LO CLARO: El motor de desarrollo de una sociedad, es la educación. Y como sociedad productiva, nos hemos dado a la tarea de instruir a nuestras universidades que el talento de los futuros profesionistas, consideren no sólo la teoría y la práctica, sino el impulso a los valores como un factor humanístico de alta prioridad.

Caso concreto de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, que dentro de su instrucción formativa y con el vínculo permanente con su comunidad, detona un concepto de gran valía. Le llaman COMASS y en dos palabras, significa ‘Club del Abuelito’. Bueno, fueron casi cinco…

El propósito doble de esta noble acción de inclusión social, tiene el beneficio de integrar a un segmento poblacional que por haber dejado atrás sus mejores tiempos de entereza física, son en muchas ocasiones compañeros de la soledad y del desapego en sus familias.

Tiempos de concurrencia, como los festejos navideños; permiten que más de cien adultos mayores reciban atención especializada, además de mucho amor y respeto. “Aquí compartimos nuestras alegrías y tristezas. Y nos hacen sentir muy bien” Señala uno de los abuelitos.

LO OSCURO: El Estado (comunidad humana dentro de un territorio) es la única fuente del ‘derecho’ a la violencia. Así lo definiría el sociólogo alemán Max Weber en referencia al monopolio del uso de la violencia física como una de las acciones que le son permitidas en el establecimiento de la legitimidad y de la justicia en su más puro sentido.

Le es dado en consecuencia, hacerse de los elementos que garanticen esa herramienta y potestad única.

Hoy está en entredicho.

De buen criterio, la ciudadanía suponemos que basados en las libertades que cada entidad federativa y a su vez cada municipio tiene de su libre autodeterminación y procuración de justicia, le llevaría a fundamentar sus bandos de policía y sus ordenamientos de seguridad locales.

Sin embargo, los ‘motivantes’ ocasionados por los enfrentamientos civiles desde 2006, dan al traste con ese derecho local de brindar seguridad a los ciudadanos.

Desde el aciago 2006 a la fecha, 200 mil personas han sido víctimas fatales de esos desencuentros; sumados a 39 mil desaparecidos y un gran número de personas que hoy se encuentran privadas de su libertad.

La incapacidad manifiesta de las autoridades locales dio en resultado que las instituciones de orden militar ocuparan los espacios que las fuerzas civiles no podían controlar.

Si esta medida fue un ardid político presidencial y los resultados distaron de la oferta inicial, es otro asunto.

De nuevo es impulsada una acción de tal naturaleza. La ley de seguridad interior tiene su epicentro en el mandato directo del jefe de la nación en apoyo a las entidades que se encuentren bajo algún desorden que amerite intervención.

Pero más allá, resulta imperativo que exista un marco jurídico de actuación para que el restablecimiento del orden por parte de las fuerzas castrenses, tenga efectivamente el peso de la ley. No se conviertan en actos de barbarie.

Los gobernadores se manifiestan a favor de esta enmienda que garantiza una convivencia armónica entre la temporalidad del monopolio de la violencia militarizada y el paulatino resurgimiento del monopolio de la violencia de cada Estado al  cargo de las policías a las que se les pretende llamar mando único.

No existe una persona de bien que se proponga en contra de estas acciones a las que algunos pretenden ver como más fuerza política del presidente, que de ayuda a restablecer el orden y la paz social.

No seamos histéricos…

COLOFÓN: En casa, el monopolio de la violencia comienza con un ‘no me salgas conque es viernes y el cuerpo lo sabe…’ dicen.  

alejandrodeanda@hotmail.com

@deandaalejandro

HECTOR ALEJANDRO DE ANDA CORTEZ

Colabora en medios impresos y en portales informativos electrónicos. La Columna Claroscuro se publica desde 2007

La columna Claroscuro se publica desde el 2007 en los mismos medios, trisemanal.

Especialmente tocamos temas económicos y de política en general.