En un paraje perdido en las inmediaciones de la carretera que une a las ciudades de Taxco e Iguala, en Guerrero, se encuentra ubicado un resumidero natural, que de acuerdo con algunos espeléologos consideran pudo haber sido producido por un escurrimiento de agua de la sierra hacia algún depósito subterráneo que con el paso de los siglos se secó. Este lugar es el vórtice de múltiples historias de terror que se han replicado de boca en boca en la zona norte de Guerrero: se trata del temido Pozo Meléndez, también conocido por los lugareños como La Trompa del Diablo.
La leyenda popular narra que dicho pozo fue bautizado por encontrarse asentado en los terrenos de una familia de ricos comerciantes de Taxco que se apellidaban Meléndez, que tras haber descubierto el macabro pozo sin fondo, lo utilizaron reiteradamente para deshacerse de sus enemigos. Se ha señalado que múltiples expediciones han tratado de medir el fondo de la profunda grieta, sin resultado alguno; aunque algunos especialistas han referido que se ha encontrado un “primer fondo” vertical a unos 200 metros de profundidad, después de lo cual la hondonada sufre bifurcaciones diversas que complican la medición de su longitud total.
Desde la época de la Colonia, se han tejido miles de leyendas acerca del Pozo Meléndez, que lo mismo tienen entre sus protagonistas a bandidos, amantes infieles, tesoros escondidos y hasta un contingente completo de caballería que fue tragado por la siniestra Boca del Diablo. En la época actual, los cuentos de horror del lúgubre resumidero las han protagonizado jefes policiacos, policías judiciales y delincuentes de todas las corrientes imaginables. Cabe decir que en reiteradas ocasiones se ha pretendido sellar la maligna hendidura, pero todos los intentos realizados en distintas épocas han fracasado por motivos diversos. Tal vez se le ha preservado como símbolo terreno de la presencia de fuerzas malignas.
La leyenda viene a cuento porque en México, lamentablemente, todos los asuntos que vinculan de alguna u otra manera los temas de la política con los intereses de la delincuencia, terminan sepultados en un abismo más profundo e inexpugnable que el del tristemente célebre Pozo Meléndez del norte guerrerense. Los intereses políticos y las conveniencias coyunturales han impedido que la verdad histórica de los casos que más han lastimado a la opinión pública quede esclarecida a cabalidad.
Este martes, México despertó con el estallido de una auténtica noticia “bomba”: la detención del ex alcalde de Iguala José Luis Abarca y su esposa, en una modesta casucha de la zona de Iztapalapa, en el Distrito Federal. No queremos parecer agoreros del desastre, pero es previsible que el aseguramiento de la “pareja presidencial” más buscada del momento desate nuevos demonios en torno a la espiral de violencia que persiste en Guerrero, más que arrojar certidumbre sobre el paradero de los 43 normalistas desaparecidos. Sinceramente, espero equivocarme…
Otros temas de la agenda de seguridad siguen la misma espiral de caída al fondo del profundo pozo de las complicidades y la corrupción, haciendo notar la urgente necesidad de que las instituciones del Estado Mexicano recuperen su confiabilidad ante los ojos de una sociedad azorada por la despiadada cadena de malas noticias que nos ha envuelto en los años recientes. El llamado del Presidente Peña Nieto a la construcción de un pacto (¿otro?) para poner freno a la violencia tiene las trazas de un grito desesperado por parte de un régimen que busca que no le cuelguen más culpas de las que puede repartir…
La recomposición del tejido social debe pasar obligadamente por una nueva era en las responsabilidades gubernamentales. Seamos honestos: los gobiernos municipales, estatales y federales jalan cada uno por su lado, mientras los ciudadanos permanecemos en el desamparo. La política está siendo utilizada como herramienta de aniquilación de los contrarios en la búsqueda de perpetuarse en el poder, y no como el instrumento para la conciliación y el consenso. Cada quien mira para su santo, y aprovecha el menor descuido del rival para exhibirlo y someterlo al linchamiento social.
La seriedad de los acontecimientos que enfrenta el país requiere de altura de miras, y de renunciar, aunque sea por un momento, a los mezquinos intereses de partidos, facciones o grupos. ¿Podrán nuestros políticos y gobernantes con el delicado paquete? Es pregunta.
Por el momento es todo. Agradezco de antemano sus comentarios y le espero en este mismo espacio el próximo viernes.
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