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El niño meón de Bruselas

Por: Ambrocio López El Día Martes 31 de Julio del 2018 a las 13:01

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Durante las dos semanas recientes tuvimos la oportunidad de recorrer algunas de las más representativas ciudades de Europa comprobando como los gobiernos y las corporaciones le sacan bastante provecho a las construcciones majestuosas, al patrimonio histórico y artístico pero también al paisaje que deslumbra por su belleza a millones de visitantes de todo el mundo que cada año, especialmente durante el verano, saturan vuelos, trenes y hoteles del viejo mundo.

No tengo la intención de repasar aquí lo que ya he contado en otros viajes pues cada localidad y cada museo visitado merecería varios textos, simplemente compartiré con mis posibles lectores que viajamos de México a París, por Air France y tuvimos que participar del entusiasmo de cientos de pasajeros que aplaudieron a las azafatas porque llevaban impresa en sus mejillas la bandera francesa como tributo a su selección nacional que ganó el mundial de Rusia; en la ciudad luz tomamos otro vuelo que nos depositó en Londres donde comenzaría nuestro nuevo periplo por tierras europeas.

La capital británica es una ciudad más bien fría, inusualmente hacía mucho calor; los restaurantes y los bares del centro estaban llenos de gente que usaba ropa muy ligera bebiendo cervezas o refrescos mientras devoraban pedacitos de pescado frito con papas que es una especie de botana nacional inglesa porque la ofrecen en casi todos los establecimientos de diferentes categorías y precios que, por cierto, son algo altos, sin embargo, estábamos de vacaciones, dispuestos a gastar varias quincenas en un recorrido que prometía mucho luego de visitar varios museos, recorrer las calles, tomar las fotos del parlamento (las cámaras de los lores y de los comunes), además de las inmensas catedrales.

EL CASTILLO DE WINDSOR es un interesante complejo arquitectónico que forma parte de los monumentos medievales, en el condado de Berkshire; este castillo goza de una gran importancia histórica debido a que guarda mucha relación con los sucesos históricos de la realeza, además de tener la capilla de San Jorge como una de sus más reconocidas construcciones; originalmente diseñado para proteger a los normandos en las afueras de Londres, para supervisar una parte de importancia estratégica del río Támesis, el castillo fue construido con tres salas que rodea un montículo central.

Poco a poco sustituido por fortificaciones de piedra, su infraestructura resistió un asedio prolongado durante la Guerra de los primeros barones en el inicio del siglo XII; luego un período largo Eduardo III lo convirtió en “el proyecto del edificio secular más caro de toda la Edad Media en Inglaterra“; tras resistir la Guerra Civil Inglesa el Castillo se reconstruyó por Carlos II con la ayuda del arquitecto Hugh Mayo; después de un período de abandono durante el siglo XVIII, Jorge III y Jorge IV lo renovaron, lleno de estilo rococó, gótico y muebles barrocos.

Por su parte la reina Victoria hizo cambios menores en el castillo, que se convirtió en el centro de entretenimiento real durante gran parte de su reinado: el Castillo de Windsor fue utilizado como refugio de la familia real durante las campañas de bombardeo de la Luftwaffe de la Segunda Guerra Mundial, y sobrevivió a un incendio en el año 1992; es una popular atracción turística, un lugar para la celebración de las visitas de Estado y el hogar de fin de semana preferido de la actual monarca Elizabeth II.

Aun saboreando el paisaje londinense abordamos el transporte para cruzar el eurotúnel que conecta a Inglaterra con el continente, específicamente con Francia, pero íbamos camino a Bélgica donde la visita obligada fue a Brujas donde recorrimos el centro histórico patrimonio de la humanidad, comimos, seguimos para La Haya y llegamos durante algunas horas al legendario puerto de Rotterdam, punto estratégico para el movimiento de mercancías del atlántico hacia el continente.

Luego de instalarnos en nuestro hotel en Ámsterdam salimos a hacer el recorrido por el famoso barrio rojo; en pleno corazón de la capital holandesa se encuentra esta zona que destaca por la gran cantidad de neones y luces rojas que adornan sus escaparates; este pintoresco y turístico barrio es el mundialmente conocido Barrio Rojo de Ámsterdam que está situado en la parte antigua y es el más visitado por los turistas que, curiosos, se acercan atraídos por el placer de lo prohibido.

