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“El regreso del hijo pródigo”, un obsequio del Pbro. Carlos T.

Por: Ricardo Hernández El Día Domingo 10 de Noviembre del 2019 a las 16:01

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El día de ayer por la tarde el padre Carlos T. me obsequió dos libros: “El regreso del hijo pródigo. Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt”, de Henri J. M. Houwen (Colección SAUCE); el otro libro fue “El Ente y la Esencia”, de Tomás de Acquino (Traducción y notas de Pedro Gómez Danés).

El padre Carlos y yo habíamos acordado nuestra reunión de café a las 10:40 am. Una vez en el restaurante el padre Carlos me sorprendió al decirme que traía dos libros para mí, que esperaba que me gustara su contenido. Sentí una emoción mezclada de alegría y tristeza al leer el título de uno de los dos libros “El regreso del hijo pródigo”.

De alegría, porque era un regalo y más todavía porque provenía del padre Carlos quien durante algún tiempo me ha regalado parte de su sabiduría, sobre todo que me ha tenido paciencia al expresarle mis tantas dudas que he tenido sobre si Dios en realidad puede perdonar al ser humano por sus tantos errores; o si es el hombre el que tiene que perdonarse asimismo para poder ser una persona renovada quien, a la vez, pueda ser capaz de enseñar a perdonar y a perdonarse.

Por otro lado, sentí cierta tristeza, me refiero al momento en que leí el título sobre el hijo pródigo, porque me veo reflejado en esa breve historia bíblica. Sólo que yo no regresé con mi padre, sino a los brazos de mi madre y el de mis hermanas.

En la página 5 del libro antes mencionado, dice el título: HISTORIA DE DOS HIJOS Y SU PADRE, abajo se menciona una cita bíblica: Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. (Lc 15, 11-32) Y el padre les repartió la herencia (…).

El padre Carlos T. vio que mis estados de ánimo eran cambiantes porque de pronto me mostraba contento por el regalo, en otros momentos me ponía serio. En parte veía con atención las imágenes que venían en la portada del libro: de pie y un poco encorvado se encuentra en la escena un señor anciano, de barba blanca, parece tener los ojos cerrados porque está viendo hacia abajo, hacia el hombre que se encuentra puesto de rodillas, sobre el piso. El hombre joven parece ser el hijo pródigo, el que ha regresado con su padre quien pone sus manos sobre la espalda de aquél, del hijo arrepentido. Aun lado de ellos se encuentran dos hombres, uno de ellos, el que se encuentra de pie, muestra una sonrisa, una actitud de solidaridad; en cambio el otro, parece estar sentado sobre algo y su expresión es más bien de asombro.

Sobre la escena que se muestra en la portada del libro algo me indica el subtítulo: “Meditaciones ante un cuadro de Rembrandt”.

En casa, horas después de haberme despedido del padre Carlos T., lo primero que hice fue leer la parte de la cita bíblica con respecto al hijo pródigo. En resumen, cuando uno tiene la capacidad de arrepentirse por algo que ha hecho mal, posterior a ese arrepentimiento la mente parece transformarse, nuestro espíritu se regocija; ahora uno trata de actuar pensando siempre en las consecuencias. A partir del arrepentimiento el hombre actuará para hacer el bien, el hombre tiende a actuar con inteligencia, pero, sobre todo, llega a creer en Dios, aunque no por ello deje de reflexionar en los porqués de la vida. ¡Hasta pronto!

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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