No creo ser la misma persona que era antes de comenzar a leer filosofía, tampoco lo deseo, me siento a gusto con lo poco que leído hasta ahora, algunos miedos han desaparecido, mi nueva forma de interpretar el mundo me parece interesante. De tal manera que pase lo que pase con mi vida, con mis principios, creencias y valores, es responsabilidad exclusivamente mía.

Propongo para mí mismo una postura abierta, una postura hacia el diálogo, más o menos en el sentido de lo que propone el neoyorkino Richard Rorty (1931-2007) en su libro Contingencia, Ironía y Solidaridad el cual comenta Raúl Gutiérrez Sáenz en su libro Historia de las doctrinas filosóficas; he aquí una interpretación de lo que propone Richard Rorty:

“Cada uno tiene derecho a proponer sus propias ideas de la mejor manera posible, de la manera más convincente que pueda, pero nadie tiene derecho a proponer sus propios principios como algo absoluto y definitivo.” (pág. 212)

No quiero ni deseo continuar caminando por el mundo con las ideas con las que ya he venido cargando desde que nací, más bien debo reconocer que no conozco el mundo, me falta explorar el mundo, no sé nada, no tengo los conocimientos necesarios como para pensar en que puedo bastarme a mí mismo y que no necesito de la gente para ser feliz.

El conocimiento que ahora poseo -mínimo, repito, como principiante en filosofía-, aclara el respeto que debo tener por las creencias de cada uno.

Que las creencias que tenía apenas hace unos cuantos meses ya se hayan eliminado de mi mente, no quiere decir que me haya convertido en una persona crítica u opositora, no aspiro a eso; más bien me siento libre de pensar en lo que yo quiera, me gustaría estudiar otras culturas y sus creencias, sólo que desde la antropología filosófica, a la manera de Claude Lévy-Strauss (Bélgica, 1908-Paris, 2009).

No creo haberme equivocado con la elección que hice de comenzar a estudiar filosofía, más bien estoy agradecido con los autores y filósofos quienes por medio de sus reflexiones han podido cambiar mi manera de ver el mundo, puesto que estoy en el mundo y formo parte de él, y todo lo que aquí existe es tan inmenso como para pensar egoístamente que ya no me hace falta nada por conocer.

Me gustaría ser como el prisionero quien tuvo la oportunidad de escaparse de la cueva para conocer un mundo exterior, según lo podemos leer en el “Mito de la caverna”, del filósofo griego Platón (Atenas, 427 a.C., Grecia, 347 a. C).

Porque así me veo reflejado, he vivido en un mundo (caverna), donde todo lo que veo dentro de ese mundo es mi realidad, incluyendo los factores que me han permitido formarme y educarme; pero yo quiero conocer algo más que ese reducido mundo de cosas.

Yo no quiero que me impongan verdades, más bien quiero conocer opiniones diferentes, conocer gente con culturas diferentes.

Mi necesidad no es la misma necesidad de otro, mis deseos no son los mismos deseos de otros.

Por lo tanto, no tengo necesidad de creencias, tengo el deseo de estudiar por qué la gente siente la necesidad de creer en algo. Estoy de acuerdo en que la gente tenga sus propias creencias, porque cada país y su gente tiene su propia cultura, pero eso no significa que yo me vea obligado a creer en lo mismo.

Me voy por el diálogo, por la diversidad de opiniones, por el respeto hacia la creencia de cada uno, por la libertad de pensamiento, por el uso de la razón, por la libertad de elegir en qué creer o en qué no creer.

Las circunstancias nos obligan a actuar o a pensar o, a no pensar ni actuar en el peor de los casos.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.