La prostitución es mundialmente conocida como "el negocio más antiguo del mundo" y es que, ya en la edad media, los burdeles de Ámsterdam eran administrados por el Sheriff y sus hombres de confianza; en el siglo XVII aparecieron las primeras vitrinas en esta zona; en estos escaparates las prostitutas ofrecen sus servicios y también generan una gran expectación entre los viandantes; Ámsterdam es una de las trece ciudades holandesas donde existe la prostitución en los escaparates; en los Países Bajos es legal desde 1911.

Las mujeres del Barrio Rojo alquilan el escaparate en el que trabajan y contribuyen con sus impuestos como cualquier trabajador holandés; visitar Ámsterdam y adentrarse en el Barrio Rojo es inevitable, además de ser una de las zonas más turísticas de la ciudad contiene algunos de las vistas más importantes, como la iglesia Oude Kerk o el Museo Amstelkring; al contrario que en otras ciudades, el Barrio Rojo de Ámsterdam, lugar donde se reúne este gremio, es una zona permanentemente llena de turistas y bastante segura incluso por las noches.

BRUSELAS, LA RECIENTE capital Europea nos recibió con sus miles de construcciones ya que se hacen edificios de departamentos y de oficinas para albergar a cientos de políticos y empleados del gobierno continental, además de que ya residen ahí los diputados al parlamento europeo; quizá la imagen más conocida de la ciudad de Bruselas sea el “Manneken-pis”, o el “niño meón”; esta pequeña estatua en bronce de un niño que orina alegremente en una fuente de la Rue de l’Etuve, fue realizada por Jérôme Duquesnoy en 1619.

Existen muchas leyendas del porqué de la estatua en esa “poco frecuente actitud”, se dice que fue encargada por un rico comerciante, al comprobar con alegría, después de una búsqueda infructuosa de su hijo perdido, que el niño se encontraba en “perfectas condiciones” dando rienda suelta a sus necesidades fisiológicas en dicha esquina…según otras versiones fue una burla del autor al conocer los honorarios que recibiría por el encargo de decoración de la fuente…

Cuentan que cuando esa parte de Bélgica pertenecía a Francia, un grupo de soldados borrachos se llevó al niño meón con ellos para seguir la farra lo cual fue considerado como una falta de respeto y la queja llegó hasta el rey francés (uno de los Luises) quien extendió un nombramiento de paje real de tal manera que, cuando los uniformados pasaban por la estatua, tenían que hacerle una reverencia aunque lo que me pareció más sensacional es que durante las fiestas importantes el niño mea cerveza durante 48 horas ante la felicidad de los lugareños.

Esta pequeña estatua cuenta además con un extenso guardarropa procedente de regalos de numerosos países, esta colección se puede visitar en el Musée Communal en la magnífica ”Grand-Place”;  cada mañana este “desinhibido infante” es vestido representando a distintas ciudades por diferentes motivos culturales, políticos, etcétera; tan impresionantes como la misma estatuilla son las numerosas versiones que se han hecho de ella.

La encontrarás en las tiendas de recuerdos en forma de regadera, cenicero, tapón de botella y “sugerente” sacacorchos… y si quieres estrenar el sacacorchos puedes almorzar en uno de los pequeños restaurantes que se encuentran en las callejuelas que rodean a la Grand-place, la comida más típica de esta ciudad reúne una combinación un poco “rara” consiste en papas fritas y mejillones; estos mejillones están cocidos con verduras y te los sirven en una gran cacerola negra.

El recorrido siguió por el Rhin hasta llegar a Colonia donde pudimos admirar una de las más grandes y hermosas catedrales de Alemania y del mundo que es de los pocos edificios que se salvaron de la guerra; cuenta la leyenda que cayó en el edificio una enorme bomba pero que no estalló lo cual fue interpretado por los lugareños como un milagro, sin embargo, la espiritualidad de Colonia contrasta con el materialismo de Frankfurt que es una especie de capital financiera donde pernoctamos antes de partir para los últimos cuatro días en París.

La capital francesa nos sirvió de base para visitar de nuevo Versalles, el museo de Louvre, las grandes plazas, el paseo en barco por el Sena y para reafirmar la certeza del primer mandamiento del escritor argentino Tomás Eloy Martínez: “amarás a París por sobre todas las ciudades”.

Correo: amlogtz@gmail.com

 

Ambrocio López Gutiérrez

Periodista y Sociólogo.
Columnista en diversos medios  electrónicos e impresos.
Redactor en el equipo de Prensa de la UAT.
Profesor de horario libre en la UAM de  Ciencias, Educación y Humanidades.

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