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Sección: Editoriales / En la Remington

El hombre místico de la literatura Tamaulipeca: Eduardo Villegas Guevara

Por: Ricardo Hernández 29/03/2016 | Actualizada a las 09:24h
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Hacía tiempo que no había vuelto a ver a Eduardo Villegas sino hasta ahora, en estos días de semana Santa, que anduvo pisando tierras tamaulipecas. A Eduardo lo conocí allá por los años noventa cuando fue director del departamento de literatura del ITCA; en aquel entonces yo comenzaba a escribir relatos y se los mostré a él. En la primera oportunidad que hubo me invitó a participar en la ciudad de Monterrey, en la Casa de Cultura, y a partir de ahí no le perdí la huella. Actualmente Eduardo Villegas trabaja en la ciudad de México, es escritor y dramaturgo.

Nació en Palmillas, Tamaulipas, en 1962. Estudió Literatura Dramática y Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recibió el Premio de Testimonio 1987, convocado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y el gobierno del Estado de Chihuahua y el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 1990, en área de cuento, convocado por el gobierno del Estado de Sinaloa, a través de DIFOCUR.

Aparte, ha publicado varios libros de narrativa, entre los que pueden mencionarse: El blues del chavo banda (Selector, 1997), El regreso de Eddy Tenis Boy (CEAPE, 2013) es el más reciente y reúne tres relatos policiacos. Eduardo aún conserva el buen sentido del humor. Nos hablamos por teléfono para concertar la entrevista en el restaurante del Hotel Monteros. Hora 9:00 am.

Reportero: Buenos días Eduardo, me da gusto volver a verte en ciudad Victoria. Tengo entendido que tienes mucho trabajo en la ciudad de México con la casa editora Cofradía de Coyotes, aparte te encuentras ocupado en la difusión y promoción de libros en  varias partes del país. ¿Vienes de visita o por cuestiones de trabajo?

Eduardo Villegas.: Vengo a tratar de afinar tres libros de personajes muy queridos, entrañables, del municipio donde nací que es Palmillas, Tamaulipas. Por ahí viejas personas, una de ellas todavía vivita y muy querida, le estoy haciendo precisamente una especie de libros para niños. Aproveché para pedirle a uno de mis primos que me llevara con ellos. Ellos viven allá muy pegados a la sierra, en el ejido San Vicente, adelantito del llano, todo esto en Palmillas.

Es una buena temporada para mí porque no quiero pasar y nada más verlos, sino verlos y quedarme en sus casas para platicar un rato. Te estoy hablando de Tabita. Tabita es un personaje que descubrió hace muchos años el doctor Jorge Trujillo,  le hizo una buena entrevista, recopiló sus poemas, sus cuentos, sus fabulas,  y a partir de ese material yo quiero reeditar sus obras.

El otro es don Arón Camacho, es un viejo querido cercano a mi familia. Mi familia tú sabes que son Guevara, Camachos, Vargas, son gente fundadora y querida en Palmillas. Finalmente la semana que tengo de asueto en la ciudad de Chapingo, tú sabes, soy profesor de la Universidad Autónoma de Chapingo, me permite concentrarme en estos tres libros, tomarles fotos a los personajes, al ambiente que yo quiero transmitir.

Reportero: ¿Dices que son personajes reales?

Eduardo G.: Sí, son personajes reales. Tabita todavía vive. Te digo que es una viejita encantadora, se llama Bernardina Villanueva, del ejido de San Vicente. Cuenta cada vez mejores historias del campo y pues son personajes que aparentemente  nunca saldrían en la literatura ni siquiera estatal y  para mi es importante la tradición oral de Tamaulipas; y en segundo, la tradición oral del país donde he hecho ya varias investigaciones.

Don Arón y doña Tabita, a partir de la investigación de hace 20 años de Jorge Trujillo quedaron muy presentes en la comunidad y en mi caso, pues, yo quiero rendirle un homenaje a ellos; son gente que a mí me dio mucho. De esa tradición era mi abuela Chenchita, Inocencia Marín Paz, ya sabes que ahí nosotros en el campo decimos Chenchita, Tabita. Y pues a eso vengo a tomarle fotos, a platicar con ellos, sobre todo con tabita que es la que está viva. Y pues espero tener pronto esos libros, Ricardo, que espero poder ponerlos en tus manos.

