigaciones Biológicas (CIB) de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH).
En el año 2018, el glaciar Ayoloco situado en el centro del volcán Iztaccíhuatl fue declarado extinto por investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mientras que a inicios de este año fue colocada una placa del “deshonor” para las futuras generaciones. De los 12 glaciares registrados en el Iztaccíhuatl en 1958, actualmente solo quedan tres cuerpos cuya superficie no excede a los 0.6 km², incomparable con los 6.23 kilómetros que se tienen registrados durante 1850. Los glaciares en México se forman en las áreas que se encuentran arriba de los cinco mil metros de altitud, como los volcanes Popocatépetl, Iztaccíhuatl y Citlaltépetl
Durante los diferentes ciclos de glaciaciones, en México se generaron glaciales en zonas bajas como el Ajusco, ubicado en el Estado de México, los cuales al entrar en un periodo de deshielo dieron origen a varios sistemas hídricos. La desaparición de estas zonas, sistemas de nieve y hielo podrían afectar directamente la alimentación de los mantos freáticos, lagos y ríos subterráneos.
Las precipitaciones sólidas en los picos altos de los volcanes seguirán ocurriendo y van a generar escurrimientos y brindarán los paisajes nevados invernales a los que se tiene acostumbrada a la población, pero no formaran nuevos glaciares debido a que la constitución de esta nieve impide la creación de masas compactas de hielo. El problema radica en que los altos incrementos de la temperatura derriten el hielo y el granizo que apenas se está formando.
Pavón Hernández externó su preocupación ante la posibilidad de una respuesta tardía para detener los efectos del cambio climático, rememoró la situación de los refugiados climáticos y las muertes por hambruna en África, las cuales se derivaron de la sequía que azotó el continente en las décadas de 1960 y 1970 del siglo pasado. “Nadie quiere que tocar fondo implique la muerte de un alto porcentaje de la población mundial. Si no hacemos nada, por desgracia estas escenas se pueden repetir”, finalizó.
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