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Y la culpa no era mía…

Por: Alberto Rivera El Día Miercoles 18 de Diciembre del 2019 a las 08:15

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“Mamá, a partir de quinto ya me dejan salir sola de la escuela si mandas autorización. Me quiero ir sola a la casa”. Me enterneció su inocencia y me admiro su nivel de confianza y autonomía, acaba de cumplir 9 años y hoy está en cuarto grado de primaria. Pretende andar sola en la CDMX a sus 9 ¡ni en broma!, pensé, pero sus ojos no dejaban de mirar a su madre esperando la respuesta.

Ante la creciente ola de violencia y el nivel de feminicidios que padecemos en México, ser madre de una pequeña que se acerca rápidamente a la pubertad y tiene prisa por volar, no está fácil. Resulta inevitable cuestionarse hasta dónde, hasta cuándo y qué mecanismos deberemos afrontar como familia para proteger a nuestras hijas de un entorno que resulta tan hostil. Es inmanejable la cantidad de noticias sobre secuestros, desapariciones, violaciones y muertes de niñas y mujeres.

Y sí, me parece imposible no empatizar con las manifestaciones que exigen atención de las autoridades, los medios y toda la sociedad ante estos crímenes, sin importar si vienen en forma de marchas, de pintas, de vociferaciones, de silencio o de arte. Es un hecho que las vías institucionales se han agotado sin éxito, que los casos crecen exponencialmente y la impunidad es rampante en todos ellos. Estamos en un punto en que todas las formas de visibilizar el problema y exigir justicia son válidas. Todas.

Me conmueve escuchar “Un violador en tu camino” y ver todo lo que ha removido a nivel mundial, leer las historias de tantas chicas, ver tantas muestras de sororidad y empatía con la causa feminista. Estoy orgulloso de la capacidad que estas generaciones están teniendo de cambiar la historia. Acabar con el modelo de patriarcado tan arraigado en el mundo, no es tarea fácil, ni sucederá en el corto plazo, pero están plantando la semilla que hará la diferencia para muchas en el futuro. Quizá alcance a hacer una diferencia para mis hijas.

En contraparte, es sorprendente ver y leer tanto discurso de odio, de burlas, de resistencia al cambio, de hombres que sienten su masculinidad amenazada, pero también de mujeres que traen el machismo tatuado en los huesos. Estamos hablando de cambiar modelos mentales: familiares, de género, religión, culturales, etc. que heredamos de muchas generaciones atrás. Pero hay que estar abiertos, desaprender y aprender a vivir diferente, no es opcional.

Claramente como sociedad tenemos un largo trecho que recorrer, no entendemos la gravedad del problema que es la violencia de género, ni lo profundo de sus implicaciones. Aún nos justificamos con frases como: es broma, estamos jugando, son niños, tantito humor negro no le hace daño a nadie, estamos en confianza, o así somos los mexicanos, nos burlamos hasta de la muerte. Y mientras tanto, se siguen compartiendo memes, fotos, pornografía, comentarios lascivos, estereotipos y chistes machistas. Y a las mujeres las siguen humillando, ofendiendo, etiquetando, golpeando, violando y matando a diario.

¿Cómo se le explica a una niña de 9 años que sabe que puede llegar sola a su casa desde la escuela, porque sabe el camino, porque es fuerte, inteligente y capaz, porque confía y cree en ella y en el mundo, que no, no puede andar sola en la calle todavía?

Pues así, con la verdad. Vivimos en un país muy grande, en ciudades enormes, donde no podemos confiar en toda la gente, aunque seamos más los buenos; donde no todos contamos con las mismas ideas, principios y oportunidades; donde caben muchas historias felices y grandes sueños, pero también muchas injusticias e historias de terror. Un país de grandes desigualdades que debemos reparar. Un país de contrastes.

Como adultos que de alguna u otra forma tenemos la enorme fortuna y responsabilidad de convivir con niñas, sobre todo como padres de familia, debemos asumir la formación de mujeres empáticas, fuertes y responsables. Toca darles las herramientas para afrontar la realidad de su contexto. No se vale tratar de encerrarlas en una burbuja en pro de protegerlas, haciéndolas a la larga inútiles y más vulnerables.

Tampoco se trata de llenarlas de miedo, paralizarlas, limitarlas y perpetuar ideas sobre cómo deben verse, vestirse o comportarse para agradar o para “no exponerse”. Ni dejarlas ir por las calles creyendo que el mundo es rosa, o que vivimos en primer mundo, cuando claramente nos falta mucho por evolucionar. Para lidiar con el mundo que les tocó vivir, de entrada, tienen que conocerlo y saber bien donde están paradas, con qué cuentan y de qué se deben cuidar.

Se trata de empoderarlas, no para que nos vean menos a los hombres, no. La lucha no es en nuestra contra de ninguna forma. Empoderarlas para que reconozcan quienes son, su fuerza, inteligencia y capacidad. Fomentar su autonomía e independencia, sin socavar la empatía y sensibilidad que le deben a quienes las rodean y tan necesaria en el mundo.

Hablar de autocuidado, de estar alertas del entorno, de identificar situaciones de riesgo y saber cómo actuar ante ellas. Que sepan usar su voz, fuerte y clara, que incluye que desde niñas nos cuestionen, rebatan y aleguen todo. Enseñarlas a saber elegir desde lo que comen, hasta lo que leen, creen, comparten y con quien pasan su tiempo, ejercitar su criterio, que se preparen y trabajen por sus sueños. A ser flexibles y resilientes. Que sepan que lo pueden todo. Que sepan que el amor y la felicidad nacen de su propio ser y se multiplican cuando se comparten.

Cambiemos, reaprendamos. Asumamos lo que nos toca para lograr seres más libres y responsables. Las mujeres son agentes de cambio.

Porque la culpa no era mía. Ni dónde estaba. Ni como vestía.

@Alberto_Rivera2

Alberto Rivera

Construyo procesos de comunicación siendo y haciendo cosas diferentes, provocando emociones y moviendo conciencias hacia la participación social y política.

Ayudo a potenciar marcas de proyectos políticos y gubernamentales a través del descubrimiento de insights, arquetipos de marca y estrategias de comunicación política.

Soy consultor, catedrático y speaker en Estrategias de Campaña Política y de Gobierno. Director General de Visión Global Estrategias.

Soy originario de Tampico, Tamaulipas y cuento con una Maestría en Educación, Maestría en Política y Gobierno y Doctorado en Filosofía; además de tener diversas especializaciones en Comunicación Política, Consultoría Política e Imagen.

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