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Los monosílabos en la entrevista, el peor enemigo del periodista

Por: Ricardo Hernández El Día Martes 07 de Junio del 2016 a las 10:02

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Afortunadamente ya había pasado por situaciones difíciles para aquella ocasión cuando me encontré realizando la entrevista al joven abogado Carlos Enríquez, notable funcionario de un Tribunal de Justicia. El problema de los monosílabos surgió desde la primera pregunta cuando escuché como respuesta un frustrante “sí”, tras de eso, el silencio. Sentí cierta tensión. Estaba en mí como periodista el poder llevar la entrevista lo más relajada posible, conducirla fielmente de un punto a otro como cuando se traza una línea recta.

La estructura para la entrevista consistía de tres ejes básicos. 1.- Hablar de la vida del personaje. 2.- Funciones desempeñadas en el trabajo. Y número 3.- Tema relevante o de interés social. No era de extrañarme, como en esta ocasión, que a pocas personas les agradaba hablar de su vida personal o privada, por eso mucho antes de comenzar mi trabajo le pregunté al interlocutor si estaba de acuerdo con esos tres puntos que yo había señalado o si prefería, en su caso, omitir alguno de ellos.

Estuvimos de acuerdo en que se llevara tal como yo lo había planeado, incluso, enfaticé el tiempo que nos llevaríamos por las preguntas y respuestas. Ahora que menciono el tiempo lo relaciono con la pausa que hizo el abogado en la primera pregunta.

Dicha pausa me hizo suponer algunas causas del primer monosílabo, por ejemplo: 1.- inseguridad por parte del interlocutor hacia la pregunta que tenía toda la intención de saber acerca de su vida familiar así como de sus estudios. 2.- Que el joven abogado era un hombre de poco verbo. 3.- Que yo había formulado mal la pregunta, particularmente que pude haber hecho una pregunta cerrada sin darme cuenta de ello.

Mi mente revolucionó al instante pensando que si en adelante volvía a suceder lo mismo era que algo grave estaría ocurriendo, luego cómo habría de conducir el curso de la entrevista con tanto cuestionamiento aburrido. Llegué a pensar que mi trabajo podría ser un fracaso. El joven abogado se veía entusiasmado, tenía un rostro fresco, limpio, de dientes blancos y grandes.

Entonces no tenía por qué sentirse intimidado.

¿Acaso mi interlocutor pudo haber estado pensando en ese momento lo que nos explica Jorge Halperín en La entrevista periodística?

“El entrevistado habla para el periodista, pero también está pensando en su ambiente, en sus colegas, en el modo como juzgarán sus declaraciones la gente que influye en su actividad y en su vida, y el público en general.”.  

Después del adverbio de afirmación “sí” del abogado, continué con cuatro preguntas más, intenté hacerlas abiertas y pensar en obtener la información que me sería útil, imaginé en ese momento estar capturando palabra tras palabra como si fueran caracteres formando líneas, hasta completar un párrafo. Estudié la forma en que maquillaría la respuesta dándole una manita de gato.

Lo cierto es que me costó un poco de esfuerzo salir de esa zona monosilábica seguida después de frases cortas. Tuve que interrumpir la entrevista al inicio para explicarle al joven abogado que no se sintiera tenso, que en lugar de eso probara un poco de café que tenía a su lado sobre el escritorio, que por mi cuenta yo tenía todo el tiempo del mundo para escucharlo, y que si a él le preocupaba el tiempo que me lo hiciera saber para programar la entrevista para otra ocasión.

El resultado fue satisfactorio. Para la siguiente fase de las preguntas, todo fluyó de maravilla. No volví a escuchar el monosílabo durante el proceso, y las frases cortas se transformaron en frases largas; por lo menos no me hizo pensar en preguntas cerradas. Aunque me di cuenta que para la segunda etapa en lo relativo a la las funciones que desempeñaba en su trabajo, me vi en serios aprietos, sobre todo, porque el abogado dominaba a la perfección el tema, ahora yo tuve que interrumpir de vez en cuando para que la respuesta no se prologara más allá de lo necesario.

En ese momento que hubo empatía todo fue mejorando al grado que el abogado tuvo la amabilidad de invitarme un café. Aproveché esos detalles para conducir la entrevista por donde yo debía de hacerlo, sin los frustrantes monosílabos “sí”, “no” y las molestas frases cortas. 

Si hago un análisis sobre la primera etapa de la entrevista, me doy cuenta -y no por ser un abogado el entrevistado, pudo haber sido cualquier otro personaje de la vida pública- que no estamos acostumbrados a ver nuestra propia vida personal como algo relevante que podamos contar como historia para un periódico, o para un libro; lo que puede suceder es que nunca han visto su historia reflejada a través de esos medios, y cuando lo llegan a ver, claro que la idea es distinta.

Lo que nos explica Jorge Halperín debe considerarse, puede ser que el interlocutor esté pensando en el momento de la entrevista a cerca de quienes van a leer sus respuestas, en la posible imagen que ahora tendrán de él, que a lo mejor es un profesionista que no sabe expresarse, que tal vez no sea el joven abogado inteligente que sus amigos esperaban leer, en fin.

En todo caso el reto es el principio, el tema sobre la vida del personaje, y depende del periodista la iniciativa que tome para hacer que todo resulte bien. Aunque no es ningún requisito hablar de la vida personal de la gente para un trabajo así. Sin embargo, la mayoría de los que he entrevistado no se han apuesto a tal hecho, creo que nadie; algunos han preferido hablar de un tema en especial advirtiéndome que tales temas son preferible abordarlos desde el principio por su actualidad y por el espacio que puedan ocupar tanto en tiempo de duración de la entrevista, así como el espacio que pudieran ocupar en el periódico.

El joven abogado supo que en el primer período de preguntas se había escuchado mal, por eso al terminar lo vi un poco preocupado. Le expliqué que yo había estudiado un diplomado en creación literaria y sabía cómo ingeniármelas para esos casos.

Le envié la entrevista por correo electrónico para que le diera una revisada antes de poderla enviar al periódico. El joven abogado, luego de leer el texto y ver como estaba estructurada su entrevista, emocionado me habló por teléfono diciéndome que la entrada le había parecido muy interesante.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.
Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.

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