Eso es lo que debiéramos tener todos: una familia única, que nos ayude a ser mejores para ellos y para nosotros, y cuidar las relaciones entre cada uno de los miembros de ella, sean del lado político o del aspecto consanguíneo.
Es, sin duda alguna, la familia, uno de los más grandes tesoros que podemos vivir en el transcurso de nuestra existencia; los padres inician con esta experiencia cuando llegamos a sus brazos y nos prodigan cariño y consejos, formación y amor, el cuidado necesario para alcanzar a ser lo que somos.
Sin duda alguna, la familia es la base de nuestra existencia: somos lo que somos gracias a esa formación que nos entregan durante los años.
Y la Navidad y año nuevo son motivos muy especiales para tratar de vivir adecuadamente y convivir con nuestros familiares, esos que poco vemos pero que mucho amamos, y que significan en nuestra existencia como baluartes de diversos conocimientos y sentimientos que llegan a formar lo que hay, lo que queremos que haya, pero más importante: lo que vivimos a diario.
Algunos corremos para los lugares donde están nuestros familiares; los padres o hermanos, cuñados, sobrinos y más, pero cada uno de ellos, cuando tenemos la oportunidad de verles, nos recuerdan lo importante que es conservar el núcleo familiar. Otros no sabemos apreciar en toda su magnitud lo que significa tener una familia, y otros, los menos, vivimos en una familia que no es la nuestra pero que nos entrega lo mejor de cada uno de sus elementos, haciéndonos sentir como en casa, con los nuestros realmente.
Y en ese tenor, debemos aprender a convivir y cuidar a la familia, porque finalmente son los que estarán con nosotros en esos últimos momentos en que nos toque compartir experiencias de vida. Es la familia la motivación principal para estar bien con nosotros mismos y nuestros orígenes.
Es cuando aprendemos a valorar a esas personas que dejaron algo de sus vigencias en nosotros, y que hoy en día tenemos la oportunidad de compartir con los que siguen en la larga línea de una familia maravillosa que nos ha tocado formar, con la que hemos vivido mil y una experiencias.
Pero, ¿Qué hacemos por cuidarla y conservarla?
Ese es el reto que debemos mantener cada uno de nosotros y no olvidar a ninguno de sus elementos; dejar a un lado rencores, rencillas, enojos o desaires, porque en una familia que se ama no caben esos sentimientos.
Y en la familia política, -la buena, la de nuestra pareja- es importante tratar de mantener una muy buena relación, porque, finalmente, es la que estará cerca de nosotros, y nosotros también de cada uno de sus elementos por aspectos completamente naturales.
Estos días de fiesta son propicios para convivir con nuestros familiares lejanos en distancia pero nunca en afecto y amor, y debemos aprovechar esos maravillosos momentos que comenzamos a vivir hace unas horas, para guardarlos en el cajón de las vivencias especiales, donde solamente tienen cabida esos seres que nos han regalado su amor incondicional.
El exhorto es para poder valorar a los nuestros, a que la familia siga siendo esa base moral y espiritual, la base de nuestros sentimientos y solidaridades, para que, día a día, podamos consolidar un sentimiento y sitio en el firmamento de los seres amados.
Es entonces, la familia, el mayor y mejor tesoro que pudieron habernos dado a través de los tiempos, y lo sabemos.
Uno a uno, los miembros de este magnífico grupo, sabremos aprovechar los minutos u horas que podamos compartir, y entonces, dar gracias al ser maravilloso que todo lo sabe y lo crea, por la magnífica familia que nos ha tocado compartir, y de la que formamos parte, porque la vida no s ha premiado con cada uno de ellos.
Vivamos en familia las fiestas decembrinas, que serán mucho mejores en todos sentidos.
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