Balada para una despedida

“Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós…”.
 
Esta es la frase con la que inicia una maravillosa canción de José Luis Perales, músico-poeta, quien realmente maneja una filosofía indescriptible en cada una de sus piezas.
 
Y como Perales, hay muchos compositores que han dedicado melodías con una armonía especial, y cuyo contenido hace evocar las despedidas, las amargas y tristes despedidas que, aunque sean para mejorar en muchos aspectos, no dejan de tener su dosis de amargura, tristeza y, como dicen los gallegos: de morriña.
 
Justo, Julio Iglesias canta sobre la morriña de aquellos que, dejando su hogar, tomaron camino hacia América para labrarse un futuro, aunque luego han regresado a su tierra, Galicia, la tierra de los celtas y de mucha gente también maravillosa.
 
Y es que cuando alguien parte, deja una estela de sentimientos y vivencias, por lo general, de buen recuerdo. ¿Los malos recuerdos? Esos los cura el tiempo, y permanecen los buenos, los que dejan una imborrable huella y una experiencia para la vida.
 
Cuando se inicia un nuevo camino surgen nuevas expectativas. Así sucedió al columnista hace treinta años, cuando llegó proveniente de lejanas tierras, con una pequeña maleta y una veintena de casettes como patrimonio, acompañados de la inseparable cámara fotográfica.
 
Hoy, los papeles se han cambiado, y el columnista vive una despedida que deja una huella impresionante y enorme. Una huella que ha permitido crecer durante muchos años, días, noches y minutos, durante amaneceres y atardeceres, durante momentos de toda índole, compartidos todos en diversos rubros.
 
Y también evoca los sentimientos surgidos en ese tiempo. Cuando alguien que ha sido importante parte, siempre se espera una nueva oportunidad de reencontrarse. ¡Vaya! Muchos pensamos que al llegar la muerte, nos hemos de reencontrar en el más allá, en un sitio que todos imaginamos pero nadie conoce.
 
Eso es vivencial cuando han surgido cosas importantes.
 
Y hoy comienza un nuevo camino, antes, andado en forma conjunta, y hoy, de una manera singular, personal, individual; hoy cada quien empieza a vivir el resto de su vida, como dijo aquel poeta hace ya muchas décadas: hoy inicia el resto de mi vida, y debo aplicarla al máximo.
 
La felicidad, ese término que significa tanto, hoy retoma singular importancia para quienes experimentamos esa poco grata despedida, aunque tiene la parte que debemos recordar, ya que cuando alguien abre las alas y levanta el vuelo, seguramente encontrará un buen risco para divisar el futuro, y también, en forma casi segura, construirá un nuevo nido, desde el cual, con toda su experiencia vivida en años, logrará construir la parte de felicidad que el supremo creador ha decidido que debemos tomar.
 
El camino es difícil. Nadie dijo que fuera fácil transitar por la vida con éxito todos los días, sin incomodidades y demás. El camino tiene escollos y muchas cosas más, pero también, a lo largo del mismo se encuentran maravillosos paisajes que nos dan una clara idea de la grandeza del mundo, de la vida y del amor.
 
El amor siempre permanece, siempre resurge de donde ha caído o se ha perdido. Pero el amor verdadero estará ahí toda la vida, porque será la misma base de lo que estamos construyendo, cada uno, en el terreno que le ha tocado vivir.
 
Dentro de unas horas se vivirá la partida, la que ha iniciado hace ya varios días, y dentro de unas horas, habrá que hacer, como dijo Machado en voz de millones de personas y musicalizado por Serrat: “Caminante, no hay camino, y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar; caminante, no hay camino, sino estelas en la mar”.
 
¿Qué podemos desear a alguien que se ha entregado para felicidad de otros? Solamente que el éxito y la ventura le acompañen siempre, que la felicidad esté de su lado, y que el amor con que se ha conducido nunca concluya: que se solidifique, que se haga más fuerte aún, y que los recuerdos buenos sirvan de simiente para caminar con más seguridad con destino al éxito que la vida ha pedido alcanzar.
 
Hoy, en un día de diciembre de 2010, cuando muchas cosas están concluyendo, se lleva a cabo una despedida, dolorosa y alegre, porque los sentimientos siempre van de la mano, pero finalmente, será una ausencia compartida y recordada con cada forma de entender la vida.
 
Hoy tenemos muchas cosas que agradecer a la vida como siempre, porque somos agradecidos con ella y con el Ser Supremo: hoy te vas, pero como dijimos muchas veces de pequeños en torno a una gran fogata scout: “no es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós; muy pronto junto al fuego nos reunirá el Señor”.
 
Hoy te deseo lo mejor de lo mejor, que seguramente la vida ha guardado una canasta llena de éxitos, felicidad, prosperidad y amor. ¡Buen viaje y mejor futuro a partir de este día!
 
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