Reportero: Eduardo, cuéntanos un poquito de tu vida, ¿con quiénes jugabas?, ¿cómo fue tu infancia?

Eduardo V.: Te mencionaba lo de la tradición oral. En realidad eso me nutrió cuando yo ni siquiera sabía lo que era la tradición oral. Te puedo decir que en Palmillas, bajo la falda de mi abuela Chenchita, ¿de qué me nutría?: de duendes, de brujas, de la llorona, de los tesoros enterrados en las faldas de la sierra, de la Revolución Mexicana; eso era lo que a mí me nutría. Había un chamaquito muy juguetón, mejor conocido como Edy. Eduardo no existió sino mucho tiempo después de joven y ya estudiando en la ciudad de México.

Reportero: ¿Cómo describirías el Palmillas de aquél entonces?

Eduardo V.: Yo te voy a decir que era un pueblo mágico porque ahí escuchabas las voces de todo mundo, de tus mayores, como que andan todavía las voces en el viento que va y viene. Es un pueblo como una especie de refrigerador, de estación universal donde se guardan con gran sensibilidad los recuerdos de las personas. Recuerdo de ese pueblo el aguamiel, o sea, magueyes raspados; se molía la masa a mano; recuerdo a una escuela de esas típicas con muros gruesos, de material de adobe.

Reportero: ¿En ese tiempo remoto soñabas con llegar a ser un escritor?

Eduardo V.: No. Fíjate que yo no soñaba con ser escritor, quizá si soñaba con ser músico; obvio, ahí los músicos hacen versos y muy buenos. Había músicos de oído que sacaban guitarritas, acordeón.  Eso sí soñaba con ser músico. Porque has de saber que Palmillas tiene la tradición de unas danzas de a pie y de a caballito. Te estoy hablando que tenía entre 6 o 7 años de edad. Me nutría de la imaginación de toda esa gente.

Reportero: Has mencionado la tradición oral de Palmillas con historias propias de la región, pero en ese tiempo ¿alguien de casualidad te contó una historia directamente de un libro? Pues mencionabas que hubo una escuela en ese lugar.

Eduardo V.: Los libros llegaron de más grande a mi vida, y lo tengo muy preciso porque tiene que ver con un tío también. No de Palmillas sino de Jaumave. Los libros llegaron en quinto año de primaria; antes tuve libros en mis manos pero no fueron importantes. En mis vacaciones del paso de México a Jaumave y Palmillas, ahí pasaba las vacaciones con mi tío Salomón Guevara, en julio y agosto. Yo recuerdo que llegué en esas vacaciones a Jaumave y ahí estaba un tío que se llamaba Arcadio Guevara, que murió hace poco. Tenía un baúl de libros, cosa extraordinaria que viene uno de la ciudad y se encuentra con alguien que tiene un baúl de libros en el campo.

Reportero: ¿Qué tipo de libros eran?

Eduardo V.: De los muchos que leí el que más me impresionó y recuerdo hasta le fecha es Simbad el marino de las mil y unas noches, ilustrado a todo color. Era una versión completa, eso es lo que más me fascinó.

Reportero: ¿Cuándo comienzas a escribir?

Eduardo V.: Fue en sexto de primaria y se conjuntó otro núcleo también muy popular, a lado mío, de banca, tenía un amigo de Guerrero y él traía la música popular de allá, los sones y los zapateados, en ese entonces había en el área metropolitana de nuestro país, DF, zona conurbada, un auge de la música tropical y Tamaulipas colaboraba activamente con un Rigo Tovar y su Costa Azul, cosa curiosa, mi amigo- no éramos tan pequeños-, teníamos once, doce años, ya intentábamos bailar, hacer verso y cantar, entonces él componía canciones y yo tenía la orgullosa tradición de Rigo Tovar. Lo primero que yo escribí fueron letras de canciones a semejanza de Rigo Tovar y su Costa Azul.

Reportero: ¿Actualmente cuáles son tus proyectos?, se te ve escribiendo poesía, novela, cuentos.

