En Tamaulipas no parece año electoral.
El grueso de la población se encuentra enfrascada en una cotidianeidad que busca la sobrevivencia y se muestra indiferente ante la lucha política donde unos buscan la alternancia y otros el mantener un dominio que ya es octogenario.
El activismo partidista, y de algunos independientes, suenan como gritos en el vacío, ya que no encuentran eco en un ciudadano desencantado de la política.
Los actores del actual proceso deben reinventarse y mostrar una cara diferente ante una audiencia cansada de lo mismo, descalificaciones y victimizaciones a causa de una guerra sucia muchas veces inexistente.
Ante esto se presenta el Síndrome de Simitrio.
Quien vio esa película clásica del cine mexicano sabrá de lo que hablo.
Cuando un maestro semiciego no es notificado de la ausencia de uno de sus alumnos llamado Simitrio, el resto de sus compañeros usó la identidad del ausente para culparlo de todas los destrozos causados.
Así actúan algunos operadores que a falta de habilidad para destacar en su labor, se valen de trucos, artimañas y lambisconería para ocultar su ineptitud y falta de talento, viviendo como sanguijuelas sangrando las virtudes de quienes sí cuentan con las habilidades necesarias para salir adelante y de eso precisamente, el electorado está cansado.
Jiribilla
Cuando uno emprende la aventura de redactar texto, cada uno es como un hijo, pueden ser buenos o pueden ser malos, pero ninguno debe ser negado.
Es cuestión de simple ética personal.
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