Eduardo V.: Decidí ser polifacético o al menos intentarlo. Desde joven, te digo, yo empecé a haciendo canciones, me incliné por los versos, luego por la poesía, y sin embargo, me parecía interesante el género poético-lírico que la verdad conservé. Tuve la oportunidad de ir a Colombia y ahí estaba la tumba de un gran poeta que yo admiré mucho de joven que es José Asunción Silva. Mi poesía romántica viene de Colombia.  El otro escritor es Jorge Isaac, el autor de María, otra novela romántica. Yo fui allá a leer mi poesía. Mi primer libro de poemas fue publicado en Columbia en el 2007, es un personaje que se llama Gatatumba. En un lapso de dos o tres años salieron tres libros sobre Gatatumba, que es de poesía.

Reportero: ¿Cómo surge el nombre de Gatatumba?

Eduardo V.: Bueno, eso es muy sencillo de explicar. En un viejo diccionario encontré la palabra Gatatumba, ahí encontré la siguiente definición: “Dígase de algo sin ilusión”. Así lo recuerdo. Entonces dije: “está muy padre esta idea”. Algo que no tenga ilusión debe ser algo vacío. Ya no he encontrado esa definición; he encontrado Gatatumba que significa una mujer ya mayor muy pintarrajeada. Me quedé con esa palabra y la convertí en una mujer extraña en mi literatura.

Reportero: Referirse a algo que no tenga una ilusión, ¿qué podría ser si no es un ser humano, Eduardo?

Eduardo V.: Yo pensé en eso, que no era un ser humano,  porque a pesar de la condición más adversa tienes una esperanza, una fe en algo, porque entonces no sería un ser humano.

Reportero: Para los que no saben que te dicen el Coyote Mayor, permíteme preguntarte ¿cómo surge ese nombre?

Eduardo V.: A mí en el rancho me decían Edy El Coyote, corría mucho, pero sobre todo porque no sabía chiflar, yo aullaba. Porque además mi gritito parecía más a un aullido de coyote. Me fui a vivir con mi familia a Coyoacán, México, y con el tiempo me nombré como El Coyote.

Reportero: ¿No crees que exista algo de místico en esto: Coyoacán-coyote? Pues naciste en una familia con tradiciones, con historias de brujas, etc.

Eduardo V.: Yo aullaba y sigo aullando, cada vez que hago una presentación de la Cofradía de Coyotes empiezo a hablar y la gente me dice: “¡el saludo coyotingo!”.

Reportero: Usas con frecuencia el color negro y rojo para tus libros, ¿es por la misma razón del tótem del coyote?

Eduardo V.: El negro es el misterio, la sabiduría de Quetzalcóatl el gran dios oscuro, y, el rojo, el sol. Es el simbolismo del coyote.

Reportero: ¿Qué opinas de la literatura tamaulipeca actual?

Eduardo V.: Yo creo que nuestro Estado de Tamaulipas tiene en este momento una serie de talentos como siempre lo he sabido. Te voy a mencionar unos cuantos, éstos han sido esfuerzos casi siempre personales: Baudelio Camarillo. Hace tiempo ganó el premio de poesía Aguascalientes y apenas lo publicaron en nuestro estado, su trabajo es tan bueno que se abre paso.

Cristina Rivera Garza, una mujer bien preparada, historiadora ella, con premios o sin premios su narrativa es brillante; Orlando Ortiz, un gran maestro; Lorena Illoldi, está Rigoberto Hernández Guevara, Volga, debo incluirte a ti, Ricardo Hernández, Mercedes Varela. Ahorita el panorama es pujante, de muy buen nivel que se ha proyectado en todo el país. Arturo Medellín, un viejo amigo desde hace muchos años en la promoción, él mismo poeta, él mismo cuentista, él mismo novelista.

Los escritores tienen un gran auge,  y una calidad envidiable para muchos otros estados. Actualmente he recorrido Ecuador, Columbia, Cuba. La Cofradía de Coyotes tiene gran prestigio en estos tres países; en Chile, Venezuela hemos hecho una buena labor y quiero compartir con los amigos: CREE EN LO QUE ESTÁS HACIENDO.

Ricardo Hernández Hernández
Poeta y columnista

Colaborador del portal:” Hoy Tamaulipas” hasta la fecha.

Actualmente estoy cursando un “Diplomado en Creación literaria” en la Biblioteca del Centro Cultural Tamaulipas, con el maestro José Luis Velarde.
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